En entrevista, la autora de Agalma comparte su concepción de la literatura // “Cada obra es una oportunidad de explorar un ángulo de la vida”, señala
Lunes 11 de noviembre de 2024, p. 4
“Escribir es aprender a mirarte de nuevo, es estar dispuesto a incomodarte en tu propia piel”. Con estas palabras, la escritora Ana Laura Bojórquez (Ciudad de México, 1967) abre la puerta al complejo y apasionante mundo de la creación literaria.
Conocida por sus iniciales, ALBA, la autora ha trazado un camino que explora tanto las profundidades de la poesía como los recovecos filosóficos mediante el ensayo. En sus obras, Agalma (2018), Zombis: Un ícono del vacío (2015) y su creación más reciente, Vuelo raso (2024), también refleja la constante búsqueda de autoconocimiento, así como su disposición para explorar lo incómodo.
“Desde niña, la literatura fue para mí una compañía constante. Crecí rodeada por libros, desde los cuentos que me regalaba mi familia hasta las grandes obras de la literatura rusa que mi padre amaba, lo que me fue preparando, poco a poco, para un universo de palabras y reflexiones profundas”, señaló en entrevista con La Jornada.
Fusionar poesía y filosofía ha sido una constante en su trayectoria; esta combinación “encuentra su expresión más auténtica en el lenguaje visual y en la síntesis de ideas”, refiere.
Ibargoyen y Cerecedo, sus influencias
La escritura de Bojórquez refleja también la profunda influencia de grandes maestros, como Saúl Ibargoyen, con quien colaboró durante años en el colectivo Juntaversos.
“Ibargoyen siempre nos acercó a los poetas malditos”, añadió la autora, refiriéndose a aquellos autores que tocan lo prohibido, lo oscuro, lo trágico. Esta influencia, sin embargo, no fue inmediata.
“Al principio no me gustaba mucho esa poesía, pero con el tiempo aprendí a amarla. Fue gracias a estos años de trabajo en talleres que mi obra adquirió una intensidad particular, esa que no teme abordar temas difíciles, como el abuso infantil o el feminicidio, temas recurrentes en mi poesía y ensayos.”
Por otro lado, Eduardo Cerecedo, otro de sus maestros, le mostró una poesía más contemplativa, arraigada en la belleza natural de su tierra natal, Veracruz. “Eduardo me enseñó a observar el mundo con calma y detenimiento”.
Uno de los puntos culminantes en su obra es Agalma, publicada por Ediciones Marea Baja, que explora la relación entre el alma y el amor. El título, que proviene de la palabra griega que denota algo invaluable, lo más preciado, surgió de una conversación con su hija, quien le pidió ayuda para entender ese concepto en los escritos de Carl Jung.
Este cuestionamiento la llevó a explorar su pasión por la mitología griega y a reflexionar sobre el amor, el deseo y la intimidad. “Quise hablar sobre cómo a veces valoramos tantas otras cosas y desvalorizamos los momentos íntimos, esos de profundo placer y conexión”.
La intimidad de Agalma contrasta con la crudeza de Zombis: Un ícono del vacío, ensayo filosófico que explora el mito contemporáneo del zombi como reflejo de la descomposicón interna del ser humano.
El zombi, encarnación del vacío
En este libro, publicado en 2015 por Ediciones Zigurat, Bojórquez reflexiona sobre cómo el ser humano teme perder su alma y cómo los seres resucitados representan esa pérdida.
“El zombi es una figura de culto que encarna el miedo a la muerte y al vacío, pero también refleja la descomposición de nuestra sociedad”, afirmó la autora. Para ella, ese ser es un símbolo filosófico de la lucha por preservar una identidad que se desvanece.
En Vuelo raso (2024), la escritora vuelve a la poesía, pero esta vez con una mirada más cercana a la contemplación y a la reflexión sobre la distancia que se necesita para enfrentar los temas difíciles.
“El vuelo raso es esa capacidad de acercarse, pero manteniendo una cierta distancia, por precaución, por temor”, agregó.
“Cada obra representa la oportunidad de explorar un nuevo ángulo de la vida y de la experiencia. Escribir es aprender a mirarte de nuevo.
“Al hacerlo, uno es capaz de enfrentarse con lo más profundo de sí mismo, con sus miedos, sus deseos y sus incomodidades.”












