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El imperio de los sentidos de Silvie Courvoisier
 
Periódico La Jornada
Sábado 2 de agosto de 2025, p. a12

El nuevo disco de Sylvie Courvoisier, Bell Bones, es la síntesis de su trabajo con Mary Halvorson y del arsenal de recursos artesanales, habilidades técnicas, sentido de orientación, capacidades improvisatorias e intuición, todas ellas virtudes que caracterizan el desempeño fulgurante de esta pianista y compositora cuyo trabajo la coloca entre los grandes de la música contemporánea.

Es otro de los ejemplos de músicos que transitan los territorios del jazz pero que en realidad pertenecen a otra estirpe, la de los artistas libres de corsés, definiciones, lugares comunes y, en cambio, abren horizontes hacia la música de concierto, la música tradicional, los experimentos más atrevidos y las conexiones con la literatura, la poesía y la pintura.

Sylvie Courvoisier nació en Lausanne, Suiza, en 1968, 20 años después se mudó a su actual residencia en Brooklyn. Ha formado dúos, quintetos, tríos, bandas con las que ha grabado, además como solista, una treintena de discos para distintos sellos, entre ellos el más importante del planeta: ECM y sus colaboraciones con los artistas de vanguardia más trascendentales incluyen discos con John Zorn y Wadada Leo Smith.

Considero como su obra maestra su disco doble titulado Chimaera, inspirado en una figura mítica, el pintor francés Odilon Redon (1840-1916), precursor del surrealismo con un ideario firme y decidido.

En su texto autobiográfico Confidences d’artiste, sostiene Odilon: mi arte consiste en dar vida de una manera humana a seres inverosímiles y hacerlos vivir de acuerdo con las leyes de lo verosímil, para imponer la lógica de lo visible al servicio de lo invisible.

Su obra está poblada de lo que él denomina el reino ambiguo de la indeterminación. Este disco fabuloso, Chimarae, fue grabado por el sexteto de Sylvie Courvoisier, con Wadada Leo Smith en trompeta junto a su colega alientista Nate Wooley; Christian Fennesz en guitarra y dispositivos electrónicos; Dres Gress en bajo acústico y Kenny Wollesen en batería y vibráfono.

El primer tomo de Chimarae abre precisamente con una obra nacida de las pinturas de Odilon Redon titulada Vase de fleurs; le pavot rouge (Jarrón de flores; amapola roja), que forma parte de la colección que podemos admirar en el Musée D’Orsay en París.

La música creada por el sexteto nos pone en órbita con sus combinaciones de bajo acústico en diálogo con las notas cristalinas características de la técnica desplegada por Sylvie Courvoisier, en ritmo sedoso, lento, erotismo en aromas evanescentes, volutas que se elevan levantando sonidos suaves en las trompetas, piano pulsante, atmósfera de ensueño.

La siguiente pieza, La joubarde aragnaineuse (La siempreviva arañosa), elonga los ámbitos de misterio y ensoñación que cultiva Chimaera. Los pasajes ondulados, los ritmos de vals lento, los acordes en eco entablan sinfonía, cantata, obra mayor.

El mundo de Odilon Redon impera. Partout des prunelles flamboient (En la plenitud de las pupilas flamboyantes), inspira la pieza final del tomo uno del álbum. Esa obra de Redon es una litografía de una serie de 23 realizadas sobre porcelana. La serie entera se titula La Tentation de Saint-Antoine.

Y esa serie inaugura el tomo segundo de Chimaera con una pieza bajo la inspiración de otra de esas litografías, denominada La chimere aux yeux verts tournoie aboie (La quimera de ojos verdes que giran y ladran) y la culminación no puede ser más exquisita: Le sabot de Venus, otra de las obras de Odilon Redon.

Eso en cuanto a la pintura. En lo que toca a la literatura, el nuevo disco de Sylvie Courvoisier es un buen ejemplo: el título del disco y la pieza que abre el álbum, Bell Bones, proviene de un pasaje de la novela del escritor argentino Hernán Díaz, Trust, ganadora del Premio Pulitzer en 2022.

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▲ El nuevo disco de la compositora y pianista Silvie Courvoisier, Bell Bones, es la síntesis de su trabajo con Mary Halvorson y del arsenal de recursos artesanales y habilidades técnicas que la caracterizan.Foto tomadas de la página web de la artista

Explica Sylvie: este libro es muy interesante por la forma en que aborda las percepciones dispares que la gente puede tener de una misma historia. La frase Campanas de hueso, explica, me gustó por su calidad poética.

Este nuevo disco, Bell Bones, es el tercero que graba con la guitarrista neoyorquina Mary Halvorson. Los anteriores son igualmente fascinantes: Crop Circles, de 2017 y Searching For the Disappeared Hour, de 2021.

Desde la pieza inicial se asoman referentes, como la música de Erik Satie en guiños suaves, sin llegar a la cita textual para enseguida hacer asomar la melena pelirroja de Pat Metheny también en maneras insinuantes.

Saltan enseguida también las constantes en la música de Courvoisier: los racimos de notas (clusters), los efectos deslizantes, mientras Halvorson ejecuta también notas deslizadas y hace remates espectaculares con efectos electrónicos y logra a su vez referentes importantes, en este caso la música acuática del compositor chino Tan Dun.

Los guiños a referentes clásicos son también evidentes en el excelente disco anterior de un dúo instrumental muy sui generis: piano y guitarra acústica (Courvoisier / Halvorson). La pieza inicial de Searching for the Disappeared Hour, realiza guiños a la Sonata Claro de Luna de Beethoven, sin llegar a una interpretación tal cual de esa pieza, sino solamente como reminiscencia poética.

Los efectos sonoros de piano y guitarra se extienden a El Caribe: la tercera pieza, Folded Secret, tiene un pasaje que suena a Steel Drum, esos instrumentos fabricados originalmente con desechos de tambos vacíos de petróleo y hay exquisiteces tales como la siguiente pieza, Nags Head Valse, una composición de particular encanto, ternura, imaginación y contento, construida con el sonido de los pianos de juguete que popularizó John Cage, otro de los referentes de Courvoisier / Halvorson, de quien también toman la técnica del piano preparado: hacer sonar el arpa interior del piano, percutirlo, indagar en lo que Cage denominó música paisaje.

La quinta pieza, Beclouded, es otro ejemplo de la capacidad lúdica de estas artistas, donde el escucha forma parte de los mecanismos que se activan en la mente al sonar de los instrumentos de manera juguetona, imaginativa, siempre de sorpresa en sorpresa.

En este caso es una bonita ironía porque a pesar del título, Nublado, se trata de una música muy alegre, colorida y juguetona. Algo así como: al mal tiempo, buena cara. Hay un pasaje extenso de esta obra donde emerge otro gran referente: Conlon Nancarrow y su velocidad de piano a mil dedos para luego emitir chispazos de luz y, nuevamente, las notas cristalinas muy propias de Courvoisier.

La siguiente pieza, Silly Walk, es un prodigio de narrativa musical. Aparece en el imaginario un personaje que se parece mucho a Till Eulenspiegel, ese anti héroe de Richard Strauss para después tornarse en Pulchinela, ese ente de la Commedia dell”arte a quien Igor Stravinsky puso música para ballet. Y también en la continuación del disco, Flat Queens, aparecen personajes mientras suena la guitarra a lo Bill Frisell y el piano a una velocidad deslizante y los sonidos emergen, saltan, vuelan como cuando abrimos una caja de juguetes para que en la pieza final, Cristellina e Lontano, reaparezcan todos los personajes que poblaron las piezas anteriores en una conclusión epifánica y lo que queda al final es una nota suspendida en el aire, como una partícula divina.

@PabloEspinosaB

disquerolajornada@gmail.com