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Polos de desarrollo: la apuesta por el futuro de México
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on la firma de 14 gobernadores, México inicia una apuesta histórica: los Polos de Desarrollo Económico para el Bienestar. Más allá de cifras y promesas, el reto es asegurar que este impulso industrial no repita los abusos ambientales y laborales que han marcado a regiones como Sonora con las injusticias perpetradas por parte de Grupo México. El desarrollo debe ser integral, con planeación a futuro y apertura hacia nuevos mercados internacionales. Estos polos representan una de las estrategias más ambiciosas para descentralizar la industria y detonar el crecimiento regional en México. Se trata de ecosistemas productivos articulados, como se ha definido por el gobierno federal, donde el Estado será promotor de inversión y facilitador de servicios públicos y logísticos.

La descentralización industrial es una demanda histórica. Durante décadas, el desarrollo económico se ha concentrado en unas cuantas regiones, dejando a millones de mexicanos fuera de las oportunidades de empleo y bienestar. Los nuevos polos, ubicados en estados como Campeche, Chihuahua, Durango, Guanajuato, Veracruz, estado de México y Sonora, buscan revertir esta tendencia y generar hasta 300 mil empleos, con una inversión estimada de 1.5 por ciento del PIB en la actual administración. No sólo buscan atraer capital y talento, sino también fomentar condiciones para que las comunidades prosperen. El reto es monumental: se trata de crear infraestructura, servicios, vivienda y espacios públicos de calidad, al tiempo que se protege el entorno natural y se respeta la identidad de cada región.

Descentralizar no significa simplemente trasladar fábricas. La experiencia de comunidades gravemente afectadas por la minería y la industria siderúrgica, como ocurrió con el desastre ambiental del río Sonora, demuestra que sin responsabilidad social se puede dejar una estela de contaminación, abandono y violaciones a los derechos laborales. No se puede permitir que la búsqueda de inversión repita estos errores o que quede en total impunidad.

En el caso de Grupo México, el derrame de 40 mil metros cúbicos de sulfato de cobre acidulado en 2014 devastó el río Sonora y afectó a más de22 mil personas. Años después, las comunidades siguen exigiendo justicia y remediación ambiental. Este episodio es un recordatorio de que el desarrollo industrial debe estar acompañado de regulaciones estrictas, vigilancia ciudadana y un compromiso real con los derechos humanos y laborales.

Así, la planeación debe ser integral y estrátegica: vivienda, escuelas, hospitales y servicios públicos deben crecer al ritmo de la industria; las empresas deben asumir compromisos reales con el entorno y sus trabajadores. El crecimiento económico no puede ser motivo para sacrificar la salud, el agua o la dignidad de las comunidades. El éxito de los polos dependerá de una planeación que contemple la creación de ciudades y comunidades integrales, en las que el acceso a las necesidades básicas sean una realidad palpable para todos sus habitantes. Además, es fundamental fomentar empleos formales y bien remunerados, garantizando el pleno respeto a los derechos laborales y sindicales para que el crecimiento económico se traduzca en bienestar, desarrollo y prosperidad reales. Al tiempo, la protección del entorno natural debe ser una prioridad, asegurando que las actividades industriales cumplan con los estándares ambientales y que existan mecanismos efectivos para la prevención y remediación de cualquier daño. Finalmente, para que el desarrollo sea verdaderamente sostenible y justo, es indispensable involucrar a las comunidades en la toma de decisiones, de modo que las acciones respondan a sus necesidades y aspiraciones, construyendo así un futuro compartido y equitativo. Aquí, desde el Congreso de la Unión, tenemos un papel fundamental: debemos legislar y supervisar que los marcos regulatorios sean claros, estrictos y garanticen la transparencia y la rendición de cuentas.

Otro pilar fundamental para que esta estrategia sea exitosa es la diversificación del comercio exterior. Apostar sólo al mercado estadunidense, como lo estamos padeciendo, es un riesgo que México no puede seguir corriendo. Los polos de desarrollo deben ser la plataforma para fortalecer lazos con economías como China, Reino Unido, la Unión Europea y otras regiones estratégicas. Diversificarnos comercialmente nos permitiría reducir nuestra vulnerabilidad frente a crisis externas o políticas de Estados Unidos; aprovechar nuevas oportunidades para nuestros productos e impulsar la innovación tecnológica: elemento esencial para el desarrollo de las regiones menos privilegiadas y, de este modo, integrarlas en las cadenas globales de valor. Para lograrlo, se requiere una política industrial activa, que apoye a las pequeñas y medianas empresas, fomente la capacitación y promueva la inversión en ciencia y tecnología. La diplomacia comercial y la promoción de acuerdos bilaterales serán esenciales para abrir puertas y consolidar la presencia de México en nuevos mercados.

El llamado es claro: no abandonar a las comunidades ni a la clase trabajadora. Los derechos laborales y la protección ambiental no son negociables. México no puede permitirse más zonas de sacrificio ni empleos precarios disfrazados de progreso. La transparencia, la participación social y la vigilancia deben ser parte de la ecuación. El desarrollo debe ser incluyente, respetuoso y sostenible. Los polos tienen el potencial de transformar regiones enteras, pero sólo si se construyen de la mano de la gente y no a costa de su bienestar, de su integridad o de su vida. Con estrategias como éstas, queda claro que un México más justo y competitivo es posible.

El reto está planteado: descentralizar, diversificar y, sobre todo, dignificar. Los polos de desarrollo pueden ser el motor de un México más justo y competitivo, siempre que el bienestar delas comunidades y los derechos de los trabajadores estén en el centro de la agenda. El Congreso, los gobiernos estatales, los sindicatos democráticos, las empresas y la sociedad tienen la responsabilidad de asegurar que esta oportunidad histórica no se pierda. El futuro de México depende de nuestra capacidad para crecer sin dejar a nadie atrás, para innovar sin destruir, y competir sin sacrificar la dignidad de quienes hacen posible el desarrollo.