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Brasil, un país de derecha
E

s verdad que en algunas ciudades habrá segunda vuelta puesto que ningún candidato obtuvo más de 50 por ciento de los votos en la primera. De ellas, solamente una tiene peso nacional: São Paulo, la más rica, poblada e importante de todas.

Allí, el actual alcalde Ricardo Nunes, quien se presenta como discípulo del desequilibrado y ultraderechista ex presidente Jair Bolsonaro, cuenta, de acuerdo con las encuestas, con amplia ventaja sobre Guilherme Boulos, del Partido Solidaridad (PSOL), respaldado por Luiz Inácio Lula da Silva, cuyo partido optó por no presentar ningún postulante.

Los más optimistas dicen que en las elecciones quedó claro que el país se inclina hacia el liberalismo en la economía y el conservadurismo en las costumbres. Los que se dicen más realistas prefieren destacar que, más que en ocasiones anteriores, la actual elección hizo evidente que Brasil es irremediablemente un país de derecha. Ignorante, amnésico y de un conservadurismo sin límites.

De los 5 mil 740 municipios brasileños, mil 683 optaron por elegir alcaldes estruendosamente adeptos de Bolsonaro. Se calcula que otro tanto oscila entre respaldar al ultraderechista y preservarse a una distancia prudente, para evitar intervenciones directas, y el Partido de los Trabajadores (PT) de Lula da Silva ganó en 248.

La verdad es que para entender un escenario que desde el golpe dado por el Congreso y que alejó a Dilma Rousseff de la presidencia, instalando en su lugar a un corrupto llamado Michel Temer, es necesario volver muy atrás, hasta otro golpe, el militar cometido en 1964.

Cabe una curiosidad. En Brasil, el primero de abril es el Día de la Mentira, eso que en algunos países hispanos es llamado el Día de los Santos Inocentes.

Fue precisamente el primero de abril de 1964 que se realizó el golpe, bautizado de Revolución Libertadora. Mintieron la fecha y el bautismo del movimiento, que contó con respaldo de los dueños del dinero.

Lo primero que se hizo, antes incluso de poner a los partidos políticos en la ilegalidad, fue liquidar con la educación. Y no sólo la pública: los currículos escolares fueron brutalmente alterados, y de esa manera se crearon generaciones y generaciones de ignorantes. Los que tenían educación en casa escaparon. La aplastante mayoría sucumbió.

Esa ignorancia trajo como consecuencia una amnesia de dimensiones olímpicas. Y así se llegó a un peligrosísimo esperpento llamado Jair Bolsonaro. Ha sido la primera vez que tal escenario se impone.

Sí, sí, es verdad. Fernando Henrique Cardoso se eligió dos veces, y si en su segunda presidencia se traicionó a sí mismo, es otro problema. Que Lula se eligió dos veces, Dilma dos, luego Lula una vez más.

Pero lo que se ve de manera concreta, palpable, y cada vez más, es que son excepciones que no hacen más –aquí cabe el viejo dicho– que confirmar la regla.