or las calles de Tijuana, Baja California, pueden encontrar a Sandra, del pueblo náhuatl, vendiendo pan en su triciclo de lunes a viernes. Trabaja arduamente para alimentar a sus tres hijos. Sandra decidió salir de su comunidad en junio de 2024 cuando su vida corría peligro, pues su ex pareja consideraba que tenía que vengarse. Para él, fue una gran traición que Sandra denunciara la violencia que vivía. Ella es originaria de Copanatoyac, municipio enclavado en la Montaña de Guerrero, donde todavía los usos y costumbres se encuentran muy arraigados. Al preguntarle acerca de los motivos de su migración, ella dice que su último esposo fue muy violento y que era cuestión de tiempo a que la matara. Recuerdo que después de huir de casa y pedir ayuda en Tlapa, me habló una vecina diciéndome que no regresara a la casa, pues ese hombre me esperaba machete en mano, para vengarse
. Esa alerta hizo que Sandra no volteara hacia atrás y huyera junto con sus hijos a la fronteriza Tijuana. Ayudada por su tía Petra que se encuentra en Nueva York, logró comprar los cuatro boletos de avión que le permitirán acariciar la libertad.
Al llegar a Tijuana se asesoró con la organización Al Otro Lado, que la apoyó a instalarse en un albergue de la zona. Comenzó el proceso de CPB One y desde aquella fecha esperó pacientemente todos los días a que su cita saliera. Puntualmente antes de las 9 horas estaba lista para llenar su solicitud. El tiempo pasó y los resultados electorales en Estados Unidos dieron como ganador a Donald Trump. Él sería el presidente número 47 de aquel país. En sus primeros discursos, Tump prometió reforzar la frontera y eliminar el programa CPB One, pues, según sus palabras, muchos criminales habían entrado al país
. Sandra se preocupó. No supo cuál sería el futuro de ella y de sus hijos, en caso de que Trump cumpliera su promesa. A principios de enero de 2025 la noticia esperada llegó. Había sido otorgada una cita para su cruce el 7 de febrero; sin embargo, no todo era tranquilidad. Sabía que cualquier cosa podría ocurrir cuando Trump rindiera protesta… Y así fue. El pasado 20 de enero, a pocas horas de su nombramiento, llegó un correo a Sandra diciendo que su cita en algún puerto de entrada había sido cancelada
. Su mundo se derrumbó. Sabía que lo único cierto es que si regresaba a Guerrero, moriría. Decidió quedarse a esperar su destino en Tijuana.
Pasaron los días, llegó una especie de resignación que la hizo buscar alternativas de vida en Tijuana. Rápidamente emprendió un negocio de venta de pan y atole, mientras por la tarde vendía tostadas; esto mientras sus hijos continuaban en la escuela. Sandra decidió dejar el albergue y alquilar un lugar aparte. Los días continuaron y Al Otro Lado la buscó. Le comentaron que estaban empezando un proceso legal contra el gobierno de Estados Unidos, esto por el cierre del CBP One, que, al contrario de lo que muchos piensan, fue un programa que ayudó a numerosas personas que, como ella, huían de la violencia. En la entrevista, Sandra narró lo que tuvo que pasar, la falta de justicia y omisión de las autoridades, y sobre todo, que no existen espacios de apoyo para mujeres indígenas que huyen de la violencia comunitaria. Sandra nunca imaginó el impacto que tendría su decisión, pues ella, junto con otras personas, comenzó una gran demanda contra el gobierno de Trump.
El pasado 2 de julio una corte federal de Estados Unidos dictaminó que las personas que se encuentran en ese país pueden solicitar asilo; siendo un primer paso para la demanda que Sandra interpuso de manera colectiva. Sin duda, es un logro importante, porque marca el avance de todas las leyes que Trump ha tirado por la borda. Esto da un respiro a los cientos de familias que esperan una salida a la violencia que se vive en sus países. Asimismo, es la esperanza para quienes sueñan encontrarse con sus familias. Sandra con el resto de las personas que conforman está acción legal están peleando contra un gobierno que parece Goliat; que impone aranceles a diestra y siniestra como medida de represión, y que incluso países más pequeños se han sometido. Nadie se imagina que esta sencilla mujer de una comunidad indígena de Guerrero, decidió confrontar a uno de los más poderosos líderes violadores de derechos humanos, como es Trump.
Sin duda, si esta demanda colectiva llegara a ganar, Sandra pasará a la historia como un ejemplo de las mujeres tenaces que tiene la Montaña, que a pesar de todos los retos de la vida no se arriendan, pues ella desde que nació es una guerrera.
*Integrante del Centro de Derechos Humanos de la Montaña Tlachinollan