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La Galería Nacional de Londres redescubre el arte sienés del siglo XIV

La muestra busca reivindicar su trascendencia como precedente de la producción pictórica renacentista

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▲ Tríptico con la crucifixión y otras escenas (1302-1308). Tempera en panel, 44.9 x 31.4 cm (central); 44.8 x 16.9 cm (izquierdo); 45 x 17.1 cm (derecho).Foto Fideicomiso de la Colección Real / © Su Majestad el rey Carlos III 2024
Especial para La Jornada
Periódico La Jornada
Domingo 20 de abril de 2025, p. 3

Londres. Tras su éxito en el Museo Metropolitano de Nueva York, donde fue celebrada por su novedad, la exposición Siena: El auge de la pintura 1300-1350 se exhibe en la Galería Nacional de Londres, y permanecerá hasta el 22 de junio.

La muestra busca reivindicar la trascendencia del arte sienés como precedente del renacentista que tuvo impacto en toda Europa, al mismo nivel que la pintura florentina, que lo eclipsó. Curada por Caroline Campbell –directora de la Galería Nacional de Irlanda– y un equipo de especialistas, reúne obras de Duccio, Simone Martini y los hermanos Pietro y Ambrogio Lorenzetti, tres generaciones de artistas en una Siena próspera y vibrante. Esta etapa dorada, truncada por la peste negra de 1348, se refleja en un centenar de piezas, desde esculturas y tapices hasta manuscritos iluminados y orfebrería, testimonio de su esplendor. Siena, beneficiada por la Vía Francígena, floreció gracias al constante flujo de peregrinos que recorrían la histórica ruta entre Canterbury y Roma.

La museografía recrea la atmósfera de las iglesias medievales toscanas y evoca el impacto de estas obras en los fieles, realzado por sus característicos fondos dorados. El traslado de estas frágiles piezas, nunca antes reunidas en tal magnitud, habría sido impensable hace tres décadas, posible hoy gracias a los avances en embalaje y transporte.

El eclipse del arte sienés se debe en gran parte a Vasari, quien en el siglo XVI consolidó la supremacía de la pintura florentina. Planteó una evolución que se inició con Cimabue, rompedor de la tradición bizantina, seguida por Giotto y culminada en Miguel Ángel, su cúspide del arte.

Este encasillamiento perduró siglos, como señala Joanna Cannon en el catálogo, reflejado en la imponente Madonna Rucellai (1285) de los Uffizi. Encargada a Duccio para la basílica de Santa Maria Novella, su autoría fue erróneamente atribuida a Cimabue, ignorando un documento del siglo XVIII que lo desmentía. Fue hasta 1936 cuando se reconoció como obra de Duccio.

El arte sienés, aunque influenciado por Giotto, fusionó una fuerte expresividad, como un intento más simbólico de espiritualidad, creando un estilo más lírico y refinado.

Su Majestad María

El arte sienés embelleció iglesias y edificios públicos con obras deslumbrantes, como los frescos del municipio de Ambrogio Lorenzetti (El buen y mal gobierno, 1338-1339), una de las primeras pinturas civiles con un mensaje político universal.

Entre las piezas capitales del arte italiano de ese siglo destaca la monumental Maestà (1308-1311), de Duccio, dedicada a la Virgen, patrona de Siena. Este retablo, el más grande de su época (5 por 2 metros), conmemora la victoria sobre los florentinos y dio origen al Palio, la célebre carrera de caballos en la vigilia de la Asunción. En su reverso, 26 escenas de la Pasión de Cristo se disponen como viñetas.

Excepcionalmente, la obra lleva la firma de Duccio, algo inusual en su tiempo, pues el artista era considerado un artesano. Recibida con honores para adornar el altar central de la catedral de Siena, con el tiempo fue relegada, mutilada y dispersada en 10 colecciones. De sus 34 piezas, la mayoría permanece en Siena, a partir de la tabla central.

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El ángel Gabriel (1326-1334), de Simone Martini.Foto © Colección KMSKA-Flemish Community/Hugo Maertens

La Maestà coronada por cúspides en lo alto y por la primera predela narrativa más antigua conocida en la base, cuyo formato y frescura de las escenas, típico de las predelas, contrastaba con la solemnidad del panel central, lo que facilitó su dispersión. La exposición después de siglos ha reunido esta parte, permitiendo apreciarla en su conjunto.

La muestra también examina el contexto que la generó. La Maestà refleja la tradición sienesa de iconos marianos, pero también influencias del norte de Europa, como marfiles y manuscritos iluminados, prueba de que el arte no surge de un genio aislado, sino de diálogos culturales.

El mundo anglosajón

La exhibición en Londres celebra el bicentenario de la Galería Nacional y la influencia del arte italiano en la cultura británica, impulsada desde el siglo XVIII por los viajeros del Grand Tour, quienes llamaban despectivamente primitivos a estos artistas.

Charles Eastlake, primer director de la galería, en 1855, adquirió tempranamente obras sienesas, influenciado por estudios emergentes y la fascinación de los prerrafaelitas, desafiando el gusto de su época, más inclinado al Renacimiento maduro. Su visión fomentó la renovación del arte victoriano y el estudio de los primitivos italianos.

La muestra resalta la riqueza del coleccionismo de este arte fuera de Italia, especialmente en Estados Unidos, donde se encuentra la Madonna Stroganoff de Duccio (Museo de Arte Metropolitano). También reúne otras piezas adicionales dispersas además de la Maestà, como el Políptico Orsini, de Simone Martini, y el Polítptico de Pieve, de Pietro Lorenzetti.

El renovado interés por el arte sienés coincide con la remodelación de su Pinacoteca Nacional. Entre sus obras destaca la Anunciación, de Ambrogio Lorenzetti, donde la volumetría de las figuras y la construcción empírica del espacio reflejan la influencia de Giotto, mientras la expresividad del pulgar del arcángel Gabriel es característica del arte sienés.

En Siena y en los pequeños museos de los pueblos medievales cercanos, como el de Arte Sagrado, de Val d’Arbia; la Sala de Arte, de San Giovanni, en la Val d’Orcia, y el Museo del Palazzo Corboli, en Asciano, pueden conocerse algunas de las obras de estos artistas en el contexto de su creación.

Sin embargo, la reunión de estas obras en la Galería Nacional permite al público contemporáneo apreciarlas en conjunto, entendiendo su innovación y belleza, desafiando los prejuicios historiográficos que por siglos las relegaron.