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El socialismo en tiempos de Mamdani
Z

ohran Kwame Mamdani nació en Kampala, Uganda, en 1991. De origen hindú, sus padres, Mahmood Mamdani, reconocido catedrático de estudios poscoloniales en la universidad de Columbia, y Mira Nair, directora de cine y coautora del guión de la célebre cinta Salaam Bombay!, emigraron a Estados Unidos en 1998. Desde los años 70, ambos compartirían el mundo del activismo anticolonial, la lucha por la soberanía del pueblo palestino y las movilizaciones para hacer de EU una sociedad que reconozca el derecho a la diferencia y la justicia social. Su segundo nombre, Kwame, es una vindicación de K. Nkrumah, el paradigmático líder socialista que encabezó el movimiento por la independencia de Ghana en los años 40 y 50. Si el nombre es destino, Zohran se encuentra, al menos hasta ahora, en el camino de afirmar esta profecía. Sólo que en la ciudad probablemente más cosmopolita del planeta: Nueva York.

Es también la urbe en que creció desde los siete años. Asistió a la escuela pública y cursó una licenciatura en Bowdoin College, en la especialidad de estudios africanos. En 2015, se unió a las organizaciones que apoyan el acceso a una vivienda digna en el distrito de Queens. No es cualquier distrito. Se trata de una vasta zona con 2.5 millones de habitantes, en su mayoría trabajadores y migrantes recién llegados. Golpeada particularmente por la devastación de la pandemia, Queens, gigantesco archipiélago de culturas, lenguas y costumbres, resume por su pluralidad y diversidad el espíritu que ha hecho de la migración un sinónimo de la nación.

En 2020, Mamdani devino concejal por el Partido Demócrata, cargo que refrendó sin oposición en 2022 y 2024. Basta con revisar su currículo como representante en la Asamblea Estatal de Nueva York para entender el consenso que hoy lo apoya en Queens: 20 propuestas de ley, de las cuales tres fueron aprobadas; promotor de tres comisiones de auxilio legal para inquilinos pobres en conflicto; presupuestos para desarrollar la construcción de viviendas sociales.

En esos años, ingresó a las filas de la organización Democratic Socialists of America (DSA). Fundada en los años 90 a raíz de una escisión en el Partido Socialista, DSA ha crecido de manera insólita en todo el país. En 2015, contaba con unos 6 mil miembros. Después de la campaña de Bernie Sanders en 2016 y de las redes sociales de grupos de apoyo durante la pandemia, su militancia aumentó a 90 mil inscritos. Hoy supera 300 representantes electos, distribuidos entre el Congreso y los parlamentos y consejos locales. En principio, no es aventurado afirmar que esta peculiar organización está redefiniendo lo que significa hoy la izquierda y su idea sobre el socialismo.

DSA no participa directamente en elecciones. En cambio, apoya candidaturas en el Partido Demócrata o bien independientes que coinciden con sus programas. Se trata de una suerte de gran y eficiente paraguas social con salidas políticas. Sin duda, una versión insólita de la relación entre lo político y lo social en la tradición de la izquierda. Su práctica reside en defender posiciones del mundo del trabajo desde una perspectiva intersectorial. Con frecuencia se le confunde con una versión estadunidense de la socialdemocracia europea. Una analogía difícil de sostener. Parte de la idea (negada por la socialdemocracia desde los años 50) de que socialismo y democracia son inseparables, y retoma el antiguo principio de Gramsci de la lucha de posiciones. Con ello ha logrado impulsar un giro en la política nacional en pleno auge de la ultraderecha.

Lo insólito fue el triunfo de Mamdani en los comicios primarios del Partido Demócrata para definir su candidatura para las elecciones por la jefatura de la ciudad el próximo noviembre. Insólito porque en su campaña se declaró devoto musulmán, contra el genocidio en Gaza y en defensa de transformar a Nueva York en una ciudad accesible para los que menos tienen a través de una reforma fiscal que grave los ingresos mayores. En su contra se desató una de las maquinarias mediáticas más poderosas de la actualidad: la prensa, la tv y las redes sociales de la ciudad. Aún así –o acaso por ello– aventajó por más de 10 por ciento a Mario Cuomo, el candidato del establishment.

Quienes votaron por Mamdani fueron sectores cercanos a la inmigración, la clase media y la extensa franja cultural neoyorquina. Le falta el voto del mundo del trabajo (casi siempre ausente en las elecciones primarias) para llegar sano y salvo a noviembre.

Acusado de terrorista por su denuncia del genocidio palestino y de comunista por la propuesta de una reforma fiscal, Mamdani sigue cosechando simpatías en una población que si vive en Nueva York está muy lejos de sus beneficios. Decisiva fue una parte del voto de la comunidad judía –sobre todo de los jóvenes–, aquella que se opone –desde EU– abiertamente al desquiciamiento militar de Benjamin Netanyahu. Cabe decir que expresa lo que ya se puede empezar a definir como un cisma judío.