onald Trump es una personalidad estrafalaria y es el jefe indiscutido de la derecha y la ultraderecha planetarias. El catedrático emérito de historia de la Universidad de Princeton, Jan T. Gross, escribe que la única vez que Trump fue sorprendido con un libro en las manos, ocurrió cuando alzó la Biblia para una foto frente a la iglesia de St. John, en Washington, durante las protestas por el asesinato de George Floyd.
Así, no es tan raro que las universidades de investigación de EU estén siendo asfixiadas mediante cancelaciones a su financiamiento público, restringiendo su autonomía académica e impidiendo la inscripción de muchos de los mejores estudiantes del mundo. El mandatario suele autoinfligirse balazos en el pie: el caso de las universidades es uno de ellos.
La cultura política dominante estadunidense tiene dos cimientos históricos: 1) el colonialismo de poblamiento, con un componente de colonialismo brutal, de exterminio de los grupos aborígenes; y 2) la ignominia perenne de la esclavitud negra.
De esa historia deriva una singularidad política de EU: supremacismo blanco, autoritario y propietarista. La propiedad se funda mediante la ocupación y el despojo, y por la masacre de los poseedores primigenios. Esos hechos constituyen uno de los capítulos de mayor alcance de la acumulación originaria del capital, teorizada e historizada por Marx. Esa historia de despojo territorial se extiendió en seguida: México fue cercenado de 55 por ciento de su territorio, que incluyó a los actuales estados de California, Nevada, Utah, Nuevo México, la mayor parte de Arizona y Colorado, y partes de los actuales Oklahoma, Kansas y Wyoming.
El capitalismo arranca desde esos despojos, pero le hacía falta otro componente decisivo: el proceso por el que el oro se convierte en equivalente general, es decir, en dinero. Ese filón lo aportaron a ríos las colonias españolas, especialmente Potosí (Perú) y Zacatecas (Nueva España). También ocurrió mediante el despojo y la esclavización. Hará falta aún el componente definitivo, para que el capitalismo pudiera volar: la creación de los mercados laborales. El capitalismo hablará entonces de libertad
: los trabajadores deben ser libres; libres porque no son propiedad particular de nadie, y libres, o liberados (despojados) de toda propiedad, y así verse obligados a vender su fuerza de trabajo. Esos procesos crearon un capitalismo global racial infame. El discurso de la libertad
exige: libertad para comprar y vender todo, comprar entre otras cosas la fuerza de trabajo: se creó así la base imprescindible de la explotación salarial.
La acumulación de capital que Trump persigue con frenesí incluye las pulsiones más primarias del capitalismo racial, pero también las más modernas
del capitalismo rentista, especulativo e improductivo. El presidente estadunidense acumula bienes inmuebles y tierras en forma de campos de golf, y crea su propio fraude piramidal legal llamado TrumpCoin. La página web Trump Golf muestra fotos de 18 campos de golf y proclama: Desde Escocia hasta Palm Beach, desde Los Ángeles hasta Dubái, Trump Golf alberga una colección de las propiedades de golf y campos de campeonato más emblemáticos del mundo
. Como sus antecesores primitivos, Trump quiere territorios adquiridos por el despojo: anexarse Canadá, Groenlandia, el Canal de Panamá, Gaza y partes de Ucrania.
Una codicia sin límites y una ansia infinita de poder, para aplastar a quienes se opongan, sean quienes sean y estén donde estén, no puede dar otro resultado que una mentalidad de ultraderecha. Es un orgullo ser dignísimo representante de los capitalistas racistas más extremos. El capitalismo inglés fue líder entre fines del siglo XVIII y fines del siglo XIX y hubo de ceder el mando a EU, que ha sido la fuerza dominante hasta la fecha. Europa ha sido parte de ese poder y todos han explotado al conjunto planetario. Esas potencias, con EU a la cabeza, tuvieron en sus manos el dominio cultural, científico, tecnológico y militar, sin rivales. Fueron también responsables del sufrimiento de millones de asalariados explotados y de millones de excluidos; y produjeron sin freno guerras espantosas.
El capitalismo gringo expresa a gritos su ruta en picada. El dólar anda en la borrasca, cada vez más cuestionado. La reindustrialización añorada por Trump no ocurrirá y las guerras no cesarán: son consustanciales al capitalismo, más aún carente ya de discurso hegemónico.
Trump no tiene por ahora contrapesos internos y cometerá los peores desmanes. EU y el entero sistema imperialista quieren ganar dinero encerrados en sus búnkeres, con sus ejércitos actuando.
El desengaño en las mayorías sigue haciendo su trabajo. La derecha y la ultraderecha de Occidente lo perciben y buscan nuevos caminos. Trump se está uniendo a la estirpe de los defensores del statu quo, como los Viktor Orbán, Narendra Modi, Netanyahu, Giorgia Meloni, Milei, Bolsonaro, Bukele, Daniel Noboa, Santiago Abascal… Las mayorías no hallan aún el modo de su organización para el futuro.