a fotografía es un eco del pasado, pero su significado es inconfundiblemente del presente. La imagen de los presidentes de China y Rusia, junto al líder de Corea del Norte, observando el desfile militar chino es más que una simple instantánea; es una declaración geopolítica contundente. Evocando la estética de la guerra fría, esta fotografía no es una reliquia del siglo XX, sino la respuesta más gráfica y clara a los últimos meses de la política exterior estadunidense. Es, en esencia, la manifestación visual de un mundo que se requilibra.
Es, además, la imagen viva que en una mirada prospectiva nos advierte –más allá de las narrativas actuales– sobre los escenarios y transformaciones que estaremos experimentando, al menos durante la próxima década. No se trata únicamente de una interpretación del presente, sino de una señal que anticipa cambios profundos en lo social, lo económico y lo cultural, invitándonos a prepararnos con conciencia y visión estratégica para enfrentar los retos que se avecinan.
Los años de la presidencia de Donald Trump estuvieron marcados por un profundo vacío de liderazgo en Occidente. La retirada, de acuerdos multilaterales, la erosión de alianzas tradicionales y la retórica de “América primero” crearon un hueco que no tardó en ser llenado, y los protagonistas de esta nueva era no son otros que China y Rusia.
La China post Mao, un tren con una inercia y velocidad casi inimaginables, ha avanzado sin freno durante décadas. Su ascenso económico es una realidad imparable que la guerra arancelaria no ha logrado detener.
A su vez, el presidente ruso Vladimir Putin ha demostrado un talento de ajedrecista, moviendo sus piezas con una calculada precisión en este tablero global.
La fotografía es un mensaje directo a la Casa Blanca, pero también a Europa. Es un recordatorio de que si bien la fractura de Occidente se ha gestado desde adentro, sus consecuencias se sienten en todo el mundo.
El desfile militar no es sólo una demostración de poderío, es un símbolo de una nueva arquitectura global, donde el unipolarismo de Estados Unidos cede terreno al multilateralismo.
¿Le conviene esto al mundo? La respuesta, por paradójica que parezca, es afirmativa. Un mundo multipolar, con múltiples centros de poder, es inherentemente más eficiente para los intereses colectivos que la imposición unilateral de una sola potencia. La visión de la diplomacia como ejercicio de suma cero, donde una nación debe perder para que otra gane, pertenece a una era que está quedando atrás. El siglo XXI demanda soluciones complejas a problemas globales, y estas soluciones rara vez pueden ser impuestas por una sola nación, por poderosa que sea. El cambio climático, las pandemias, el terrorismo, estos desafíos requieren la cooperación de todas las partes, no la dominación de una.
La preocupación subyacente de Estados Unidos y la razón por la cual esta fotografía tiene un peso histórico es la inminente llegada de China al liderazgo económico global. No es un temor a la guerra, sino a un cambio en el orden mundial. La imagen nos recuerda que, a pesar de la estridencia política y las tensiones comerciales, el tren chino no se detendrá. Su impulso económico y su creciente influencia diplomática son fuerzas que definen el siglo.
En este nuevo tablero de ajedrez, las viejas reglas no tienen lugar. Ya no se trata de una lucha ideológica entre el capitalismo y el comunismo, sino de una competencia por la influencia en un mundo interconectado. La fotografía del desfile militar chino, con sus invitados de honor, es un testamento de este cambio.
Es la nueva realidad geopolítica del siglo XXI: un mundo donde los contrapesos naturales de Estados Unidos han emergido, y donde el liderazgo global se disputa en múltiples frentes. Y, para bien o para mal, el mundo parece estar adaptándose a esta nueva realidad.
Bien lo citaba la Rayuela hace apenas unos días: desde que Mao advirtió la emergencia del pueblo chino, su marcha ha sido constante y poderosa. Una marcha que no solamente ha apostado al crecimiento económico y al dinamismo comercial, sino al triunfo cultural. Esa, de fondo, es la preocupación principal de nuestro vecino del norte.