Estambul, el acueducto romano de Valens

stambul, Constantinopla o Bizancio, tres nombres para una sola ciudad que representan los diferentes capítulos de la historia con una riqueza cultural resultado de los diferentes periodos de dominación. Suele confundírsele como la capital de Turquía por ser la ciudad más visitada del país a cuya sombra queda Ankara, la capital, oficial. El nombre Estambul es oficial desde 1930 cuyo origen es Islambol
que significa ciudad del islam.
En medio del tráfico a veces exasperante y en pleno corazón de la ciudad, en esta fascinante urbe donde el pasado convive con el presente a cada paso, donde oriente y occidente se encuentran, se levanta uno de los atractivos menos conocidos pero más impresionantes del legado romano en la antigua Constantinopla: el acueducto de Valens. Esta monumental obra de ingeniería que ha desafiado los siglos, es testimonio del esplendor y la sofisticación del imperio romano que llegaría hasta oriente.
Su construcción data del siglo IV dC bajo el reinado del emperador Valens, de ahí su nombre. Este acueducto de materiales como ladrillo y piedra, fue parte esencial del sistema de abastecimiento de agua de la ciudad. Contaba con más de 250 kilómetros de canalización que recolectaba el líquido desde fuentes a las afueras de la ciudad, garantizando así el suministro a palacios, baños públicos, fuentes y cisternas. Se conservan cerca de 700 metros y pueden apreciarse hoy en día dando la impresión de atravesar un puente pues de manera un tanto imponente, atraviesa la moderna avenida Atatürk Bulvarı, que lleva al aeropuerto internacional.
Los pilares tienen un grosor de casi cuatro metros de ancho y cuentan con una protección de unos obstáculos para evitar que puedan ser dañados ante posibles accidentes al ser una vía intensamente transitada durante el día. Los arcos dobles se elevan en su parte más alta hasta 29 metros, cual testigos silenciosos del paso de imperios recordando al visitante que Estambul no sólo fue puente entre Asia y Europa, sino también entre épocas y civilizaciones.
Como si fuera poco, una bella mezquita se encuentra prácticamente al pie del acueducto, en una colina que puede apreciarse desde diferentes puntos de la ciudad; se trata de Șehzade o mezquita del Príncipe, construida en el siglo XVI por el emperador otomano Suleiman El Magnífico, en honor a su hijo fallecido en 1543. Durante el periodo otomano (1299-1922) el acueducto fue cuidadosamente mantenido y en el siglo XVIII fue ordenada una restauración bajo el mandato del sultán Mahmud I.
Esta admiración y respeto por las obras del pasado es una de las razones por las cuales Estambul es una ciudad de singularidad incomparable: aquí, el legado romano convive con mezquitas imperiales y torres bizantinas con modernos tranvías, mercados que durante siglos funcionan al lado de modernas cafeterías donde se disfruta de un buen café moka. Hoy, el acueducto de Valens no sólo es un monumento, sino un símbolo de resistencia y continuidad.
A pesar del crecimiento urbano, de terremotos y del paso del tiempo, sigue majestuoso como un ejemplo viviente de que las obras de ingeniería de aquellos tiempos resistirían el paso de siglos de historia donde el agua como fuente de vida, merecía una obra de esta naturaleza. Visitar el acueducto, cruzarlo en vehículo es mucho más que intentar detenerse en medio del tráfico para captar una instantánea de las ruinas en pleno corazón de la ciudad, es contemplar siglos de historia a través de una obra de ingeniería ejemplar.
Alia Lira Hartmann, corresponsal