Opinión
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León XIV, el Che y Fidel
E

n estos días de asueto que ya terminan, han llamado la atención de la opinión pública y por supuesto de la mía, dos noticias sin conexión aparente. La primera fue la invitación que la incansable (e indispensable) licenciada Rosa Icela Rodríguez, secretaria de Gobernación, hizo al Papa recién electo León XIV a visitar México. La otra es un hecho entre absurdo y chusco, el retiro de las esculturas sedentes de Fidel Castro Ruz y de Ernesto Che Guevara, líderes históricos de la revolución cubana, de una banca del parque de la colonia Tabacalera; precisamente a ellos que en vida han de haber tenido poco tiempo para estar sentados.

Los tres personajes coinciden en dos datos que destaco: no son mexicanos, pero por varios motivos son centro de atención de la opinión pública y los tres respetados por amplios sectores del pueblo mexicano. Los políticos revolucionarios vivieron en nuestro país antes de su aventura revolucionaria y las esculturas retiradas son un recuerdo de esa estadía protegida por el gobierno mexicano y alentada por políticos de la época, entre ellos Lázaro Cárdenas. Al mencionarlos, reconozco que de su grupo siempre me pareció más auténtico un tercero, Camilo Cienfuegos, quien murió cuando el avión que él mismo piloteaba se estrelló en el Caribe.

De Fidel y del Che, reconocidos ampliamente por el pueblo mexicano, admiro su lucha para liberar a su patria de un tirano tan negativo, entregado a Estados Unidos, como fue Batista.

Sin embargo no he sido partidario de recurrir a la violencia y al uso de las armas en materia política y opino que la mejor forma de enfrentarse a un sistema antidemocrático o dictatorial es por la que optó el pueblo mexicano en 2018.

Las precisiones que hago al relacionar a los líderes revolucinarios con el pontífice romano, me sirven de punto de partida, para reflexionar sobre los resultados de la llamada 4T. No somos marxistas ni se logró el cambio de régimen en forma violenta, pero reconocemos el valor y el patriotismo de quienes, jugándose la vida, lograron liberar a su país de una dictadura que había convertido a Cuba en un espacio de desenfreno y diversión para sus vecinos estadunidenses.

Nuestra Constitución nos define como un Estado que a pesar de tener una mayoría de católicos, respeta todas las religiones y también a los que no tienen ninguna, librepensadores o escépticos; desde la guerra de Reforma, en el siglo XIX, se logró esa que fue una segunda transformación, la separación entre Iglesia y Estado y, por tanto, la convivencia pacífica entre ambas instituciones que comparten a sus integrantes que ya, sin ninguna dificultad podemos ser simultáneamente fieles de la Iglesia y ciudadanos responsables.

Los barbones revolucionarios acudieron a las armas y lograron vencer al régimen pro yanqui con las armas en la mano y remontados en la Sierra Maestra. En México, en las primeras tres transformaciones hubo derramamiento de sangre y enfrentamientos entre compatriotas. Lo admirable de la 4T es que logró derrotar a un sólido sistema antidemocrático que falseaba las elecciones, controlaba a las fuerzas armadas, los recursos económicos y las relaciones exteriores y, a pesar de eso, con la tenacidad del dirigente AMLO, a la tercera vez que participó en elecciones, a fuerza de votos, se consiguió el cambio que conocemos como 4T.

A través de nuestra historia logramos primero la independencia del imperio español. La guerra causó muchos estragos, despertó odios y los fusilamientos de ambos bandos estaban a la orden del día; finalmente se dio el paso firme y México logró ser un Estado soberano, con un territorio para entonces muy extenso y no muy bien definido, fue la primera transformación.

La segunda, que consiguió la separación de Iglesia y Estado, también se logró mediante la guerra de Reforma y luego la lucha contra el imperio de Maximiliano para que el Estado mexicano no tuviera ninguna definición religiosa y se respirara un aire de mayor libertad y tranquilidad, de tal modo que desde entonces Estado e Iglesia católica han convivido en una relativa tranquilidad sólo interrumpida con la guerra cristera de los años 20 del siglo pasado.

La tercera transformación fue la derrota de las dictaduras de Porfirio Díaz, primero, y posteriormente de Victoriano Huerta. Se dice que la Revolución Mexicana, tercera transformación, costó un millón de vidas de conciudadanos.

Ahora, con la 4T, que tuvo un momento culminante en 2018 y que es una transformación pacífica, quedó claro que podemos invitar al Papa que está al frente de la Iglesia católica, sin temor alguno y con toda tranquilidad, sin dejar por eso de ser un Estado laico y también podemos tener tranquilamente sentados en una banca de un parque a dos dirigentes marxistas, sin que seamos ni dictadura del proletariado ni un país comunista.

Los principios de justicia social son claros basados en la ética: primero los pobres, no mentir, no robar y no traicionar al pueblo.