Lunes 26 de mayo de 2025, p. 5
Lectoras, estudiantes, académicas y admiradores celebraron en la sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes el centenario del natalicio de Rosario Castellanos, una de las voces más lúcidas de la literatura mexicana del siglo XX.
En el homenaje se rememoró su vigencia como figura crítica del poder, la desigualdad, la discriminación indígena y la opresión de género.
El conversatorio Rosario Castellanos: Mujer de palabras y miradas, reunió a Elena Poniatowska, Leticia Bonifaz y Sara Uribe, quienes compartieron reflexiones desde distintos ángulos sobre la figura de Castellanos, escritora, poeta, diplomática y pensadora mexicana.
Con su habitual calidez y sentido del humor, Elena Poniatowska habló desde la memoria. No dudo que le hubiéramos caído muy bien todas
, dijo mirando al público. Aunque ella siempre ironizaba sobre sí misma y prefería mil veces más contar sus errores que hablar de sus aciertos. Nunca habló de sí misma en serio. No es que Rosario se lo hubiera prohibido, pero nunca quiso emular a Simone de Beauvoir
.
Más adelante, Poniatowska subrayó: Su actitud ante la vida fue de modestia, de creer que los demás tenían la razón. Ella andaba por la vida buscando a quién ofrecer esa flor, ese cariño, ese poema, esa admiración que tenía
.
La autora de La noche de Tlatelolco evocó también la complejidad de las relaciones literarias de la época. “Yo nunca sentí que Rosario fuera amiga cercana de Octavio Paz, porque Elena Garro era muy brava, muy difícil. Siempre me decía: ‘¿no le tienes miedo, Elena?’ ‘Pues sí’, le decía yo; era una relación difícil”.
Poniatowska contó cuando nombraron a Rosario embajadora. “La quería mucho Luis Echeverría, y también su esposa. Y ella me preguntaba: ‘¿qué les regalo?, ¿qué les regalo?’ Y yo le decía: ‘no les regales nada, tienen todo’. Rosario era un ser humano que daba”.
Leticia Bonifaz, jurista y ensayista, habló sobre la infancia de la autora de Mujer que sabe latín en Comitán, Chiapas, y de la soledad como elemento constante en la obra de Rosario Castellanos. También reflexionó sobre el pensamiento feminista de la autora desde su práctica intelectual, así como de cuando llegó a la embajada de México en Israel.
“Rosario siempre mantuvo la perspectiva de género y su mirada aguda, casi periscópica, para describir lo que ocurría a su alrededor. Cuando llegó a la embajada −entre 1971 y 1974−, sólo había cuatro mujeres más en cargos similares: en Filipinas, Costa Rica, Guatemala y Austria. Ella relató cómo se vive la diplomacia desde una visión feminista, algo poco común en ese tiempo”, apuntó Bonifaz.
Sara Uribe, biógrafa de Rosario Castellanos, hizo un recorrido por varias obras, como Balún Canán, El eterno femenino y Los convidados de agosto, y el impacto que tuvieron en ella y toda una generación de escritoras.
Cada vez que una entra a leer a Castellanos, la vida cambia. La literatura de Rosario es ese tipo de viaje del que no se regresa igual, del que no se sale indemne. Tanto para las adolescentes como para las mujeres adultas, a 100 años de su natalicio su voz sigue viva, con más lectoras que la descubren y no imaginan aún cómo sus vidas cambiarán al encontrarse con ella
, comentó Uribe.
En este 2025 −declarado por el Congreso del estado de Chiapas Año de Rosario Castellanos−, su legado resuena con más fuerza que nunca, en los lectores que la descubren en cada acto que la celebran, los cuales continuarán a lo largo del año.