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Exiliados de Nicaragua, vidas entre la violencia, el rechazo y la sobrevivencia
 
Periódico La Jornada
Martes 5 de noviembre de 2024, p. 14

“Es una lucha diaria aceptar que no estás en tu país. Y no es porque uno no quiera estar en el país, es porque te echaron a patadas, te corrieron: ‘Si no te corrés, te mato’”, ese es el testimonio de una persona nicaragüense que se vio obligada a exiliarse ante el clima político-social de represión que mantiene el régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo.

Organizaciones de derechos humanos de Nicaragua se dieron a la tarea de documentar las condiciones y violaciones a sus derechos que sufren 40 personas en el exilio.

La Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados estima que de 2018 –cuando se dieron las protestas contra el régimen– a junio del año pasado, más de 935 mil personas abandonaron Nicaragua. La cifra equivale a uno de cada ocho ciudadanos nicaragüenses.

De acuerdo con los datos del informe, la mayoría de los entrevistados se refugió en Costa Rica, 60 por ciento; 20 por ciento en Estados Unidos; 12.5 en España; 2.5 en México, y el mismo porcentaje en Irlanda y en El Salvador.

El reporte presentado la semana pasada expone que 65 por ciento de los entrevistados fueron víctimas de violaciones a sus derechos humanos en el país de acogida.

Les han violentado derechos a la nacionalidad y a un documento de identidad, al refugio y a la protección internacional, a la educación, a la salud, a la vivienda, al trabajo, a la seguridad social, a la vivienda, han sufrido obstáculos para que se les revaliden estudios, entre otros.

Entre los testimonios, una mujer huyó de Nicaragua junto con su hija y sus dos nietos, quienes vivieron su peor experiencia en su paso por México, donde fueron víctimas de asaltos, extorsiones, tocamientos sexuales, sobre todo en los retenes de los agentes de migración. Tras un viacrucis, lograron llegar a Piedras Negras, Coahuila, desde donde cruzaron el río Bravo de madrugada.

Como si fuéramos animales

“Mi hija casi se me ahoga (...) Nos entregamos (a las autoridades migratorias de Estados Unidos) nos trataron horrible. Nos decían cosas. ‘¿Cómo es posible que van a entrar así? Tal por cual, son unos atrevidos’. Y nosotros con aquel frío, porque no te daban ropa. No te dan nada. Te meten así, todo sucio. Te tienen entrevistándote pidiéndote tus datos en Migración. Vieras qué horrible cómo nos gritaban (...) Y yo decía ‘¡ay Dios mío, como si fuéramos animales!’ No te hablaban con buena (manera) y si uno pedía la palabra ellos decían ‘no queremos saber nada, desde ahorita les decimos no queremos saber nada de ustedes. Aquí se va a hacer lo que nosotros digamos. Nada, nada tienen que hablar, se va a hablar hasta que nosotros les preguntemos algo’. Y, por el temor, uno no habla”.

Durante la presentación del informe, Linda Núñez Calderón, del Colectivo de Derechos Humanos Nicaragua Nunca Más, apuntó que salir de su país ha sido para miles de personas una decisión necesaria para salvar la vida.

Clemencia Correa, directora de Acompañamiento Sicosocial y profesora universitaria, remarcó que el régimen Ortega-Murillo ha utilizado estrategias que representan crímenes de lesa humanidad, que pensábamos eran imposibles de repetirse en América Latina.

Señaló que el informe da cuenta de tres ejes transversales de la violencia padecida en Nicaragua: el miedo como mecanismo de control social, el castigo asociado a la culpa y la vergüenza y la ruptura del tejido social, pues se han dejado los vínculos afectivos, familiares y proyectos personales.

Para Lydia Alpízar, presidenta de la junta directiva del Fondo y Acción Urgente para América Latina, el reporte es un ejemplo de resistencia, pues se ha construido desde un exilio que es víctima de violaciones a sus derechos, pero también como un acto político que se mantiene en la lucha.