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Ifigenia, hacer posible lo deseable
E

l contexto. Conocí a Ifigenia – Pilli le decíamos de cariño– recién nombrada directora de la Escuela Nacional de Economía. Mis primeros años en la Universidad Nacional Autónoma de México, a partir de 1965, fueron turbulentos. En 1966 una bola de rufianes manipulados por diversas fuerzas oficialistas sacó de la rectoría al doctor Ignacio Chávez. Por razones parecidas también terminó renunciando el director de Economía, un distinguido académico. Para entonces un grupo de alumnos que proveníamos de escuelas privadas y públicas constituimos un grupo estudiantil denominado Juan F. Noyola en honor de otro gran economista mexicano.

Ifigenia directora. Cuando Ifigenia fue nombrada directora nosotros –los noyolos– nos habíamos embarcado junto con otros grupos en una campaña por democratizar a la UNAM que, en nuestra estrecha visión significaba nombrar directamente por voto individual y universal a las autoridades universitarias, incluyendo al rector. Nombrada de manera tradicional la directora teníamos dos opciones: impedirle que tomara posesión o negociar mejores condiciones de convivencia en la escuela. La mayor parte de los grupos activistas optaron por la primera opción. En cambio, la mayor parte de los estudiantes querían regresar a clases después de una huelga. Nosotros vimos que negar la realidad iba a infringirnos una derrota política y por ello decidimos que lo mejor era negociar con la directora.

Hace posible lo deseable. Encontramos en nuestras primeras entrevistas a una mujer brillante, que con gran paciencia escuchó –en verdad, ¡escuchó!– nuestros argumentos. Su nombramiento era un hecho consumado, sin embargo, no tenía legitimidad y debía ganársela. Pronto se elegirían a los consejeros técnicos y al consejero universitario.

En el caso de los estudiantes para el consejo técnico, la elección se hacía por año escolar salvo el primer año de suerte que eran cuatro representantes. Junto con los electores del consejero universitario se reunían en las oficinas de la dirección y ahí decidían, a nombre de más de mil estudiantes, quiénes serían sus representantes. Nosotros le propusimos a la directora que las elecciones fueran directas, ella replicó que hacerlo la llevaría a violar las reglas universitarias y seguramente sería desconocida por las autoridades.

Después de varios días de reflexión y negociaciones tensas que estuvieron a punto romperse, consensuamos una solución de compromiso: los consejeros serían electos tal y como decían las normas universitarias, pero al mismo tiempo los estudiantes organizaríamos elecciones directas para todos los puestos y la dirección de la escuela, sin apoyar ese proceso, tampoco se opondría. Se eligieron los cuatro representantes estudiantiles que tenían un compromiso informal de que votarías por los estudiantes electos de manera directa. De esta forma se logró lo que los estudiantes queríamos y la directora ganó legitimidad sin violar las leyes universitarias.

Construir sobre los consensos. Gracias a ese acuerdo se fue construyendo con Ifigenia una relación de confianza y respeto. La siguiente iniciativa fue la creación de una inmensa comisión de 69 estudiantes y 69 profesores –la comisión mixta– que construyó a través de arduas discusiones, durante un año, un plan de estudios para la escuela.

Ahí estaban las bases para la participación destacada de la Escuela Nacional de Economía en el movimiento de 1968. En asambleas masivas del turno matutino y del vespertino se eligieron a los tres representantes de la escuela antes el Consejo Nacional de Huelga: Eduardo Valle, Manuel Suárez y yo, Gustavo Gordillo, que fuimos representantes ante el CNH hasta el 2 de octubre.

No me extraña por tanto que las últimas palabras de Ifigenia fueran: “Que nuestras diferencias no nos dividan, …necesitamos tender puentes entre todas las fuerzas políticas, dialogar sobre nuestras divergencias y construir, juntas y juntos, un país más justo y solidario.”

¡Honor a la gran Pilli!