Opinión
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Joyas vivientes
A

l ver volar de cerca un diminuto colibrí y advertir el luminoso colorido de su plumaje, su perfecto diseño y asombrosa velocidad de vuelo me viene a la mente una joya viviente. De las 58 especies que habitan en la República mexicana hay muchas cuyo plumaje, particularmente en los machos, es de una belleza espectacular ya que poseen colores iridiscentes que cambian con la luz y proyectan el brillo de piedras preciosas. Hay de distintos tonos de verdes, morados, naranjas, rosas, azules, rojos o dorados.

En la cultura mexica el colibrí tenía una íntima relación con su poderoso dios Huitzilopochtli, quien era llamado Colibrí zurdo o Colibrí del sur, deidad de la guerra, aunque también lo representaban como el águila. Era tal la veneración por la pequeña ave que cuando un guerrero moría en batalla, por un tiempo acompañaba al Sol desde el amanecer hasta el mediodía y regresaba a la Tierra convertido en colibrí para gozar del néctar de las flores.

Es uno de los regalos que nos dio la naturaleza y sólo existe en el continente americano. Según la especie, su peso oscila entre dos gramos y los más grandes alrededor de 20; el colibrí abeja es el ave más pequeña del mundo y el vertebrado de sangre más caliente. Paradójicamente sus estrechos picos, que pueden ser rectos de longitudes variables o muy curvados, son en general muy largos.

Es sorprendente la velocidad a la que vuelan, baten las alas a una velocidad de hasta 80 veces por segundo, gracias a un elevado metabolismo que depende de la búsqueda de azúcares en el néctar de las flores. Sus alas relativamente largas y blandas poseen una estructura anatómica que les permite volar como un helicóptero en cualquier dirección y son capaces de planear.

Es interesante conocer su dieta ya que el néctar es un alimento energético, pero pobre en proteínas, vitaminas y minerales. Por eso también consumen insectos y arañas para alimentar a sus crías; algunas especies lo complementan con fruta. Debido a la gran cantidad de energía que utilizan en el vuelo necesita comidas frecuentes, ingieren hasta cinco veces su peso corporal por día.

Otra característica única que poseen es que en las noches entran en un estado de letargo, un tipo de hibernación a corto plazo durante el cual la temperatura corporal, la frecuencia cardiaca y la respiración disminuyen drásticamente, reduciendo su metabolismo hasta 95 por ciento. Esto llevó a los antiguos mexicanos a pensar que eran capaces de morir y resucitar.

De la importancia del prodigioso pajarito nos habla el que la prestigiada revista Arqueología Mexicana, le haya dedicado su edición especial 120. El número lo coordina la doctora María Olvido Moreno Guzmán, experta en el tema, particularmente en la plumería. Fue la encargada por parte de México de restaurar el debatido Penacho de Moctezuma que custodia el gobierno austriaco, en el Museo del Mundo, en Viena.

El trabajo duró dos años y se realizó una profunda investigación en la que participaron biólogos, ornitólogos, ingenieros, historiadores y muchas otras especialidades. Ella fue fundamental para reconocer de qué aves de México procedían las plumas, para sustituir con las misma las faltantes o maltratadas y entre ellas se encuentran las de los colibríes.

Nos explica en la introducción que el título Colibríes en México y no Colibríes de México, obedece a que varias de estas pequeñas aves que se encuentran en territorio nacional, corresponden a especies que realizan migraciones fuera de nuestras fronteras, llegando hasta Alaska y Centroamérica.

El número especial tiene una gran riqueza ya que, además de las cuestiones ornitológicas –se concentran en las 58 especies que habitan en México– se abordan desde las perspectivas de la arqueología, la antropología, la historia y el arte de nuestro país. Señala Moreno que con estos enfoques, los contenidos temáticos son muy variados y se entrelazan con los interesantes e ineludibles aspectos ornitológicos.

Una parte fascinante son las imágenes que muestran el trabajo notable que realizaron los plumajeros novohispanos, en los que destaca el uso de las plumas de colibrí. Mediante la técnica del mosaico ofrecieron al mundo una manifestación artística de origen mesoamericano que se consideró como una nueva forma de pintar en la dinámica de la primera globalización del siglo XVI. No hay que perderse la revista, la va a gozar.