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Desde otras ciudades

Deutsches Museum de Múnich, un siglo de ciencia y tecnología

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▲ La fachada del Deutsches Museum, en Múnich, la capital del estado de Baviera, en una tarde de verano.Foto Alia Lira Hartmann
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no de los recintos culturales más importantes de Alemania cumple 100 años. El Deutsches Museum –Museo Alemán– se encuentra en pleno corazón de Baviera, en la capital Múnich, a orillas del río Isar, en la isla de los museos, que emula la de Berlín.

Su prestigio es indudable, pues recibe más de 1.5 millones de visitantes al año y se consolidó como un pilar del panorama cultural europeo. Las variadas temáticas lo ubican como el más grande del mundo dedicado a la ciencia y la tecnología.

Aquí se presentan esos temas visualmente accesibles con la posibilidad de que el visitante viva una experiencia interactiva con algunos experimentos. Muchas exhibiciones permiten representar fenómenos científicos de primera mano, como generar electricidad con bicicletas, manipular ondas de sonido y observar trabajos de física en vivo.

En las investigaciones de oceanografía se muestran los intentos del hombre por explorar las profundidades del mar; hay una cápsula submarina abierta que, con fines de investigación, se sumerge y proporciona información a los científicos. El aspecto pedagógico es parte importante de su misión y va enfocada a acercar la tecnología al público y despertar esa vocación desde una edad temprana. Hay un área especial dedicada a los pequeños.

La iniciativa y fundación se atribuye a Oskar von Miller, en 1903, aunque la inauguración oficial fue en 1925. Con más de 50 áreas temáticas, ofrece un recorrido por la historia de la innovación humana, desde los primeros instrumentos astronómicos hasta las recientes tecnologías de la información y la comunicación.

Su colección permanente incluye 20 impresionantes exhibiciones sobre aeronáutica, navegación, minería, física, robótica, energía, química, música y mucho más. Para los interesados en el desarrollo de los instrumentos musicales en Europa, se exhiben los antiguos creados en el viejo continente.

Entre sus piezas más destacadas están una réplica del primer avión de los hermanos Wright, un submarino de principios del siglo XX y modelos históricos de centrales eléctricas. Además, el planetario y el área de simulación de vuelos son experiencias inolvidables para niños y adultos.

El museo vive una ambiciosa renovación por etapas que busca modernizar las instalaciones sin perder el carácter histórico del edificio original inaugurado en 1925. Parte de sus salas están cerradas temporalmente, pero las restantes son amplias y están bien organizadas. No es para visitarse en un solo día, es recomendable centrarse desde un principio en el área de interés. Su superficie supera cuatro hectáreas y tiene 125 mil objetos en las exposiciones permanentes.

En algunas áreas se muestran aspectos que sólo entienden los expertos; sin embargo, en la dedicada a la salud se explica qué ocurre exactamente con las células cancerígenas y cuáles tratamientos tienen mayor éxito. El programa de exposiciones temporales varía cada año y más de 500 empleados se encargan de que esta máquina cultural funcione.

Alia Lira Hartmann, corresponsal