i observamos la evolución de la economía estadunidense en una perspectiva de larga duración, identificaremos –lo hemos comentado en anteriores ocasiones– algunos movimientos esenciales.
Primero uno de descenso gradual, pero sostenido de la rentabilidad general de la economía, desde la posguerra hasta el inicio de los años ochenta. Y luego, de este inicio de los años ochenta –pese a cierta variabilidad en algunos momentos– un estancamiento del nivel de rentabilidad general de la economía vecina.
Además –y por ello mismo–, una mayor pugna por el monto de excedente económico –las famosas profits– entre los agrupamientos corporativos, tanto financieros como no financieros. Y esto –también lo hemos comentado en otros momentos– se acompaña con un segundo movimiento de larga duración. Sí, un estancamiento salarial de 1979 a 2024, acompañado de una baja relativa del salario mínimo respecto al salario promedio. Esto se observa en que los mínimos de nuestros vecinos son cada vez más malos
en términos de poder adquisitivo de los trabajadores. Se acompaña, por lo demás, con una creciente dispersión salarial,fundada en circunstancias de edad,sexo, raza, origen y, sin duda,educación.
Este deterioro salarial absoluto y relativo se manifiesta en el irreversible aumento de las ganancias de las corporaciones financieras, en detrimento de la baja relativa de las ganancias corporativas no financieras y como si fuera efecto de esta pugna , hay un tercer movimiento de larga duración que se reconoce en un deterioro creciente de las condiciones de trabajo, en una mayor precariedad laboral.
¿Cuál sería el cuarto movimiento de larga duración? Unos impuestos crecientemente cargados en las remuneraciones de trabajadores y empleados. ¿Y el quinto? Justamente –hoy lo introducimos– un persistente y creciente déficit gubernamental.
Luego del terrible periodo de la Segunda Guerra con tremendos déficits de 1942 a 1948 (números negativos de 12.4, 26.9, 21.2, 20.9 y 7 del producto, respectivamente), se logró el mayor superávit de la historia, 4.3 por ciento en 1948. Un superávit que nunca más se ha alcanzado. Más aún, de 1949 hasta nuestros días, el deterioro fiscal ha ido aumentando. En todo el largo periodo de 75 años el gobierno no ha reparado en incurrir en déficit en 65 de esos 75 años.
Sí, nuestros vecinos tienen un gobierno con deterioro fiscal secular. Un deterioro que no les asusta ni parece preocupar, como si nos acontece a nosotros. De otra manera no tendrían ese persistente déficit, que en 2020 y 2021 alcanzó 11.8 y 14.7 por ciento del producto y que este año alcanzará –según los últimos registros oficiales– casi 8 por ciento del producto anual.
¿Cuál es la explicación oficial del déficit? Muy simple. Que el déficit y su tamaño están influenciados por la salud de una economía y por las políticas e ingreso y gasto de los gobiernos. Así de simple. Y tratan –a decir de nuestro admirado profesor Duncan Foley de la New School de Nueva York– de superar momentos de colapso o crisis y restablecer cierto equilibrio. A veces bajando las tasas de interés, otras inyectando liquidez a la economía o, finalmente, con un gasto incrementado merced a la ampliación del déficit.
Pero esto, a su decir, tiene dos problemas: que la economía se resista a componerse con esas medidas o que la crisis sea más de orden estructural y no se resuelva con ninguna de esas tres acciones: bajar tasa de interés, incrementar liquidez o aumentar el déficit.
Da la impresión, entonces, de que el persistente déficit estadunidense refleja más un problema estructural de fondo que una crisis pasajera. De eficiencia y productividad. Profundizaremos en ello. De veras.
NB: Gustosa celebración en nuestra querida Sala Nezahualcóyotl de los 95 años de nuestra admirada Facultad de Economía. ¡Honor a quien honor merece! A sus estudiantes. A sus trabajadores. A sus profesores. A sus investigadores. Y agradecimiento a nuestra Ofunam por el concierto de celebración. De veras.