
Viernes 18 de abril de 2025, p. 27
Hermosillo, Son., Integrantes de la etnia yaqui, que viven en las faldas del cerro Coloso Alto de esta capital, conmemoraron la actual Semana Santa, uno de los ciclos ceremoniales más significativos de su cultura, con festividades llenas de color, máscaras y bailes que iniciaron el pasado 5 de marzo con la Cuaresma.
Durante los últimos 40 días, en colonias yaquis de Hermosillo como Revolución, Coloso Alto y Coloso Bajo las calles se llenan de vida y devoción con las tradicionales corridas
, procesiones encabezadas por fariseos, soldados, cabos, jefes, cantoras, verónicas y angelitos, quienes representan el pasaje bíblico de la Pasión de Cristo. La celebración incluye las danzas del Venado y de los Pascolas, símbolos de la resurrección y la conexión espiritual de los pueblos originarios con la naturaleza.
Manuel Rentería, teniente primero de la escudería yaqui en Hermosillo, detalló que unas 500 personas participan en las celebraciones cada año, consolidando la vigencia de una tradición que ha sobrevivido siglos y fronteras culturales.
Las festividades de Semana Santa tienen un profundo arraigo en la identidad indígena sonorense, especialmente entre los pueblos yaqui y mayo.
José Luis Moctezuma, investigador del Instituto Nacional de Antropología e Historia, explicó que estas dos comunidades son las únicas etnias en México que conservan la Cuaresma como un periodo ritual completo, manteniendo prácticas ancestrales, mientras otros pueblos originarios sólo realizan actividades durante la llamada Semana Mayor.
El investigador subrayó que la autenticidad de estas celebraciones ha sido afectada por quienes imitan la indumentaria de los fariseos –también conocidos como chapayecas– para pedir dinero en bulevares, una práctica ajena al sentido original de la tradición. En su forma legítima, los fariseos nunca peregrinan solos, siempre lo hacen en grupos organizados que participan en los seis contis, procesiones sagradas que combinan danzas, rezos y cantos comunitarios.
La celebración de la Cuaresma, cuyo origen se remonta al siglo IV en la Iglesia católica como un tiempo de penitencia y renovación espiritual, adquirió en Sonora un significado más complejo al mezclarse con la cosmovisión indígena.
Para los yaquis y mayos, cada elemento del ritual –desde el ayuno y la abstinencia hasta las danzas y las máscaras– representa un diálogo con la naturaleza, la fe y la resistencia cultural.
En Hermosillo, esta herencia no sólo se mantiene viva en las comunidades indígenas, también ha permeado en la población mestiza que, al paso de los años, asiste como testigo a uno de los encuentros espirituales más antiguos y representativos del estado.