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En la actualidad hay mucho egoísmo en esta disciplina, lamenta

Javier Gato Ordaz, testigo de la época dorada del tenis mexicano

Sin ejemplos como Santiago González, Miguel Reyes-Varela o Renata Zarazúa, el deporte blanco en el país sería historia muerta

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Viví una de las mejores épocas del tenis nacional, asegura el ex jugador de 70 años de edad.Foto Jair Cabrera Torres
 
Periódico La Jornada
Miércoles 9 de julio de 2025, p. a10

A los 70 años de edad, Javier Ordaz todavía empuña la raqueta con fuerza. Y aunque está lejos del veinteañero que le ganó un partido en Copa Davis a la estrella estadunidense Scott Davis (11), aún es capaz de conseguir un top spin durante las clases que imparte a más de 120 alumnos en el Junior Club.

El Gato, como le apodan por su velocidad en la red, luce entero, sin lesiones de consideración y con energía suficiente para compar-tir el conocimiento adquirido durante más de medio siglo. Su fortaleza se debe, quizá, a que formó parte de la época dorada del deporte blanco mexicano. En sus mejores años, Ordaz compartió cancha con Raúl Ramírez, quien llegó a ser número cuatro del mundo y quien siempre le reconoció su agilidad en la pista.

El tenis ya no es como antes, reflexiona. Cuando jugaba había compañerismo y todos nos apoyábamos hasta en el detalle más mínimo. Lo que veo hoy es mucho individualismo, nadie quiere que el otro avance. Sin el ejemplo de jugadores como Santiago González, Miguel Reyes-Varela o Renata Zarazúa, el tenis en México sería historia muerta, sentencia Ordaz, quien aprendió sus primeros golpes con un pequeño trozo de madera.

Aunque no llegó a conquistar ningún título en su carrera profesional, muchos tenistas consideran al Gato un referente en nuestro país por su disciplina y perseverancia, aun en los momentos más álgidos de su carrera. Comenzó a practicar tenis siendo un niño y celebró sus primeros triunfos una vez cumplida la mayoría de edad en torneos como el Challenger de San Luis. Su agilidad y potencia en la cancha lo llevaron a representar a México en certámenes europeos, donde incrementó de manera importante su nivel.

A los 18 años la federación me mandó a Estados Unidos; al regresar gané el nacional de 20 años y mi nombre comenzó a ser más conocido. Después me invitaron a jugar dos semanas en Europa. Mi desempeño en el viejo continente me llevó a jugar ahí tres meses al año durante una década. Disputaba mu-chos torneos al año y eso me convirtió en un competidor muy fuerte y uno de los mejores del país.

En la década de los años 80, Ordaz vivió el pináculo de su carrera. Representó a México en dos ocasiones en la Copa Davis, logró dos bron-ces en los Juegos Centroame-ricanos y participó en el clasificatorio de dos torneos de Grand Slam.

Tuve victorias memorables, recuerda mientras su mente viaja a 1984. “Una de ellas fue ante el francés Yannick Noah, quien fue campeón en Roland Garros. Recuerdo que ese día saqué la casta de mexicano y sorprendí a todos. En ese entonces no había tantos jugadores practicando tenis, los draws de los torneos eran de 16 y ahora son de 128”.

En el Junior Club, donde tiene su escuela, El Gato es reconocido por todos. Algunos lo saludan de mano, mientras otros palmean su espalda en reconocimiento a su trayectoria.

El tenis no me debe nada y estoy muy satisfecho con lo que conseguí, comparte Ordaz, embelesado por sus recuerdos como integrante del equipo Copa Davis. Es lo máximo llegar a un estadio, ver a jugadores como McEnroe y que los autos se detengan y te abran paso para que cruces. Recuerdo que a Ramírez todo el tiempo le pedían fotos y autógrafos y por eso pedía el desayuno, la comida y la cena al cuarto.

Historia de perseverancia

Todos los días, después de ir a la escuela, Ordaz se dirigía al Junior Club donde trabajaba de recogepelotas. Tenía la ilusión de que, en algunos años, podría convertirse en un tenista como lo hicieron sus tíos Lucio y Rubén.

Ellos también fueron recogepelotas en el mismo lugar y después campeones nacionales. Recuerdo que cobraba 50 centavos por pelota y después 75; con el dinero que gané me compré mi primera raqueta y mi amor por el tenis aumentó.

Como parte de las prestaciones de los trabajadores del club, Ordaz tenía la facilidad de entrenar en las canchas. Así, perfeccionó sus servicios, voleas y el revés.

“Aprendí una lección importante siendo muy joven. Después de perder un juego de práctica ante un jugador apodado El Nazi, no pude pagarle el peso que apostamos y me rompió mi raqueta. No lloré porque él tenía razón: siempre se debe cumplir con lo que uno promete y en el deporte más”, rememoró El Gato, cuyo mejor ranking en singles fue 390 en 1980.

Tras su retiro, Ordaz representó a México en 10 Mundiales de veteranos, donde cosechó tres cuartos lugares y un bronce. También es un asiduo participante de la Copa Osuna, la cual ha jugado por 17 años.

No hay nadie de 70 años que me pueda ganar, por eso ya no voy a todos los torneos que me invitan, elijo algunos pocos y con eso es suficiente.

Para mantenerse vigente, Ordaz se apoya de antiguos compañeros tenistas. Tengo un amigo que trabaja en la federación de Francia y siempre me envía lo nuevo que hay en el tenis. Alfonso González, ex jugador Copa Davis, vive en Bélgica y también platicamos a menudo sobre lo que podemos aportar a nuestros alumnos.

Ordaz se considera un privilegiado de la vida, pues ha gozado de buena salud, sólo tiene una operación en los meniscos y puede seguir practicando el deporte que más ama.

Viví una de las mejores épocas del tenis mexicano, jugué con el papá y abuelo de Renata (José Luis Zarazúa), con el abuelo de Fernanda Contreras (Pancho Contreras) y disfruté mucho mi carrera. Ojalá pronto se dé la oportunidad de que jugadores y entrenadores puedan sentarse juntos y descubrir qué necesita nuestro tenis para crecer.