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Economía, en la dirección correcta
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a jefa de la Unidad de Desarrollo Productivo de la Secretaría de Economía, Ximena Escobedo, explicó que el contexto actual del comercio global, marcado por la agenda del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha obligado a México a efectuar un giro de 180 grados en la política económica que por décadas se centró, para bien y para mal, en la integración con nuestros socios de América del Norte.

De acuerdo con un estudio del mayor banco de inversión del mundo, las empresas que facturan entre 10 y mil millones de dólares anuales enfrentarán un costo directo de 82 mil 300 millones de dólares debido a los aranceles impuestos por Trump, un golpe que deberán asumir a través de aumentos de precios, despidos, congelación de contrataciones o menores márgenes de ganancia. Es evidente que parte de ese impacto se trasladará a México, por la simple realidad que gran parte de esas compañías tiene proveedores al sur del río Bravo.

Por otra parte, si todo el planeta padece el delirio del magnate de solucionar los graves desequilibrios económicos, fiscales, laborales y tecnológicos de su país mediante aranceles arbitrarios, México se ve tocado además por su cruzada xenofóbica contra los migrantes. Así, durante mayo las remesas enviadas por los connacionales que trabajan en Estados Unidos tuvieron una contracción de 4.6 por ciento respecto al mismo mes de 2024, marcando su segundo descenso consecutivo y el primero desde que hay registros para un mes de mayo; todo ello porque miles de migrantes dejaron de presentarse en sus lugares de trabajo por miedo a ser víctimas de la cacería humana desatada por el magnate.

A estos daños directos se suman los derivados de la incertidumbre generalizada entre los agentes económicos, pues nadie sabe cuál será la próxima ocurrencia del político republicano que eche abajo sectores enteros de actividad.

Las autoridades mexicanas han respondido a estos desafíos con grandes ejes de acción como el Plan México, el programa de Hecho en México y acuerdos para fortalecer a las micro, pequeñas y medianas empresas (MiPymes). Dichos ejes procuran el fortalecimiento del contenido nacional en la producción, la digitalización, el acceso al mercado laboral y el financiamiento a esos negocios que representan 90 por ciento de los que operan a nivel nacional, y en conjunto se orientan a robustecer el mercado interno a fin de reducir la dependencia de las exportaciones heredada del periodo neoliberal.

Si bien estas medidas requieren de tiempo para transformar una configuración económica desarrollada durante décadas, está claro que apuntan en la dirección correcta. Por ejemplo, los especialistas en economía del sector privado consultados de forma periódica por el Banco de México mejoraron ligeramente su estimación de crecimiento del PIB al ubicarlo en 0.2 por ciento desde el 0.18 por ciento previo. Aunque este indicador no es el más fiable para reflejar la situación de las personas de a pie, el alza marginal en las predicciones en medio de un escenario adverso habla de confianza en la conducción gubernamental.

No es un dato menor, por otra parte, el de la reducción de casi 45 por ciento del déficit público en mayo frente al mismo mes de 2024, ni que la reducción del gasto se haya logrado sin faltar a los compromisos financieros del Estado ni aplicar recortes a los programas sociales, de probada eficacia en el combate a la pobreza. Igualmente significativo es que en la primera mitad de 2025 la Secretaría de Hacienda y Crédito Público recaudó 8.2 por ciento más en términos reales sin aumentar ni crear impuestos, sólo optimizando la gestión y atajando a los evasores.

Los datos muestran, pues, que la estrategia es acertada y que quienes hablan de una debacle o hasta de una catástrofe no lo hacen desde el análisis de la realidad, sino movidos por el afán de golpeteo político. Frente a la incoherencia trumpiana, México ha presentado un manejo de la economía sólido, coherente y con sensibilidad social que debe mantenerse, sin obviar los ajustes que hagan falta conforme el gobierno del país vecino o cualquier otra fuerza externa que introduzcan nuevos factores de desequilibrio.