Presentó un repertorio de música antigua en honor a su amigo y cómplice de luchas artísticas
Jueves 5 de diciembre de 2024, p. 3
Madrid. Con su inseparable viola da gamba y acompañado por un tiorbista y un percusionista, Jordi Savall cerró con un emotivo y vibrante concierto las celebraciones por el centenario dedicado a Antoni Tàpies, el artista catalán que se convirtió en una de las principales figuras del arte contemporáneo en la segunda mitad del siglo XX.
Culmina así una serie de actividades realizadas a lo largo de este año por la Fundación Tàpies, con la que se catapultó de nuevo la figura de este artista singular, abriendo un diálogo sin complejos con creadores contemporáneos de lo más variopintos, precisamente para resaltar la vigencia de Tàpies y su enorme influencia en las generaciones que le sucedieron.
Con el cuadro Amor, a mort (Amor, a muerte) como telón de fondo, pintado por Tàpies en 1980, consistente en un enorme lienzo en el que reflexiona precisamente sobre la inquietud ancestral de la humanidad del Eros y el Tanatos con una sucesión de imágenes en blanco y negro, Savall (Barcelona, 1941) desplegó toda su magia en un repertorio sencillo de música antigua, con el que además rindió un cálido homenaje a quien fue su amigo y cómplice de luchas y movimientos artísticos.
Tàpies y Savall tuvieron una amistad estrecha, se manifestaron públicamente contra la severidad de la dictadura franquista y se interesaron por los movimientos de vanguardia que proliferaron en su época. Y aunque uno, Tàpies, se inclinó por los lenguajes más rupturistas e innovadores, el otro, Savall, se convirtió en uno de los divulgadores y defensores más importantes del mundo de la llamada música antigua
, quien no sólo ha rescatado decenas de libretos olvidados y perdidos, sino que ha recuperado los sonidos de los instrumentos originales.
Fuente de inspiración
Como decía el propio programa del concierto: “Para Antoni Tàpies, la música fue una fuente de inspiración: un recurso creativo de una riqueza infinita que llenaba su maleta –literal y figurada– y que encontramos reflejado en su obra plástica de maneras a menudo poco evidentes, pero visualmente gratificantes. No sólo fue un melómano apasionado, con unas inquietudes interdisciplinares enormes, sino que también colaboró con compositores e intérpretes de géneros y estilos plurales, con entidades y artistas aparentemente muy distintos, pero con quienes compartió camino vital, ideológico o, esencialmente, humanista. Un ejemplo de ello es el propio Jordi Savall”.
El homenaje de Savall a Tàpies contó además con la colaboración de otros dos grandes músicos del género, el prestigioso Xavier Díaz-Latorre, virtuoso de la tiorba y la guitarra, y el singular percusionista David Mayoral. Entre los tres tejieron un programa que tenía como eje vertebrador piezas de raíz ibérica y origen humilde, canciones y danzas que podemos asociar a pastores y campesinos, pero que, durante siglos, resultaron un punto de partida para las improvisaciones instrumentales de músicos reputados de Europa entera y dialogaron con las tradiciones amerindias y otomanas
. Por eso interpretaron las folías o danzas populares de origen ibérico, como las romanescas o canciones melódicas y armónicas de procedencia española e italiana. Pero también incluyó una de las joyas de su repertorio de esta época y género, la guaracha mexicana de Juan García de Zéspedes y el veracruzano o más bien jarocho Jarabe loco.
El concierto finalizó con piezas del italiano Antonio Valente y su Gallarda napolitana, que compuso al final del manierismo y al principio del barroco. Ciego desde su niñez, Valente fue un compositor que buscó poner la técnica del clavicémbalo a la disposición de aquellos que no hubiesen tenido ninguna experiencia musical previa, con lo que Savall recuperó así una de las máximas de su trayectoria vital y artística: Democratizar la música y vincular el arte con la sociedad, con las luchas, las alegrías y las esperanzas del pueblo
.
La directora de la Fundación Tàpies, Imma Prieto, celebró la conjunción mágica
de la música de Savall y la obra pictórica de Tàpies, con la que se cierra un festejo centenario que superó 65 mil asistentes, y con lo que impulsa su figura en nuestra era.