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¿La fiesta en paz?

Más del maestro Paco Camino en sus propias palabras

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▲ El torero español Paco Camino, conocido como el Niño Sabio de Camas.Foto de Wikimedia Commons
E

n abril de 2001 el Niño Sabio de Camas estuvo brevemente en la Ciudad de México con motivo de la presentación de un video con 13 de sus mejores faenas en nuestro país y en España. Con la sencillez que le caracterizaba concedió una entrevista al entonces semanario Proceso, en la que externó conceptos de aplastante vigencia:

“De mis días de torero no extraño nada porque pasé mucho miedo, con los públicos más que con los toros. Mi principal motivación para hacerme torero fue la necesidad. En la España de los años cincuenta, en una familia humilde si no salías de torero pues ibas a ser toda tu vida humilde. ¿De cura? No, qué va, para nada. Yo tenía el oficio de panadero y no podía consentir que toda mi vida tuviera que seguir siendo panadero, por eso desde los 11 o 12 años empecé a ir a los tentaderos y a fijarme en todo. En las becerras, en cómo las toreaban los otros, en sus errores y aciertos, pues yo todo lo que quería era aprender y aprender y sentía que los toreros al lado mío no tenían la afición ni la atención que ponía yo. Pero nadie me enseñó la técnica directamente, es más, nunca entrenaba con mis compañeros sino que toreaba de salón solo.

“En la vida nunca se acaba de aprender. Lo que sí es que desde chaval, fui bastante travieso y también bastante listo. Habré ido un año al colegio, lo demás me lo ha enseñado la vida, la experiencia y, claro, que no he sido torpe tampoco. Mi maestro he sido yo mismo. Lo que sí me dijo mi padre un día fue esto: ‘Cuando veas a Lorenzo Garza dale un abrazo de mi parte’. Lo admiró mucho y por eso le brindé un toro en Querétaro.

“Las minitandas de dos o tres muletazos obedecen a que hoy el toro no aguanta tres puyazos ni recibe tres quites. El toro de ahora embiste más cansado, con más kilos pero menos casta, más pastueño, más dulce pero con menos transmisión y menos sensación de peligro. Lo cierto es que después del quinto o sexto muletazo ligado la gente se para de sus asientos. Con dos o tres nadie se pone de pie. Los responsables de esta dulcificación han sido básicamente los ganaderos, que han permitido que en sus ganaderías manden los apoderados y las empresas. Ha disminuido el temperamento del toro, la molestia del toro, que ahora transmite menos, dificultando, paradójicamente, el que las faenas emocionen. Las cosas se han desvirtuado. Quedan muy pocos ganaderos rebeldes que conserven el temperamento en sus animales y manden en sus ganaderías.

“¿Manolo Martínez? Un gran torero. Lo que pasa es que llegó a España con una aureola y una propaganda fuera de lo normal y eso lo perjudicó porque no era un monstruo ni un fenómeno. Empezó muy bien y luego los toros le pegaron mucho. En lugar de venirse un mes antes de que iniciara la temporada española, lo hizo en junio. Muchas tardes, alternando con Ordóñez y conmigo, cortó las orejas; había mucho interés por verlo pero, insisto, fue tanto el ruido que le hicieron que la gente exageró sus expectativas. En Querétaro ya fue otra cosa. Con el toro de aquí tenía un oficio perfecto, haciendo incluso que muchos toros mansos terminaran rompiendo.

¿Mandar en la fiesta de España? Como siempre he hecho lo que me da mi gana, no he dependido de uno o de otro ni pensado en hacerle esto a uno o esto a otro. He sido una persona a mi aire que no me he metido con nadie. ¿Para qué mandar sobre otros si tranquilamente mandaba sobre mí mismo? Por eso nunca tuve esa ambición de mandar en el medio. No me interesó someterme a una tensión las 24 horas por esa ambición de mandar. Tampoco me dejé de nadie. No me gustan las escuelas taurinas. En general a los chavales no les dejan sacar su estilo. Otra cosa es afinar la vastedad y pulir la finura. Por eso hoy abundan los toreros estándar y eso no es bueno para el toreo.