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Cuarenta años de caminar
E

n México estamos atravesando una crisis de violencia que va cada vez más en aumento y pareciera no tener fin. Se ha dialogado desde distintas trincheras sobre la crisis de derechos humanos que se agudiza por la evidencia de que ya no son respetados aquellos pactos sociales implícitos entre diversos sectores de la sociedad y el crimen organizado. La niñez, los sacerdotes, las y los líderes comunitarios, las mujeres y las juventudes son quienes están recibiendo con mayor frecuencia los impactos de la violencia en los territorios.

Por un lado, el gobierno federal ha apostado por mantener a cuerpos militares en nuestras calles para regresar la paz a la sociedad, cuyo resultado aún está en duda después de la memoria histórica en América Latina sobre estas acciones. Por otro lado, las organizaciones de sociedad civil, quienes han estado en la documentación y exigencia de la protección de los derechos humanos ante el Estado, se encuentran en un debilitamiento del actuar derivado de las condiciones de inseguridad que se viven no sólo por la delincuencia organizada, sino también por agentes del Estado.

Ante ello, ¿cómo podemos promover acciones colectivas para afrontar la violencia desde la sociedad civil organizada? ¿Cómo es que las organizaciones de sociedad civil nos rearticulamos y acompañamos para abonar a construir la paz y condiciones de dignidad para nosotras, nosotres y nosotros? ¿Cómo podemos recuperar la esperanza de la paz en nuestros territorios? Las preguntas son muchas y las respuestas quizá, pocas, pero dentro de ello se va construyendo la esperanza.

Una esperanza colocada en el centro de una apuesta política por la justicia social y la construcción de condiciones de vida dignas que fueron los nichos para el surgimiento de organizaciones de sociedad civil en la década de los 80, como es el Centro de Derechos Humanos Fray Francisco de Vitoria OP, AC (Centro Vitoria). Los orígenes de la organización se encuentran en la solidaridad con las víctimas de la violencia y persecución política de regímenes de América Latina y el Caribe. De ahí surge el compromiso por la defensa de los derechos sociales desde la acción política organizada a través de los vínculos y del impulso de la Iglesia católica con otros sectores, orientada por el movimiento político de la Teología de la Liberación.

Desde sus inicios hasta 2023, el Centro Vitoria estuvo dirigido por Miguel Concha Malo, fraile dominico, defensor de derechos humanos, académico y mentor acompañante de las causas justas, de víctimas y colectividades que buscaban verdad y justicia en sus comunidades.

Ahora, en 2024, después de la pérdida del Sembrador de paz (como se le ha nombrado) y a cargo de Gonzalo Ituarte, el Centro Vitoria ha cumplido 40 años de caminar, en medio de una complejidad social mundial y nacional que coloca en el centro de la reflexión cómo es que se puede reconstruir en medio del caos y la desesperanza. Y aunque no tenemos la respuesta, confiamos en que las claves están en nuestras raíces, nuestros referentes y en el fortalecimiento de nuestra apuesta política por las juventudes como agentes y sujetos políticos de transformación social. Miguel Concha describía al Centro Vitoria como un ser centrífugo: un ser que se comparte, expande, crea y teje con otras, otres y otros desde el acompañamiento y del caminar hombro a hombro de adentro hacia afuera y viceversa.

Ahí identificamos y recordamos que la fuerza ante el caos se encuentra en la colectividad comprometida por la construcción de otros mundos posibles. Como decía nuestro Sembrador de paz, hacer lo que se puede con lo que se tiene, pero siempre con ganas y de buena manera, donde la potencia no radica en la multitud desbordada, sino en la organización local con voluntad de (re)construir y proteger nuestra casa común. Esta casa compartida se diversifica con las personas que la componen; se expande por las luchas con las que nos vinculamos; se contrae para reflexionar cuando el panorama es complejo y se fortalece cuando se mantiene encendida la llama por la justicia social, la digna rabia y la defensa por la vida colectiva ante la desesperanza.

Es por ello que, después de cuatro décadas de caminar, de reconfiguraciones, de diálogos a lo interno y externo, el Centro Vitoria sigue apostando por la defensa y promoción de los derechos humanos para todas, todes y todos, ahora, fortaleciendo nuestra escucha y acompañamiento hacia las juventudes y las generaciones futuras, pues ellas son y serán quienes continúen sosteniendo la esperanza y el fuego en resistencia por la disputa de la vida en paz, libertad y dignidad, porque la construcción de paz y la resistencia por la defensa de la vida en comunidad se hace con todas, todes y todos, aunque seamos pocos.

* Directora del Centro Vitoria