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Nellie Happee cumple hoy 95 años, feliz y satisfecha por su obra en la danza
 
Periódico La Jornada
Miércoles 2 de julio de 2025, p. 5

Cuando habla de danza, el rostro de Nellie Happee se ilumina, sus grandes ojos azules brillan con intensidad. Feliz y satisfecha por sus logros, esta bailarina, maestra y coreógrafa, pilar de ese arte en México, cumple hoy 95 años.

Chiquita, menuda, cuyo talento se eleva al infinito, afirma: más vale perderse en la pasión que perder la pasión. Le fascinan la música, la ópera, la pintura y la literatura, artes que han enriquecido su obra –que consta de más de 50 coreografías– y que le han dado herramientas para formar un gran número de bailarines en más de 70 años de contribución a la danza.

A la tenaz Happee le tocó vivir tiempos de importante actividad cultural en el país. Una etapa en que un grupo de jóvenes artistas con pocos recursos, pero que tenía una verdadera pasión por la danza y muchas ganas de hacer y construir, se empeñó en impulsar el desarrollo de este arte.

Ella es un compendio de la historia de esa época, de recuerdos, de anécdotas que cuenta divertida. Estudió con las hermanas Campobello –Nellie era directora de la Escuela Nacional de Danza y Gloria, bailarina–, Estrella Morales (discípula de Isadora Duncan) y con Nelsy Dambré, en México, así como con Olga Preobrazhénkhaya y Liubov Yegórova, en París, Francia. Además, tomó clase con integrantes de la escuela de Mijaíl Fokine.

Otra de sus maestras fue Bronislava Nijinska, hermana del bailarín Vaslav. Tenía su estudio en Los Ángeles. Sobre la rusa, comparte: Leí sobre ella en una revista y de ahí me enamoré de su historia, de la de su familia. Era una artista. Tenía a los mejores pianistas. Empleaba a gente como Serguéi Rajmáninov. ¡Cómo no me iba a gustar, si la música me fascina! Las compañías que visitaban la ciudad iban a verla y a tomar clase; llegaban los profesionales. Una vez encontré a unas bailarinas que contaban de dónde venían, hablaban de los grandes de la danza en Europa; ilusionada, quise pertenecer a ese mundo que se me hacía maravilloso.

Ejecutante de clásico, al regresar a México luego de su estancia en Estados Unidos y Francia, incursionó en la danza moderna. La cautivó que enseñaban literatura, además de la presencia de los intelectuales. Miguel Covarrubias era director de la escuela. Esa sí que fue la lotería. Que hombre más culto y linda persona, resalta.

También colaboró con Amalia Hernández. “Hice Letanía para la paz para el Ballet Folclórico. Me invitó a trabajar con ella, le dije que no sabía nada de folclor, ella me respondió: ‘pero sabes dirigir’ y me dio en mi lado flaco: viajar.

Ir de un país a otro enriqueció mi vida, porque uno se vuelve más comprensivo, pues cada nación tiene sus costumbres. Se aprende a que lo más importante es la persona y se entienden mejor las diferencias, expresa emocionada.

–¿Cuáles son sus coreografías preferidas?

Sinfonía simple. La hice para la compañía Ballet Clásico de México. Creo que me salió monona. Parece que me fue muy bien con ella en Europa. También está Trío, con música de Tomaso Albinoni. Primero lo nombré Adagio. Lo bailábamos Sonia Casteñeda, Marcos Paredes y yo, con Ballet de Cámara. Me emociono con esa obra, no sé si la razón es que me encanta la música o que me trae lindos recuerdos.

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Más vale perderse en la pasión que perderla, expresa la maestra Nellie Happee, cuya trayectoria abarca más de 7 décadas.Foto Rosario Jáuregui

Además de Carmina Burana y ¡Esquina bajan!, entre sus composiciones dancísticas destacan Sansón y Dalila, Los niños son lluvia de flores preciosas, Marejada y Quinteto.

–En sus coreografías plasma amor, ternura, pasión, sensualidad…

–Hago lo que me da la música. Trabajo mucho antes de empezar a montar. Estructuro toda la obra, no me espero a la inspiración, es muy arriesgado. Lo primero que escojo es la música y después hago mi guion. Me gusta conocer a los bailarines, observarlos en funciones, ver su proyección. No va uno a la buena de Dios. Tengo mis cuadernos con notas y notas. Probaba en mi cuerpo lo que componía. Al carpintero le pedí un mueble con escalones y me subía hasta el último para ver a los ejecutantes. Soy tan chiquita que se acostumbraron a que les saliera por cualquier lado. Si se trata a las personas con respeto, una es correspondida”.

–Respecto de la ópera…

–Es una muy buena disciplina. Se aprende mucho sobre un tema, una época. Uno tiene que ver dónde se presentará, si es una taberna o un foro, si se trata de un enamorado que habla a su amada.

–La pintura…

Me encanta, por eso era rata de museo. Es muy buena para los coreógrafos, pues cada pintura es como una composición dancística. Enseña la forma en que van los grupos, a colocar a los bailarines. Educa la vista.

–Sus compositores predilectos…

–En mis coreografías usé la música de varios ingleses, como Benjamin Britten, y del ruso Igor Stravinsky, entre otros. Es fácil llegar a Mozart por el tipo de su obra, pero tratándose de Beethoven son palabras mayores.

Happee comenta que le gusta trabajar con niños, pues son divinos, y con jóvenes, a los que me interesa sacarles lo que llevan dentro. Hay algunos que tienen muchas facultades y no lo saben.

Intérpretes, no escupe pasos

En la Escuela Nacional de Danza fue maestra de prácticas escénicas. “Además de la técnica, hay que enseñar a los ejecutantes a actuar para que cuando lleguen a la compañía no sólo sean ‘escupe pasos’: una pirueta para acá y otra allá, pero ¿qué es lo que me dicen?

“Anna Sokolow decía que menos es más: ‘muchas piruetas, no. Lo importante es dónde van’. Enseñaba a pensar”, destaca.

La coreógrafa aconseja a las nuevas generaciones: si aman la danza y les gusta expresarse a través de ella, como bailarín, maestro o coreógrafo, procuren seguir su vocación y ser felices con lo que hacen; ser constantes, porque su instrumento es el cuerpo, el cual debe estar en condición, adiestrado, para decir lo que se quiere.

Nellie Happee fundó y dirigió el Ballet de Cámara, así como su propia escuela; es cofundadora del Ballet Clásico, hoy Compañía Nacional de Danza. Ha sido reconocida como creadora emérita del Sistema Nacional de Creadores de Arte; ha recibido Lunas del Auditorio, la Medalla al Mérito Blas Galindo y el Premio Guillermina Bravo. Una distinción más para ella sería volver a poner su obra en escena.