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México promueve en Rusia la cooperación técnico-científica

Tras la ruptura de los nexos con investigadores de EU y Europa, Moscú busca nuevas relaciones con países de América Latina, asegura el diplomático

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▲ Eduardo Villegas Megías asegura que se ha volcado al encargo de defender los intereses nacionales.Foto La Jornada
Corresponsal
Periódico La Jornada
Martes 15 de octubre de 2024, p. 23

Moscú. Desde el día que presentó al presidente Vladimir Putin las cartas credenciales que lo acreditan como embajador de México en la Federación de Rusia, el 5 de abril de 2023, que el destino quiso que coincidiera con su cumpleaños, Eduardo Villegas Megías se ha volcado en el encargo de defender aquí los intereses de México y de fortalecer la relación bilateral, en un contexto que plantea numerosos obstáculos para impulsar los intercambios.

Filósofo de formación y vocación –no en vano al conversar con La Jornada, cuando enumeraba las oportunidades que se abren para México en el plano bilateral con Rusia, recurrió a una frase de Aristóteles (la naturaleza odia el vacío)–, siendo titular de la Coordinación de Memoria Histórica y Cultural de México no dudó en aceptar el desafío de ser el primer embajador en venir a Rusia en tiempos de guerra.

“Sin duda, lo que Rusia llama ‘operación militar especial’ hizo que la relación con México, y con muchos otros países, se volviera más compleja y difícil de transitar”, empieza a explicar Villegas a este diario y, de inmediato, reitera cuál es la posición de México ante la guerra en Ucrania:

México, lo dijo en su momento el entonces presidente Andrés Manuel López Obrador y ahora lo ratificó la presidenta Claudia Sheinbaum, ha sido muy claro en señalar dos cosas respecto a este conflicto: lo primero, por razones históricas que tienen que ver con la pérdida de nuestro territorio en el siglo XIX, condenamos abiertamente la invasión de Ucrania y la violación de su integridad territorial; y lo segundo es que no apoyamos ningún tipo de sanción contra Rusia, por ser éste un instrumento de presión política poco efectivo que no abona a la solución de las controversias de una manera más razonable para bien de todos: mediante el diálogo y la negociación.

–¿Qué sentido tiene mantener la embajada en estos momentos, cuál es su función como titular de la misión diplomática mexicana?

–Asumo que mi función es servir de puente de manera que se fortalezca la relación bilateral. Porque para eso me mandaron aquí. Podría pensarse que, como queremos robustecer los vínculos entre México y Rusia, la embajada está de acuerdo con todo lo que hace la Federación de Rusia. Nada más lejos de la verdad: Yo no justificó ni al Kremlin ni a Rusia, tengo muy claro que represento a México.

Y como defensor de los intereses de México ante Rusia, lo que tengo como tarea es lograr que aquellos puntos de la agenda bilateral que puedan beneficiar a nuestro país se concreten y, contrariamente a lo que podría parecer, no son pocas las oportunidades que existen.

–¿En qué temas vale la pena prestar atención?

–Un aspecto, creo yo, poco explorado es el de la cooperación técnica y científica. Y todos sabemos que en Rusia ha habido grandes contribuciones a la ciencia en, por mencionar dos áreas, física y matemáticas, donde México claramente se puede ver beneficiado de establecer una cooperación a nivel de profesores, estudiantes, investigadores.

“Uno de los aspectos que yo intento fortalecer es justamente éste porque por el conflicto en Ucrania se genera un vacío –y como decían los griegos: la naturaleza odia el vacío– y ese vacío finalmente está siendo llenado por diferentes actores. México tiene ahí una gran oportunidad de aprovechar ese vacío tras la ruptura de nexos de científicos rusos con sus colegas de Estados Unidos y Europa. Los institutos de este país ahora están volteando hacia otros lados, buscan establecer vías de cooperación en África, China, América Latina. Y México constantemente me está pidiendo hacer vinculación con universidades, con institutos, incluso con empresas tecnológicas, y eso redundaría en beneficios mutuos.”

–¿De qué modo afectan las sanciones contra Rusia los intercambios económicos y comerciales con empresas mexicanas?

– Ciertamente, las sanciones son un tema que se añade a la lista tradicional de escollos que tienen que sortear los empresarios mexicanos que quieren hacer negocios en Rusia, como son la lejanía, la logística, los pagos, el idioma y que no conocen el mercado local. Ahora percibo que existe miedo a que se venda algo a Rusia y después esa empresa tenga problemas por las sanciones secundarias. Sin embargo, no todos los productos entran en las sanciones; por ejemplo, los alimentos, donde México –identificado como el origen de muchas plantas cultivadas por el insigne botánico y genetista soviético Nikolai Vavilov– tiene mucho que ofrecer. Una de nuestras funciones es explicar a los empresarios mexicanos que aquí hay un mercado de 145 millones de personas, sin considerar el resto del espacio postsoviético, donde sus productos pueden ser atractivos, en un momento, además, debemos recordar que Rusia está volteando hacia otros lados para compensar la pérdida de parte del mercado europeo, estadunidense, canadiense, japonés, etcétera, y donde, como sucede en el caso de la cooperación técnica y científica, se crea otro vacío, que es llenado por otros actores.

Por otro lado, tenemos con Rusia un comercio que ronda 4 mil millones de dólares al año, que si se compara con el que mantenemos con Estados Unidos es muy poco, pero no es nada desdeñable en materia de cereales y fertilizantes, por mencionar sólo dos productos, y existen muchos puntos de interés, sobre todo para nosotros, pues la desproporción en la balanza comercial es enorme: México vende muy poco comparado con todo lo que le compra a Rusia. Estamos hablando de cinco o seis veces más en importaciones que en exportaciones. Es mucha la diferencia.

Pausa en los lazos de cultura y el turismo

–Hay áreas como la cultura y el turismo, que en los años recientes comenzaban a mostrar cierta tendencia ascendente y ahora sufren las consecuencias de las sanciones occidentales contra Rusia. ¿Cómo ve usted la situación en estos ámbitos?

–Desde luego, no existe ninguna restricción al respecto, pero tanto intercambios culturales como flujos turísticos resienten de modo indirecto los efectos de esas sanciones. Pongamos por ejemplo los vuelos entre México y Moscú. Se suspendieron los vuelos directos y, en este momento, la única vía que queda, digamos sin tener que dar la vuelta al mundo, es a través de Estambul, aumentando considerablemente el precio del boleto y la duración del vuelo, que se lleva entre 25 y 28 horas. Esto, a querer o no, tiene consecuencias y se refleja en la caída del flujo de turistas en ambos sentidos y hace que sea más difícil programar exposiciones, conferencias y otras actividades de orden cultural.

“Pero llama la atención, por ejemplo, el interés que despierta en Rusia la variante dialectal del español de México. No obstante que casi una tercera parte de los más o menos 500 millones de personas que tienen el español como lengua materna hablan la variante de México, históricamente en Rusia, y muchas otras partes del mundo, se enseña sólo el castellano, la variante ibérica. Por tanto, tenemos una gran oportunidad de posicionarnos aquí como una potencia lingüística, y México lo es, además, en un momento en que Rusia está buscando reducir su dependencia respecto de Europa en cualquier terreno.

“Este es sólo un ejemplo de que se puede fortalecer la relación bilateral sin volverse de modo alguno pro ruso o estar –bromea el embajador– defendiendo la tierra de los zares.”