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Tumbando caña

Salón Los Ángeles, 88 años de resistencia y baile

S

e dice fácil 88 años, pero cuánta vida, cuánto gozo, cuánto deleite, cuántas emociones nos ha brindado el Salón Los Ángeles. Esta celebración nos hace reflexionar en la importancia que ha tenido este recinto en la vida social de la Ciudad de México.

Hay que recordar cómo era nuestra ciudad capital por aquellos años en que apareció el Salón Los Ángeles y su transformación como espectro urbano cuando apenas rebasaba el millón de habitantes; cómo era su gente y sus hábitos, y las posibilidades que tenía en términos de entretenimiento y sana diversión. La ciudad era un espacio casi rural que se iba ampliando con la migración de los estados del país y la llegada de migrantes de otras nacionalidades. Una ciudad culturalmente árida, con pocas posibilidades de esparcimiento que, por lo mismo, el baile popular en recintos dedicados para tal ejercicio era la opción más certera. El empresario Miguel Nieto de Acántara vio en ello una posibilidad de negocio y, en lo que fuera una bodega de carbón, dio vida el 29 de julio de 1937 al Salón Los Ángeles. Llamado así en honor a Nuestra Señora de Los Ángeles, la Virgen milagrosa encontrada en 1635 por los rumbos de la colonia Guerrero. Desde entonces se ha desarrollado en este icónico espacio una actividad músico-danzaria que interactúa con la ciudad más poblada del país, y que por esa relación intrínseca ha propiciado un gran efecto en términos de salud social.

El Salón Los Ángeles, con sus ires y venires, ha sido más que un espacio para el baile. Es, a decir de sus parroquianos, “un paliativo pa’ la tristeza”. Hay que ver los martes o domingos, que son sus días fijos, cómo llega el público con una actitud y sale con otra, una que muestra felicidad por haber tenido un momento de regocijo y solaz esparcimiento. Ese bienestar del alma que sólo da la música. Sobre todo la que va destinada al cuerpo.

El baile, como dice Jorge Alberto Manrique, por su carácter mismo de actividad espontánea y en cierto modo irreflexiva, no resulta materia que se preste a un exhaustivo análisis. No, por lo menos mientras sea la expresión natural, vívida de una emoción indescriptible.

Qué sabroso es bailar en el Salón Los Ángeles, que emocionante y vital es desplazarse por la pista de madera al compás de un buen danzón, un son cubano, mambo, chachachá o cumbia, géneros que con más frecuencia se ofrecen en la Catedral del Dancing Mexicano. Disfrutar el dulce contoneo con esas orquestas legendarias, como la de los 15 Campeones de Carlos Campos, la Danzonera de Chamaco Aguilar, la Orquesta de Pérez Prado que, como sea, mantiene el legado del legendario Cara e’foca; la explosiva Sonora Dinamita o el grupo sonero de la Nueva Nostalgia, mismas que sonarán en esta 88 celebración.

En Los Ángeles el baile es religión. Una retórica pagana dice: a La Villa, por el milagro guadalupano, a Los Ángeles, por el milagro del cuerpo.

En lo particular, me gusta ir al Salón Los Ángeles porque es el pretexto perfecto para encontrarme con gente gozadora con la cual compartir un bailecito, un trago amable, charlar y celebrar la vida.

Debo confesar que tengo el mismo deliquio: bailar y ver bailar. Me gusta observar al público y cómo se comportan: ver a esos maravillosos bailadores de danzón desplazarse con elegancia por la pista; las dinámicas salseras en uno o dos de integrantes de academias de baile y a los iniciados en el baile mezclarse con los experimentados y aprehender los pasos de salsa, cumbia, mambo o chachachá, evidenciando más sesiones de baile y prometer regresar para seguir pataleando la pista.

Luego de ser testigo de los que llegan a cazar, los que van en busca de la aventura, que invitan a la mujer elegida y sin importar quién es, qué edad, religión o situación económica tiene, la llevan a la pista. Él, que es un experimentado en el tema, poner control en el baile y exigir, sin decirlo una intimidad física. Ella, fingir ceder y aceptar, permitiendo que una persona que no conoce le toque y la conduzca. Colaborar para que fluya el baile, esa es la gran lección. Porque si ella no sabe o no accede, el experimento no funciona y el mundo se rompe a pedazos.

Ay, el baile. Esa actividad lúdica, sensual, amorosa, totalizante… fenómeno de vida que en el Salón Los Ángeles se da con puntualidad. Bailemos pues, que bailar es soñar con los pies.

Cabe decir que con motivo de su aniversario, el Salón Los Ángeles preparó dos sendos programas: el sábado con el cumbiambro Alberto Pedraza encabezando el cartel con las agrupaciones ya citadas. Y el sábado 9 de agosto programa juvenil, que incluye el surf playero del Sr. Bikini, circo y baile de Triciclo Circus Band, cumbia chacotera con Tropikal Forever y la música de experimentación y mezcla de diversos géneros de Insulini y Los Espantasuegras.

¡Allá nos vemos!