os copiosos aguaceros que hemos padecido en las semanas recientes, que han causado inundaciones y han afectado gravemente a miles de personas, han tenido su lado bueno. La lluvia ha dado vida y lavado las hojas de árboles y plantas de la capa de contaminación y polvo que usualmente las cubre, con lo que los parques, camellones y jardines lucen su verdor y floración a plenitud.
Hace unos días lo apreciamos en un parque de Polanco poco concurrido, quizás porque es pequeño y no tiene juegos para niños, ni perros. Está impecable, la jardinería muy bien cuidada se protegió con una capa ligera de pedacería de tezontle negro que armoniza con las bancas de piedra de ese tono, con un diseño moderno muy atractivo. Aunque cueste trabajo creerlo, son cómodas y de temperatura agradable.
En el centro del parque se encuentra un espejo de agua de forma cuadrada donde se levanta una gran fuente en estilo brutalista, integrada con formas geométricas de diferentes dimensiones por las que brotan chorros de agua. La imponente escultura aparentemente es de autor desconocido, no está firmada y nadie parece saber quién la hizo, ni en qué fecha.
En un costado de la plaza, mirando hacia la avenida Horacio, se yergue la estatua de José Gervasio Artigas (1764-1850), quien fue un general, estadista y héroe nacional de Uruguay y de la región del Río de la Plata. Muchos lo consideran el padre de la nación uruguaya
. Luchó contra las fuerzas realistas, contra el gobierno centralista de Buenos Aires y contra los portugueses, buscando la independencia y la autonomía de los pueblos de la región. El monumento lo realizó Armando González, quien creó varios otros dedicados a Artigas.
A la plaza se le dio ese nombre para conmemorar a la comunidad uruguaya que se refugió en México durante la dictadura militar de los años 70 y que, al igual que tantas otros exilios, nos enriquecieron. Sin embargo, el parque data de fines de la década de los 30, cuando Polanco comenzaba a desarrollarse.
Ya hemos platicado la historia de la colonia que ocupó los terrenos de ranchos y haciendas que cultivaron las fértiles tierras que originalmente pertenecieron a Isabel de Moctezuma. La Hacienda de los Morales llegó a ser de las más prominentes, con grandes extensiones de tierras, muy bien trabajadas; parte de ella había sido el rancho de Polanco.
En este sitio, los visionarios fraccionadores Raúl Basurto y José G. de la Lama, quienes habían desarrollado con gran éxito, entre otras, la colonia Hipódromo-Condesa, crearon el nuevo fraccionamiento.
La traza y la urbanización son sin duda de las mejores de la ciudad, lo que se advierte en sus amplias calles con generosas banquetas jardinadas, lotes amplios, zonas verdes y varios parques.
La plaza Uruguay es uno de los más pequeños, pero de los que tiene más encanto y su sabor uruguayo en muchos detalles, como la calle que cierra el lado sur del parque que lleva el nombre de Juana de Ibarbourou, afamada poeta de principios del siglo XX originaria de ese país. Fue de las primeras mujeres elegidas para ocupar un sillón en la Academia Nacional de Letras en 1947. Tres años más tarde fue designada para presidir la Sociedad Uruguaya de Escritores y en 1959 se le concedió el Gran Premio Nacional de Literatura, que se otorgó ese año por primera vez. Al morir la nombraron Juana de América
, se declaró duelo nacional y fue enterrada con honores de ministro de Estado, siendo la primera mujer en la historia de ese país sudamericano a la que se le otorgó tal distinción. (Como aquí a Leona Vicario y… nadie se acuerda, ni que la declararon Benemérita).
Otra grata presencia de ese país es el restaurante Tango y Milonga, que se encuentra a unos pasos de la plaza, sobre la avenida Horacio. Es muy acogedor, con pocas mesas, buenos precios, excelente servicio y de las mejores carnes que haya probado. Para degustar un poco de todo, es buena idea ordenar la parrillada gaucha, que contiene dos empanadas, vacío, entraña, churrasco, tira de asado, arrachera, chorizo, ensalada y una orden de papas. Si quiere algo más ligero pida el choripán y de postre las empanadas dulces son deliciosas. La comida tiene muchas semejanzas con la argentina, pero la uruguaya tiene su toque particular y si lo acompaña con un vino tinto de esa región quedará satisfecho y feliz.