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Las mujeres brigadistas y Lucio Cabañas en los Pedregales

Viene abriendo los caminos la guerrillera.

La guerrillera, Soledad Bravo

L

a mañana del 2 de diciembre de 1974 sería la última que vería el profe Lucio. Sólo faltaban poco más de dos semanas para que cumpliera 37 años, pero no alcanzó esa edad, pues cayó enfrentando a los militares que lo tenían acorralado. El escenario fue El Otatal, en el municipio de Tec-pan de Galeana, estado de Guerrero.

El reporte de la Dirección Federal de Seguridad, firmado por el capitán Luis de la Barreda Moreno, dio cuenta de este acontecimiento: a las 9 horas “hubo un enfrentamiento entre el Ejército y cuatro miembros (…) en el cual murieron tres personas y una fue detenida (…) El personal de tropa dio demostraciones de júbilo al conocer que en ese encuentro cayó abatido el mencionado Lucio Cabañas Barrientos”.

Han pasado 50 años de aquel trágico día para la lucha armada en México; este aniversario propició la organización de varios actos en Atoyac de Álvarez, Guerrero, y también en la Ciudad de México, para recordar al emblemático guerrillero. En el Pedregal de Santo Domingo se realizó el homenaje popular En los Pedregales, ¡Lucio Cabañas vive!, organizado por integrantes de esta combativa comunidad. El encuentro entre los pobladores y participantes fue en el Pilares llamado José de Molina, nombre de un cantautor mexicano (1938-1998); entre su vasta obra musical creó una melodía titulada Corrido a Lucio Cabañas: Que hay campesinos armados / defendiendo la montaña / comandados por un hombre / de nombre Lucio Cabañas.

Al homenaje fuimos invitados a participar mi madre, Rosa Ocampo Martínez, y mi padre, Pedro Martínez Gómez, ambos ex combatientes de la Brigada Campesina de Ajusticiamiento. Esta es la primera vez que los tres somos reunidos para platicar sobre la guerrilla encabezada por el profesor Lucio Cabañas.

Me centraré en lo que representó Rosa Ocampo en este encuentro, ya que es la segunda vez que habla en público de sus experiencias en la brigada. Por otro lado, considero que muchos de los episodios que relató los vivieron algunas de sus compañeras de lucha. Fue una de las 23 mujeres que integraron la guerrilla en diferentes etapas; una parte de ellas se incorporó por conducto de sus parejas sentimentales. Así lo hicieron Rosa ( Estela); su hermana Ángela Ocampo Martínez ( Alicia), quien subió a la sierra a los 14 años; su prima Guillermina Cabañas Alvarado ( Hortensia); su sobrina María de Jesús Fierro Cabañas ( Martha). Por otro lado, una prima de mi papá, Simona de la Cruz Martínez ( Celia), se integró en los momentos más difíciles de la persecución por el Ejército, que buscaba rescatar a Rubén Figueroa de las manos de la guerrilla. Asimismo, estuvo en esta cruenta etapa María Argüello Vázquez ( Rosario).

Rosa tomó la palabra en el acto En los Pedregales, ¡Lucio Cabañas vive! con cierto nerviosismo, pero los aplausos cálidos del público la animaron a continuar su relato. Los orígenes de esta brigadista los pueden encontrar en https://acortar.link/oMyE7Q.

A mi mamá no se le olvida la fecha precisa en que conoció al profesor Lucio. Como si se tratara de un regalo de cumpleaños (ese día ella llegaba a los 12 años), lo vio por primera vez el 3 de septiembre de 1963. La distancia que la separaba de su casa (ubicada en el poblado El Salto Chiquito) se convertía en una hora de caminata; casi siempre iba a sus clases con el estómago vacío, y pese a ello le encantaba ir a la escuela en Mexcaltepec. Lucio conocía y vivía la condición de pobreza de sus alumnos y alumnas, por eso fue desprendido con el salario que recibía como maestro: Él se acercaba y me daba un peso, me daba 50 centavos; ya con eso iba yo a la tienda para echarme algo, siquiera tener la boca dulce.

Mi madre sólo cursó hasta el segundo grado, y a los 14 años empezó a trabajar en una panadería en Atoyac, Guerrero. Poco tiempo después, Lucio tampoco continuó con su profesión, pues remontó a la sierra para iniciar la lucha armada. Rosa deseaba con vehemencia sumarse a las filas de la brigada, máxime que su hermana menor ya era parte del grupo armado. Su padre, Encarnación Ocampo Zamora, le quiso coartar sus deseos, pero ella rauda se fugó con su prometido, que era de la brigada, Pedro Martínez, del cual sólo sabía que se llamaba Manuel.

Pronto se incorporó a las actividades, y llevaba mi mochila pesaba: tenía que llevar mi ropa, mis cosas personales, alimentación, mi rifle M1, mi morral con 200 parques (y) tres cargadores; así fue con el resto de las mujeres que ella conoció en la brigada. Mujeres que se habían liberado de los quehaceres domésticos a los que estaban atadas en sus hogares, pues en la sierra todos tenían que distribuirse las actividades.

La picardía y naturalidad con que contó mi madre parte de su historia en la guerrilla hicieron que la comunidad, que nos acompañó como público, se acercara un poco a la realidad que vivieron estas brigadistas, mujeres valientes.

* Profesora investigadora de la Universidad Pedagógica Nacional Ajusco