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Brasil: Lula y su nuevo éxito
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or fin, luego de 25 larguísimos años, el pasado viernes 6 de diciembre, el Mercosur y la Unión Europea llegaron a un amplio y sólido acuerdo. La previsión ahora es que a lo sumo dentro de veinticuatro meses –léase dos años– los puntos del acuerdo ya estén vigentes.

En Brasil se comenta que es el mayor acuerdo del mundo. Aun dejando a un costado la habitual tendencia de los brasileños a la exageración, es inevitable destacar la inmensa importancia de lo que fue logrado.

¿Y por qué atribuir a Lula buena parte del éxito de las negociaciones? Por varias y sólidas razones.

En primer lugar, porque en ningún momento dejó de empeñar todos sus esfuerzos en alcanzar el éxito al que ahora se llegó. Y, además, porque a lo largo de esos veinticinco años, él presidió el mayor, más poblado y más rico país del Mercosur a lo largo de una década: ocho en sus dos primeros mandatos, y ahora va por la mitad de su segundo. Además, tuvo a su sucesora, Dilma Rousseff, del mismo Partido de los Trabajadores (PT), presidiendo por otros seis: cuatro del primer mandato y dos del segundo, hasta ser defenestrada por un golpe.

Llama la atención que el conservador matutino de Río de Janeiro O Globo, que ni por un minuto nutrió siquiera vestigios de admiración por Lula da Silva y sus gobiernos, haya calificado el acuerdo como un momento histórico.

Jamás será demasiado reiterar que el anuncio, realizado en Montevideo durante la reunión en la capital uruguaya entre los dos grupos, Mercosur y Unión Europea, alcanza unos 700 millones de personas y reúne un producto interno bruto (PIB) que sumado supera 22 billones de dólares. Se trata de algo cercano a 25 por ciento del PIB global.

Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, brazo ejecutivo de la Unión Europea, no ocultó su satisfacción por el resultado.

Ya el ultraderechista mandatario argentino, Javier Milei, pese a haber firmado el acuerdo, insistió en su tonada. En el mismo día en que asumió la presidencia del grupo –toca el turno a Argentina por un semestre– dijo que el Mercosur es una prisión, para en seguida desfilar una larga hilera de fracasos que, en su opinión, el bloque padece. Y no ocultó en ningún momento su verdadera intención, que es negociar acuerdos bilaterales con Estados Unidos, especialmente ahora, cuando asumirá la presidencia del país más poderoso del mundo su amigo e inspirador Donald Trump.

Las reglas del Mercosur impiden acuerdos que no reúnan a los cuatro, o sea, ningún país puede, de manera aislada, actuar en este sentido.

Brasil se mantendrá riguroso para que se cumpla todo lo que está previsto como regla innegociable dentro del Mercosur. Por eso, se esperan momentos de tensión con Milei.

Y nadie en el gobierno nutre la más tenue esperanza de que se logre avanzar en áreas sociales, de derechos humanos, de protección ambiental, temas que provocan en el argentino una fuerte reacción alérgica.

La principal expectativa está relacionada a lo que Milei intentará hacer. Y de cómo Donald Trump tratará el bloque, donde se abriga –aunque sin ninguna comodidad– aquel que sea quizá su más ardoroso fan fuera de Estados Unidos.