
Sábado 17 de mayo de 2025, p. a12
El nuevo disco de Ambrose Akinmusire lo confirma como soberano hacedor de obras de arte preñadas de poesía.
El título acusa tal atributo, la poesía: honey from a winter stone, recién salido del horno.
Oriundo de Oakland, California, Ambrose Akinmusire es la gran figura de la música contemporánea. Su ámbito es el jazz, pero él rebasa por mucho ese territorio. Lo suyo es sumamente original, fresco, contundente, crudo.
El sonido de su trompeta es único, personalísimo. Al escucharlo, uno puede identificar su genealogía: Louis Armostrong, Miles Davis, Wynton Marsalis, pero ninguno de ellos, porque el estilo de Ambrose es sumamente original, único.
Sus composiciones lo elevan a la condición de autor de culto por igual que montado en la vanguardia, siempre con guiños a la tradición. Es uno de los casos de esos músicos cultos que hacen música de culto. Sin embargo, la capacidad expresiva de su música y sus muchas maneras de conectar con sus escuchas, derriban todo muro de erudición.
Su música tiene mucho de ceremonia tribal, al mismo tiempo que posee todos los elementos, sobrados, para permanecer en la vanguardia. No hay composición suya que no suene a nuevo, como tampoco hay en sus obras ausencia de identidad.
El primer concierto que presenció, casi niño, fue una ceremonia oficiada por uno de los grupos más revolucionarios del arte sonoro: el Art Ensemble of Chicago.
Uno no es el mismo al salir de un concierto de ese grupo porque es un impacto brutal a las entendederas, las entrañas y la piel entera.
Los conciertos de esos hechiceros eran, en efecto, ceremonias de iniciación donde una bola de músicos negros enfundados en galas africanas y colores en los rostros invocaban a los cuatro puntos cardinales para pedir permiso e iniciar sesiones de alto impacto, como el que presenciamos hace algunos ayeres en el Teatro de la Ciudad.
Baile, sonidos guturales, incursiones al hard bop, la música tribal, el dodecafonismo, la poesía.
El jovencito Ambrose Akinmusire ya no fue el mismo cuando salió de aquel concierto de su infancia. Desde entonces sus distintas agrupaciones, que mantienen una base, sus amigos de siempre, y se amplifican libremente, parecen reproducir los quehaceres y deberes de aquellos músicos rompedores y perfectos, los integrantes del Art Ensamble of Chicago.
La libertad, entonces, es la divisa de Ambrose Akinmusire.
Transita territorios indómitos, delimita nuevos rumbos, establece un nuevo orden de todo.
En su nuevo disco hay colaboraciones con músicos que hacen muy única la música de Akinmusire, por ejemplo un cuarteto de cuerdas clásico, cuyas evoluciones crean atmósferas propias de autores de vanguardia sin perder anclaje en la tradición.
Esa combinación de lo nuevo, lo original, con lo conocido, es atributo de Akinsimure.
El Mivos Quartet, conformado por Olivia Deprato y Maya Bennardo en violines, Victor Lowrie Tafoya en viola y Tyler Borden en violonchelo, crea pasajes de ensueño en este nuevo disco, tan pleno de magia.
La pieza que culmina el disco, titulada s-/ Kinfolks, está estructurada en el más puro estilo Art Ensemble of Chicago, por supuesto con el sello personal de Akinmusire pero un dejo ritualístico que nos pone en órbita.
Destaca en esa pieza la participación de la talentosa colombiana radicada en Toronto Chiquitamagic, maestra de los sintetizadores.
La pieza dura casi media hora y convoca también a Kokayi, célebre exponente del hip hop y la recitadura, término que me acabo de inventar para ese género que parece spoken word y cuyos bordes son filosos y su materia, en contenido y forma, suele ser dura. Su voz quemadura.
Ese par de músicos, que poseen seguidores por centenares, aproximan a su vez una música tan exquisita y que pide oídos atentos, inteligentes, a públicos que de otra manera se perderían estos prodigios.
Música sinfónica sin necesidad de juntar cien músicos, sesión camerística exquisita sin tener que usar traje de pingüino (los trajes de gala que usan los músicos de música clásica, uno de los cuales, los trajes, soy feliz poseedor), música ritual. Un prodigio.
Uno de mis discos preferidos de Ambrose Akinmusire se titula, también poéticamente, Owl Song, y está hecho entre él y una leyenda viviente: el extraordinario guitarrista de vanguardia y al mismo tiempo detentor de la tradición, don Bill Frisell, además de otra leyenda viva: Herlin Riley, conocido por su trabajo como baterista de la orquesta de Wynton Marsalis.
Sistema de vasos comunicantes. Los discos de Akinmusire son cajas envueltas para regalo. Contienen siempre sorpresas sin fin.
En este caso, los dúos entre la trompeta de Ambrose y la guitarra de Frisell, son exquisitos.
La capacidad inventiva de ambos resulta en una sumatoria de prodigios. El carácter de todo el disco es eminentemente poético con una suavidad de piel y entraña que nos arrebata.
Esas conversaciones entre el aliento de la trompeta y los suaves relámpagos de la guitarra se completan con emulsiones en tambores como un embrujo.
En muchos momentos, las entonaciones idílicas, de ensueño, de la trompeta de Ambrose nos refieren de inmediato a su maestro Miles Davis.
Las piezas del disco evolucionan como una secuencia de sueños. Uno a uno, se envuelven como nubes mientras observamos el soplo del viento en movimientos imperceptibles en un bosque, allá abajo.
La pieza ocho, titulada Henya, es una obra de arte. Meditativa, honda, original. Potente.
Es una joya ese disco tan hermoso, Owl Song.
Otro álbum prodigioso de Ambrose se titula, siempre poéticamente, Beauty is Enough, cuya particularidad es otra proeza: un disco de trompeta sola, solita y su alma. De este álbum ha dicho su autor: representa mi renovado compromiso con la belleza
.
Es algo así como las Variaciones Goldberg de Bach pero en trompeta.
La capacidad discursiva de Ambrose no conoce límites y aquí lo demuestra. Confirma su vocación poética y construye un itinerario de centauro, un sendero.
El álbum doble The Imagined Savior is Far Easier to Paint es otro tesoro discográfico donde Ambrose extiende sus dominios. Es uno de los discos que se aproximan a lo que el público conoce como jazz, sin perder su carácter innovador.
El track sexto, The Beauty of Dissolving Portraits es sencillamente sublime.
El álbum titulado When the Heart Emerges Glistening, de 2011, posee intimidad, clamor interno, intensa sobriedad. Es menos experimental que el resto y más apegado al mainstream.
Su track octavo, Ayneh (Cora) deja escapar un sonido como de piano de juguete a lo John Cage.
Está conectado a otro álbum hermoso de Ambrose: Prelude: To Cora, de 2008, cuya pieza séptima, Ruby, es belleza pura, con intervención canora a lo Flora Purim.
El disco A Rift in Decorum: Live at the Village Vanguard es una fiesta. Muestra en todo su esplendor la potencia creativa de Akinmusire, con sus músicos de base: Sam Harris en el piano, Harish Raghavan en bajo, Justin Brown en tambores.
Mis momentos preferidos de este disco doble: la transición del track sexto, Purple (Intermezzo) hacia la gran obra titulada, track siete, Trumpet Sketch, de casi 15 minutos de duración. Y la pieza dos del disco dos: First Page (Shabnam’s Poem) es eso: un poema en música.
Escuchar la música del gran Ambrose Akinmusire deja en la mente un estado de quietud, un estado efervescente de creatividad, una sonrisa de la inteligencia.
He aquí a un músico que hace de su instrumento, la trompeta, un ente vivo, alejado de los lugares comunes que suelen asaltar otros músicos con sus soplidos y rebuscamientos.
La emisión de sonido de su trompeta deja un vaho en los cristales de las ventanas, el pabellón de una copa de vino, el clarear del amanecer y ese sonido queda flotando en el ambiente todo el día, hasta que anochece y vuelve a clarear.
Vuelve a sonar.