Viernes 25 de julio de 2025, p. 5
Después de tres siglos de haber sido abandonada y devorada por la selva, la perdida “tierra del jaguar blanco”, Sak-Bahlán, vuelve a figurar en el mapa. Mediante un modelo predictivo, basado en el uso de sistemas de información geográfica (SIG), el investigador del Instituto Nacional de Antropología e historia (INAH) Josuhé Lozada Toledo desarrolló un mapa para su ubicación, el cual permitió que el Proyecto Arqueológico Sak-Bahlán, codirigido por los doctores Brent Woodfill y Yuko Shiratori, de las universidades de Winthrop, Estados Unidos, y Rissho, Japón, avanzara en la ubicación de la considerada última ciudad de los lacandones rebeldes de Chiapas.
“Este libro trata de un etnocidio”, así empieza La paz de Dios y del rey (1988), texto del historiador e investigador Jan de Vos (1936-2011) sobre el sistema colonial que aniquiló a los lacandones-ch’olti’es, los últimos mayas rebeldes de Chiapas, cuyo reducto definitivo, Sak-Bahlán, fue divisado en 1695 por fray Pedro de la Concepción, y que al poco tiempo sería sometido y renombrado Nuestra Señora de los Dolores.
La búsqueda del sitio en la Reserva de la Biosfera Montes Azules habría sido infructuosa sin el modelo predictivo del investigador Lozada Toledo.
El investigador explica que en este lugar, los lacandones-ch’olti’es mantuvieron su independencia durante 110 años, después de que su capital, Lacam-Tún (Gran Peñón), fuera tomada por los españoles, en 1586. Luego, en 1721, fue abandonado y devorado por la selva.
Mediante los SIG, el especialista reconstruyó las rutas de comunicación prehispánicas e históricas de los grupos mayas. “Tomé datos de la crónica del fraile De Rivas, de 1698; por ejemplo, narra que ese año, él y una tropa de soldados partieron de Sak-Bahlán y caminaron cuatro días hasta el río Lacantún. Navegaron por dos días y llegaron a El Encuentro de Cristo, donde el afluente se une con el río Pasión, y dejaron sus canoas para luego caminar hasta el lago Petén Itzá, en Guatemala.
“A partir de esos sitios, los cuales tenía georreferenciados, hice una conversión de los cuatro días aludidos, desde algún punto del río Lacantún hasta Sak-Bahlán”, explica.
Detalla que consideró variables como el territorio; es decir, las capas de altimetría y de vegetación; la capa de cuerpos de agua y el peso del cargamento por persona, que al juntarlas ayudaron a desarrollar “la propuesta en el mapa y a obtener un rango aproximado de dónde podría ubicarse Sak-Bahlán”.
Esta experiencia, en la que también participaron los arqueólogos mexicanos Rubén Núñez Ocampo y Socorro del Pilar Jiménez Álvarez, “es el recorrido de campo más pesado que he tenido en mi vida, pero, finalmente, encontramos la evidencia arqueológica, justo en el punto que había marcado”, señaló en un comunicado emitido por el INAH.
La localización del sitio, cercana a los ríos Jataté e Ixcán, es el comienzo de una historia que entrelazará las crónicas virreinales y la evidencia material. Hasta el momento, el proyecto arqueológico ha realizado dos temporadas de campo para mapear el sitio y elaborar pozos de sondeo, con el fin de definir su ocupación temporal; fue inscrito por la iniciativa de investigación, que cuenta con el aval del Consejo de Arqueología del INAH como “Sol y paraíso. Probablemente Sak-Bahlán”, en el Registro Público de Monumentos y Zonas Arqueológicos e Históricos.