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La ópera de Ravel El niño y los sortilegios revela los claroscuros de las personas

Hace 100 años se estrenó la pieza // El domingo pasado se montó una adaptación actualizada en el Jardín Escénico de Chapultepec // Se presentará en el Cenart

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▲ Un momento de la pieza dirigida por Marcelo Lombardero.Foto cortesía del Inbal
 
Periódico La Jornada
Martes 3 de junio de 2025, p. 4

El juicio en escena sobre las malas acciones de un chiquillo, que reúne objetos y animales humanizados, deviene descubrimiento del dolor y la bondad de los seres en la ópera corta El niño y los sortilegios, desarrollada el domingo pasado en el Jardín Escénico Chapultepec.

A 100 años del estreno de esta pieza del compositor Maurice Ravel y la escritora francesa Sidonie-Gabrielle Colette, se presentó una versión actualizada con la incorporación de las nuevas tecnologías de uso común entre los más jóvenes, pero en la que persiste el llamado a comprender al otro.

El montaje, colaboración del Estudio de Ópera de Bellas Artes y la Universidad de las Américas Puebla, contó con el trabajo del barítono Marcelo Lombardero en la dirección artística y de la mezzosoprano Cassandra Zoé Velasco, coordinadora artística de la dependencia del Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura.

La adaptación de la pieza, estrenada originalmente en la Ópera de Montecarlo en 1925, se inicia con un espacio adosado de enormes teclas de computadora, una silla gamer y una gran pantalla, donde un muy joven sujeto se muestra embobado por un videojuego, mientras lo rodean presencias ataviadas de gris; de fondo se escuchan los acordes del piano en vivo.

Rabieta con consecuencias

La escena se interrumpe cuando recibe mensajes en línea de su madre, quien le pide hacer sus deberes escolares y comportarse mejor. La respuesta es la contraria: el menor se insufla de furor e inicia una rabieta destructiva. No quiero hacer mi tarea, dice, y enumera las travesuras que sí desea, como gritar a todo el mundo, jalar la cola al gato... Se asume malo, libre y malo.

Los objetos a su alrededor se animan. La butaca y el sillón donde se recuesta lo arrojan al suelo. Cuentan: es hora de librarnos para siempre de ese malvado niño. Ningún sitio para su reposo. Enseguida ocurre la sucesión de reclamos: el reloj patentiza el daño que recibió, la taza y la tetera están en actitud de pelear, en chino y alemán.

Es el turno de la princesa encantada, que protagoniza un texto que lo fascinó, quien reclama: Rompiste el libro. ¿Qué sucederá conmigo? ¿Lamentarás no conocer el destino de tu primer amor? El protagonista empieza a darse cuenta del peligro que representa. El fuego le recrimina enseguida: Ten cuidado. Entibio a los buenos. Ten cuidado. Quemo a los malos.

Viene lo peor: la aglomeración de plantas y animales que cuentan cómo sangran savia unos, y otros la manera en que fueron apresados o perdieron parejas, entre ellos árboles, ranas, ardillas, gatos, libélulas, murciélagos, conejos.

Entre el público, una pequeña interactúa con lo que ocurre. Repite algunas palabras. Se maravilla con los felinos. Gato. Gato, señala.

En el escenario, una multitud de animales rodea al niño. Al fondo, la imagen de un bosque nocturno. El niño escucha el reclamo de la vida, de romper el orden natural; su dominio e irresponsabilidad. Atosigado, aduce sobre su abandono. Me han olvidado. Estoy solo. Mamá, expresa el niño mientras la furiosa multitud lo ataca: debe ser castigado. Unámonos.

Mientras lo agreden, alguien cuenta que el protagonista curó la pata de un tercero, que hizo que dejara de sangrar. La versión domina. Reconocen por ese acto que es bueno; el niño es sensato. Se congratula la multitud. “Él es bueno y es…. tan cariñoso”, concluyen. Enseguida, el público retribuye la puesta en escena con una larga ovación.

Al finalizar la ópera, Rodrigo Morales, uno de los asistentes, comentó a La Jornada, que su hija Constanza, presente, está acostumbrada al lenguaje de este género artístico, pues han asistido a presentaciones de la compañía Ópera Portátil y por segunda ocasión a esta versión de El niño y los sortilegios.

Relató que a su pequeña, de unos cuatro años, le cuesta más trabajo que otras óperas, porque ésta es cantada en francés, pero hay referentes visuales que le permiten comprender hasta cierto punto lo que ve y sobre algunas cosas le ha hecho preguntas.

Morales destacó que le parece importante conocer la ópera, y que, cuando hay obras de este género familiares, las aprovecha para compartir con Constanza. Aunque lamenta que en ocasiones prevalece el adultocentrismo de unos cuantos asistentes, que actúan como si fuera una ocasión solemne y debiera excluir a los niños.

El niño y los sortilegios tendrá funciones los días 28 y 29 de junio a las 12 y 14:30 horas en el Teatro de las Artes del Centro Nacional de las Artes (Cenart), en avenida Río Churubusco 79, colonia Country Club.

La entrada tiene un costo de 150 pesos.