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Clara Charf: La Viuda Roja
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ste año Clara Charf cumplió 100 años de una vida de militancia y clandestinidad. Pasó del carnet del partido comunista de Brasil (PCB) a la lucha armada en la Alianza Libertadora Nacional (ALN), creada y dirigida por su marido, Carlos Marighella, el “enemigo número uno” de la dictadura que en 1964 derrocó a Joao Goulart el día que se implantaba la añorada reforma agraria en el país de los inabarcables latifundios.

Clara, “una guerrera incansable”, como bien lo dicen sus cercanos en Sao Paulo, sigue vibrando de esperanzas y apoyando los difíciles esfuerzos de transformación. En su larga vida de militante tuvo los seudónimos de Vera, Jandira, Marta, Nice y alguno más que ha olvidado. Yo la conocí en Cuba en la década de 1970 de la brutal represión desatada en Brasil, cuando en las calles aparecían carteles con las fotos de los “terroristas” buscados y muchos de ellos rastreados y asesinados. Se salvaron los que lograron refugiarse en la Cuba solidaria, en México y alguno más en Mozambique. Como bien le decían sus compañeros: “si te paran en la calle no te rías, tu risa es inconfundible y te reconocerán”. Sí, reía de una manera cálida y contagiosa, certera en sus apreciaciones y muy solidaria: nos reuníamos a comer sabrosa feijoada con varios compañeros.

Clara y Marighella se conocieron en la sede del PCB. Al salir del elevador, él preguntó: “¿Quién es esa blanquita tan arregladita?” Era 1946, Clara se acababa de mudar a Río de Janeiro, escapando de la vigilancia paterna, un judío ruso migrante muy conservador. Ella quería ser piloto aviador, pero tuvo que conformarse con ser aeromoza, lo cual al partido le vino muy bien, pues ella transportaba sin problema los documentos por todo el país. El PCB aún gozaba del prestigio que Prestes, El Caballero de la Esperanza, le había dado con su larga marcha por el territorio en 1925. Marighella era el jefe, muy reputado por su bravura, del grupo parlamentario. La pareja tuvo varios motes: Clara dice que entre ellos se llamaban Caperucita y El Lobo Feroz, y el padre de ella, colérico, decía que su hija estaba con “un negro, comunista y católico”. En 1949 desaforaron a toda la bancada comunista y empezó de nuevo la clandestinidad. En 1954 ella cayó presa al llevar información a unos compañeros en Campinas.

Kubitschek decretó una amnistía y volvieron a la vida pública. Ella viajó a Cuba a un encuentro de mujeres que se suspendería en los días de la Crisis de Octubre, una experiencia inolvidable: vio un pueblo miliciano dispuesto absolutamente a todo frente al imperialismo. Al año siguiente viajó al encuentro mundial de mujeres socialistas en Moscú. Nada parecía anunciar la inminencia del golpe de Estado.

Era 1964. Marighella intentó organizar una resistencia frente a los golpistas, en el centro de Río, que no fructificó. Se dieron cuenta de que “el partido nunca se había preparado para realizar una verdadera revolución o resistir a un nuevo golpe; siempre prefirió pactar con la supuesta burguesía nacional”, en el camino de un supuesto “desarrollo democrático” incluso frente a los golpistas. Clara decía “fue una época tan dura, tan difícil, que nadie cree ahora lo terrible que fue”. A Marighella lo apresaron gravemente herido en un cine; tuvieron que soltarlo por un mandato judicial. Era la época en que se organizó la Disidencia Comunista que buscó organizar la resistencia activa y armada. Fueron expulsados del PCB en 1967, por “la grave traición de asistir a la reunión de la OLAS en La Habana”. La presencia en la Organización Latinoamericana de Solidaridad de Marighella resultó de gran importancia junto con un conjunto de dirigentes de las organizaciones de liberación nacional del continente. Así nacieron la ALN y su compromiso antimperialista y antidictatorial.

Clara fue miembro del grupo de apoyo táctico y logístico. La ALN realizó el primer gran secuestro del embajador estadunidense con la finalidad de denunciar la complicidad y apoyo yanqui a los golpistas, como estrechos colaboradores en implementar la Doctrina de Seguridad Nacional. También exigieron la liberación de presos políticos que viajarían a Cuba. Después vino el secuestro del embajador alemán. En aquel momento se crearon varias organizaciones guerrilleras más. Su primer accionar era urbano para fortalecerse y pasar al campo. “El único camino revolucionario frente a las dictaduras brutales y el sometimiento a Estados Unidos es la lucha armada, único camino real. En Brasil hay numerosas fuerzas revolucionarias que lo entienden como el camino necesario; las condiciones objetivas están dadas, junto con todos los revolucionarios de América Latina”, apuntó Marighella.

Entre 1968 y 1975 cientos de revolucionarios fueron asesinados por los militares. Entre ellos Marighella y Cámara, su sucesor. Clara tuvo que dejar Brasil y partir hacia Cuba. Con la amnistía de 1980, ella y muchos regresaron y se afiliaron al PT. Fue diputada en las primeras elecciones de 1982. Fundó en 2003 la Asociación de Mujeres por la Paz. Su risa sigue inconfundible.

* Investigadora de la UPN y autora de INEE y su dilema: evaluar para cuantificar y clasificar o para valorar y formar