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Queer
Q

ueer /Extraño. Extraño es, en efecto, el trabajo de adaptación que realiza el guionista Justin Kuritzkes de la novela Queer ( Marica, su título español en Anagrama, 2002), escrita en los años 1951/53 por William Burroughs y publicada hasta 1985. Extraña también una fantasmal y onírica Ciudad de México, lugar donde transcurre el relato, recreada con alardes de artificio deliberado en los estudios Cineccita en Roma. Esta extrañeza tiene como punto culminante la portentosa caracterización que hace Daniel Craig del personaje de William Lee, alter ego del propio Burroughs, como un trasterrado gringo, adicto al alcohol, al sexo ocasional y a las drogas, merodeando a todas horas los bares de mala muerte del centro capitalino, en busca de compañía, ya sea de amigos como él homosexuales o de un ligue masculino tan sólo interesado en vaciar su billetera en algún hotel de paso. Queer (2024), realización inesperada del italiano Luca Guadagnino, se sitúa a leguas de distancia del clima culturalmente sofisticado, eróticamente domesticado, pulcramente romántico de Llámame por tu nombre ( Call Me by Your Name), su éxito de taquilla de 2017.

Queer es el recuento semiautobiográfico de una obsesión sexual y amorosa, la que el propio Burroughs supuestamente experimentó por el joven Adelbert Lewis Marker, y que en la película encarna el actor Drew Starkey en el papel de Eugene Allerton, un gélido objeto de deseo, muscular y esbelto, de sexualidad ambigua y sonrisa discreta y desafiante, una auténtica emboscada de seducción en la que cae, sin reparos, el hasta entonces bohemio independiente William Lee. La historia se narra en tres tiempos y un epílogo. Poco sabremos en las dos primeras partes sobre el pasado del protagonista, las razones por las que vive en la Ciudad de México, de sus viejas querencias o incluso de su propio oficio, excepto por la máquina de escribir que en su departamento desordenado sugiere la faena ocasional de un escritor. El resto de su rutina diaria es la ingesta ritual e inveterada de tragos de mezcal y las pláticas inocuas con las reinas queer, mariposas del bar Ship Ahoy, entre las que destaca la compañía fiel y aleccionadora del ingenioso Farnk (Jason Schwartzman), alusión transparente, en físico y actitud, al amigo beat de Burroughs, el poeta Allen Ginsberg.

A la fascinación física que ejerce el joven Gene sobre su pretendiente alcoholizado, responde simétricamente la curiosidad y hechizo del primero por el espíritu aventurero y cínico del veterano que ha infringido en su exilio voluntario todas las convenciones sociales. Esta atracción mutua permite a William invitar a su discípulo y amante a un viaje hasta la selva ecuatoriana en busca de una planta alucinógena, el yagé o ayahuasca, capaz de propiciar la telepatía, poder que permitiría al escritor incursionar en los pensamientos ajenos y, particularmente, en la verdadera disposición afectiva de su misterioso e indolente compañero. El episodio selvático constituye la tercera parte del relato, y no es ni la más ligera ni la menos exenta de exotismo fácil y vistosos artificios visuales generados por computadora. La pareja sexualmente transgesora en México parecería penetrar ahora, en tanto exploradores, en el universo de Los cazadores del arca perdida, con lo que se adereza en demasía lo que en la novela de Burroughs es sólo alusión contenida al gusto declarado del autor de Almuerzo desnudo ( Naked Lunch) por los opiáceos y la droga dura.

En una proyección al futuro, abriendo sin duda las puertas de la percepción esotérica, William Lee se verá a sí mismo como un anciano derrotado y doliente. Una visión tal vez abusiva que la novela no autoriza. El director italiano y su guionista y dramaturgo estadunidense han creado entonces su propia versión desmedida de las obsesiones centrales de Burroughs, con artificios y anacronismos deliberados, y ciertamente con libertad y audacia. A la fortuna final del filme contribuyen una pista sonora formidable (de Sinéad O’Connor y Nirvana en escenas iniciales hasta el grupo New Order en aliviadoras rutinas de droga), así como el complejo y delirante trabajo de cámara del tailandés Sayombhu Mukdeeprom. El término Queer quiere decir marica y también raro o extraño. El actor británico Daniel Craig, encarnación reiterada del agente James Bond, ha conseguido sintetizar los dos significados en su peculiar demolición del arquetipo de masculinidad dominante. Se trata de una de sus mejores interpretaciones a la fecha.

Queer se exhibe en la Cineteca Nacional Xoco, Cine Tonalá y salas comerciales.