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Trump, ¿vecino amigable? // De embajadores y halcones // Democracia made in USA

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▲ Imagen de archivo de Ronald D. Johnson, quien fue nominado por Donald Trump como embajador de Estados Unidos en México.Foto Afp
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omo signo de buena voluntad y muestra de vecino amigable, al energúmeno, amenazante y chantajista Donald Trump se le ocurrió la brillante idea de sustituir a un impresentable cuan metiche embajador de su país en el nuestro –Ken Salazar– con otro de la misma calaña, Ronald Douglas Johnson, pero ahora con el aderezo de que éste último es un militar retirado (con grado de coronel, que despachó en el Comando de Operaciones Espaciales del ejército gringo) y ex agente de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), es decir, la misma que a lo largo de su existencia no se ha cansado de meter la mano para construir democracia en el planeta (léase golpes de Estado, invasiones, desestabilización, dictaduras, gobiernos títeres, masacres, drogas, armas, movimientos contrarrevolucionarios y demás bellezas democráticas, como los presidentes Litempo mexicanos).

En su editorial del pasado jueves, La Jornada describe a Ronald Douglas Johnson en su exacta dimensión: “el coronel fue uno de los 55 militares de su país que asesoraron a los gobiernos genocidas de El Salvador en la década de 1980, en el transcurso de la cual Washington ideó los escuadrones de la muerte que aniquilaron a opositores reales o imaginarios, incluidos los sacerdotes adherentes a la opción preferencial por los pobres. También estuvo en los Balcanes en la década de 1990 como parte de un equipo de la CIA, es decir, participó en las maniobras estadunidenses para inducir el odio étnico en la antigua Yugoslavia y partir a esa nación en pequeños países militarmente débiles y fácilmente manipulables, un procedimiento que hoy se conoce como balcanización. Al retirarse de las fuerzas armadas continuó trabajando para la CIA, en particular como enlace con el Comando Sur, la sección del Departamento de Defensa encargada de la política imperialista en toda América Latina y el Caribe, excepto México, adscrito al Comando Norte”.

De ese tamaño y alcance son el signo de buena voluntad y la muestra de vecino amigable que Trump envía a México, particularmente al gobierno de la presidenta Sheinbaum, aunque hay que recordar que si bien es la primera vez que abiertamente la Casa Blanca designa a un militar como embajador en nuestro país, lo cierto es que muchos otros de sus diplomáticos civiles han hecho porquería y media durante su estancia en la sede de Paseo de la Reforma y en las otras que ha tenido esa representación.

Si de halcones se trata, cómo olvidar al embajador Henry Lane Wilson (enviado por el presidente William Howard Taft) que como tal despachó en México entre 1910 (aún con Porfirio Díaz) y 1913, y fue pieza clave en el derrocamiento y asesinato de Francisco I. Madero, y el golpe de Estado de Victoriano Huerta, además de cabildero y defensor de las petroleras estadunidenses que succionaban el territorio nacional. Un asco, pues.

Ninguno de los embajadores gringos en México se salva, pero hay casos sobresalientes. Por ejemplo, John D. Negroponte (1989-1993, designado por Bill Clinton), quien si bien oficialmente no fue militar (una estrella menos con respecto a Johnson) sí perteneció a la CIA y su primera misión fue Vietnam, donde cometió todo tipo de barbaridades siempre, desde luego, en nombre de la democracia, la cual no dejó de promover en todas las legaciones estadunidenses que encabezó (Honduras, bases militares de su país, financiamiento de la Contra, Chile, Irak, ONU, etcétera, etcétera). Y fue tal su éxito como diplomático en nuestro país, que hasta el Congreso mexicano lo declaró persona non grata.

Cómo olvidar a John A. Gavin (1981-1986, designado por Ronald Reagan, otro enfermo) y la Operación Leyenda, a Jeffrey S. Davidow (1998-2002, enviado por Bill Clinton y ratificado por George W. Bush), uno de los socios de Negroponte en eso de construir democracia made in USA (por cierto, tras dejar la “diplomacia, Davidow se convirtió descaradamente en cabildero de las trasnacionales petroleras y ante la reforma privatizadora de Peña Nieto en la materia prometía, entre otras estupideces, que ella permitiría a los mexicanos vivir como noruegos).

Y como los citados, muchos más (por no decir todos), siempre en la creencia de que son procónsules y no embajadores. Añádase, pues, a Ronald Douglas Johnson, quien arribará a México para proceder como sus antecesores, pero ahora sí con rango de coronel.

Las rebanadas del pastel

¿Y el control de calidad?, porque en Morena parecen patos salvajes: a cada paso, una deposición (Layda Sansores y Jorge Luis Lavalle; Rutilio Escandón a Miami; ejército de infiltrados; impresentables como Monreal y Haces, etcétera, etcétera).

X: @cafevega