Leyes y realidades
ué obsesión porque eutanasia y suicidio asistido sean legalizados en México. ¿Sí sabe usted que desde las civilizaciones antiguas se llevaban a cabo esas prácticas sin pedir autorización a nadie? El libre albedrío siempre es difícil a la hora de decidir si se termina o se sigue padeciendo una vida que parece insoportable, pero son cuestiones privadas en las que no tiene por qué intervenir autoridad alguna, ni siquiera el médico o el sacerdote, excepto el criterio y la decisión del enfermo y su familia, que moralmente sabrán o no lo que puedan hacer”, escribe Brenda Palacios.
Libre albedrío es concepto que se nombra mucho y se practica poco, sobre todo si hablamos de “la autodeterminación o decisión individual, independiente –ojo– de la imposición o presión externas, y según los motivos de quien tiene capacidad de obrar”. En la actualidad el problema se agudiza por la enorme manipulación de la gente a través de las tecnologías, lo que volvió artificial tanto la vida como la muerte, es decir, ajenas a un proceso natural humano. La coacción a que es sometido el sujeto casi impide la opción de elegir con libertad y oportunidad. Si le añadimos la escasa información… En las familias y en los Estados los derechos que tiene la muerte por causas naturales han sido proscritos ante un vitalismo tan pueril como redituable, por lo que en el reciente medio siglo apenas se ha avanzado en este sentido, y el atraso en materia de leyes y reglamentos refleja ese conveniente abismo entre legisladores y realidad. Para ellos, proteger animales resulta más civilizado que proteger enfermos terminales o pacientes con padecimientos incurables pero sin autonomía para decidir. Muy pronto factores económicos convencerán al sistema de apostar por humanismos más serios que prohíban, para siempre, prolongar agonías artificialmente.
Luis Rubio Nájera señala: Cuando plantea posibles interrogantes de por qué en menos de 10 por ciento de los países del mundo (195) eutanasia y suicidio asistido no son legales, faltó una fundamental: los intereses de las grandes farmacéuticas ante el temor a dejar de ganar miles de millones de dólares por la venta de medicamentos a personas en estado crítico y sin esperanza de recuperar un nivel de salud digno
. Tiene toda la razón, don Luis, y además el temor de las religiones a perder su influencia en tan difícil trance
. ¿O será mera transa?