Opinión
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Finura, razón y dureza
L

a Presidenta mexicana tiene un intenso curso de entrenamiento diplomático. Al asistir a la pasada reunión del G-20 marcó un rumbo distinto, en política externa, al de su predecesor. Una acertada decisión, aceptada como tal por la ciudadanía. Pero la voceada irrupción del futuro mandatario estadunidense, Donald Trump, la puso de inmediato ante un desafío de magnitud desconocida.

Del manejo de sus respuestas y acciones dependerá evitar o suavizar los daños avizorados. Lo cierto es que tal amenaza ha sido aquilatada como de serio impacto. Bien puede también ser catalogada como demoledora, si se sale de proporciones debido a un mal manejo de circunstancias o fondo del asunto. Sin embargo, sus primeras actuaciones han sido bien conducidas al fincarlas en la razón y llevarlas con suavidad y firmeza. La arrogante y soberbia postura de Trump de imponer aranceles (de 25 por ciento) a diestra y siniestra, no ha hecho sino causar alarma en varias partes del mundo. Tal vez un tanto más álgida en este México que inaugura tiempos nuevos. No ha pasado a mayores, pero sus derivadas han logrado dañar en variados aspectos a diferentes y distantes economías. No sin un dejo irónico, estos daños en nada han contribuido a mejorar la marcha de la propia y enorme fábrica productiva del vecino. Tanto aquí, como allá, lo básico y crucial ha sido atender a las propias audiencias y electores.

Las amenazas del autonombrado campeón del norte, se han esparcido por todo el orbe. Poco a poco han aterrizado en sus debidas proporciones y realidad. Despojadas ya de las alarmas iniciales, se han situado en sus debidos alcances. Nadie espera que desaparezcan del todo o se reduzcan por arte de eficaz negociación. Como tampoco se le tildarán de locura o desusado manejo. Simplemente son los tonos ya usados, conocidos en su pasada administración y ahora adaptados a la sonora actualidad.

En lo interno, la Presidenta no ha tardado en prepararse para su seguro e inminente encuentro cara a cara, con este atrabiliario republicano y poderoso personaje. Pertrechada con la información relevante, que le servirá de guía precisa, también sabe que su contraparte es un probado abusador a quien gusta ganar siempre todo y a costa de lo que sea. Nadie espera una Claudia pendenciera, sino esa que actúe como lo que es: una política firme, sensible y decidida. Sin duda será consecuente con su audiencia y las promesas de responder prioritariamente a esos intereses que afectan a los de abajo. No en balde se habla y afirma trabajar para el bienestar, equidad e igualdad entre clases y regiones. Valores y promesas que deberán prevalecer ante las exigencias externas de atender a pulsiones imperiales y presiones fuera de órbita y proporción.

Simultáneamente a tales realidades se deben, como se empezó, organizar mecanismos adecuados con la antelación debida. Sabedora que lo venidero es trascendente, y que no puede ser manejado por una sola persona inteligente y capaz, sino por una mandataria, auxiliada y reforzada por equipos de probados expertos en estas materias. Grupos que en la práctica llevarán la carga principal de la negociación. Con el bagaje bien documentado, tanto de lo propio como de lo esperado del otro y el contexto adicional, se irá a la búsqueda de asentar los propios intereses. En esta batalla pacífica se tiene que echar mano del talento disponible en el país. Incluso recurrir al externo en caso necesario y de acuerdo a las condiciones imperantes de los distintos momentos o escenarios internacionales.

Sheinbaum tiene seis largos años por delante. Trump tiene cuatro. Pero los cruciales son los que ahora seguirán. Más adelante se entrará en una normalidad sólo alterada por las intemperancias del estadunidense y los cambios que se sucederán en el ancho mundo.

Varios acontecimientos recientes han añadido tonos, alcances y contenidos. Uno ha sido la amenaza de imponer aranceles de 100 por ciento a los países agrupados en el llamado BRICS+. Economías que ya operan sus intercambios por ahora en las propias monedas. Pero en el futuro sustituir al dólar como moneda única. Aparte de que tal sustitución hace tiempo empezó, Trump no podrá detener ni castigar a esos actores como promete. Juntos, ya son los principales productores del mundo y poseedores de las mayores reservas petroleras. Tampoco tiene sentido alguno la desbocada amenaza de desatar un infierno en Medio Oriente si no se libera a los rehenes israelíes cautivos de Hamas. Más allá de lo que ha hecho EU en esa región, poco se puede agregar. Involucrarse más de lo que Joe Biden y antecesores destruyeron, no lo soportarían la sociedad estadunidense y mundial. Estos dos desplantes trumpianos lo que sí logran es presentar una reciclada versión del desorbitado y alocado personaje. Un político que pretende resolver de un plumazo problemas complejos con su sonora voz. Aunque en el transcurso de estos asuntos logre perjudicar innecesariamente a sus rivales o incluso a sus mismos amigos y aliados.