Opinión
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Ciudad perdida

Baches: inacción ante el problema

S

i alguien con buen ánimo y mejor humor le cuenta a usted que el problema de los baches que inunda la ciudad se resolverá en breve, tiene usted el derecho de mandarlo o mandarla muy lejos y con malas palabras, porque pretende engañarlo o engañarla.

La ciudad está enferma, padece un mal que se ha extendido ya a todo su territorio, al que las promesas no le hacen mella; por el contrario, cada vez que se dice que se inicia una campaña para combatirlo se hace más grande, se agrava, se vuelve más fuerte, crónico, endémico.

Poco antes de que se iniciara la temporada de lluvias se prometió un esfuerzo a fondo para terminar con el problema, y se hizo, eso nadie lo puede negar, con conocimiento de causa. La temporada de lluvias estaba a la puerta, pero se hizo la promesa. Todos sabían y saben que pavimentar en tiempos de lluvia es tirar el dinero a la basura, es decir, es un empeño inútil que no tiene posibilidades de triunfar.

Y también se tuvo en cuenta que ante el reclamo popular por la inacción frente al problema, las dependencias federales echarían la culpa a las locales porque las avenidas, por ejemplo, le corresponden, en su mantenimiento, a los organismos del gobierno federal; mientras en la Presidencia se dirá que las 25 mil calles, distribuidas en más de 2 mil colonias de la ciudad, son parte de la responsabilidad del gobierno de la ciudad.

Sea como fuere, las calles, las avenidas, las banquetas de toda o de casi toda la ciudad muestran el accionar del gobierno hacia su comunidad. No hay colonia que no padezca la epidemia, sí, de los hoyos en las vías de comunicación, pero principalmente sus gobernantes.

Que quede claro: por alguna razón no dicha, los gobernantes de la Ciudad de México se han negado a resolver el problema, que no sólo deriva en las demandas cotidianas, por cientos de denuncias al día, sino en serias afectaciones para la ciudadanía. Los automóviles sufren daños de todo tipo al caer en los hoyos y luego sus dueños no tienen el dinero suficiente para componerlos, y más si se trata del vehículo que sirve como su instrumento de trabajo, es decir, el problema se convierte en un drama familiar grave.

También tiene que ver con la salud, las caídas que han sufrido personas de la tercera edad se han multiplicado porque parece imposible transitar por las banquetas ya casi desaparecidas, y no sólo cada vez es más frecuente ver a personas de todas las edades sorteando hoyos en el arrollo vehicular con el peligro de ser atropellados por un auto o camión y esquivando las banquetas descuadradas. Tropezando una vez con la banqueta rota y siempre con malos gobernantes que no hacen nada por componer la situación.

Así que la idea es tomar todo tipo de precauciones frente a la pandemia de los hoyos y las banquetas descuadradas porque, en serio, nadie va a hacer nada por componer la situación. Tal vez al término de la temporada de lluvias se pueda hacer algo, por eso es importante que usted sepa que el remedio no será en breve. Téngalo en cuenta y no se deje engañar.

De pasadita

Y por cierto, ya que hablamos de enfermedades extendidas en toda la capital, no debemos olvidarnos de los motociclistas que siguen transitando sin ningún reglamento que les impida cometer toda clase de arbitrariedades.

Circulan donde sea y como sea. Para ellos no hay luces rojas en los semáforos ni prohibición alguna para circular, simplemente hacen lo que les viene en gana, así que antes de que esto que está a punto de convertirse en el factor más importante del caos vehicular que padece la ciudad se salga de madre, alguien debería mandarlo parar ¿no?