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Indagan sobre la cultura sonora de Mesoamérica
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▲ Instrumentos prehispánicos recuperados por etnomusicólogos, arqueólogos y antropólogos. Foto cortesía Ángel Pimentel
 
Periódico La Jornada
Miércoles 31 de julio de 2024, p. 3

Los instrumentos de música prehispánica que conocemos gracias a las investigaciones de etnomusicólogos, arqueólogos y antropólogos son el pilar fundamental de los escasos conocimientos que tenemos sobre las culturas mesoamericanas antiguas.

Muchos de estos expertos se han dado a la tarea de rescatar los instrumentos del pasado, los cuales fueron destruidos por el paso del tiempo o durante la evangelización católica que llegó con la conquista española.

Este tema fue el centro de una disertación en 2021, cuando en el Museo de las Culturas del Mundo se realizó el conversatorio La música del periodo prehispánico: Enfoques antropológicos y arqueológicos, en el que participaron el etnomusicólogo Ángel Pimentel Díaz, el antropólogo Víctor Acevedo Martínez y el arqueólogo Alejandro Méndez Rojas.

A tres años de esa charla, Pimentel Díaz aseguró en entrevista con La Jornada que, a pesar de contar con una gran cantidad de instrumentos antiguos, no hay vestigios que nos permitan conocer la estructura de la música que precedió a la conquista española.

Para ellos (los pueblos originarios), morir es renacer. Pensaban que la divinidad y la vida llegaban en el momento del primer latido del corazón. Por eso cuando se sacrificaba a alguien y se extraía ese órgano, el sacerdote le susurraba las necesidades de su pueblo, con el fin de que esa esencia que estaba por regresar al mundo de los dioses se llevara sus peticiones, explicó Pimentel Díaz.

“No sabemos mucho de la música en sí porque, para empezar, desconocemos si tenían algún medio para registrarla. Sólo contamos con relatos que describen su uso y muchas de nuestras fuentes son las mismas piezas, lo que nos ha permitido reproducirlas, pero no tenemos ningún registro sobre su función social ni conocemos el sistema musical de los pueblos antiguos.

“Lo que sí tenemos es el principio sicoacústico. Sin embargo, siempre vinculamos estos artefactos con lo que conocemos por nuestra herencia occidental; por ejemplo, contamos con gran variedad de instrumentos de viento: silbatos, flautas y ocarinas, e incluso hay unas con doble diafragma, que son de ruido tempestuoso o blanco, como el conocido ‘silbato de la muerte’”, describió Pimentel Díaz.

La música formaba parte tanto de aspectos religiosos como de tácticas de guerra; por ejemplo, se sabe que había un silbato que utilizaban los antiguos habitantes mesoamericanos para aterrorizar a sus enemigos.

Asimismo, han sido halladas vasijas de doble fondo, las cuales suponemos que fueron usadas como sonajas. Desconocemos si eran para uso culinario, ritual o ceremonial; incluso hay sahumadores e instrumentos de cocina que tienen adosados silbatos y otras figuras, señaló el investigador.

Entre los instrumentos destacan el huéhuetl (similar a un tambor), caracoles, silbatos y raspadores. También está el teponaztli (un xilófono de madera corto) y los ayotl, como se les conoce a los caparazones de tortuga que eran usados como percusión y que eran principalmente tocados por las mujeres.

Ahora hay muchas versiones contemporáneas de los huéhuetl, ocarinas, flautas agudas y graves con varias cámaras, además de una gran variedad de idiófonos (instrumentos con resonancia parcialmente hechos de madera), ayakaxtles, campanas tubulares y caracolas.

De hecho, Ángel Pimentel es integrante del grupo musical Tribu, el cual cumplió 51 años de interpretar melodías de etnofusión y etnorock con instrumentos prehispánicos, además de recrear algunos de éstos. La agrupación ha hecho giras en Estados Unidos, Japón, Mali, Francia, Inglaterra, Guatemala, Belice, Colombia, Perú, Argentina, Chile, Cuba y Jamaica.

Sobre los instrumentos que han llegado a la actualidad, Ángel Pimentel aseguró que en la cultura, como en la genética, no hay pureza, y que “en la actualidad hacemos música para enriquecernos, es nuestro contexto y momento histórico de revivir estas tradiciones.

Si nosotros ejercemos esas actividades, se vuelven nuestras y podemos conocerlas mejor, concluyó Pimentel Díaz.