Opinión
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La encrucijada americana
E

n este espacio de opinión comentamos hace algunas semanas, que el debate entre Joe Biden y Donald Trump no tenía precedente en cuanto al daño infligido al presidente de Estados Unidos y a la seria posibilidad de que su pobre desempeño desembocara en la pérdida de la candidatura demócrata. En sólo unos días, Biden ha sido borrado de la contienda, Donald Trump estuvo a milímetros de ser asesinado, y Kamala Harris irrumpe en la escena como la inesperada contendiente por la Casa Blanca.

Como vecinos, socios y espectadores de la elección estadunidense, se agradece tener una dosis de adrenalina, en vez del triunfo cantado de Trump que sucedió al debate. Sobre todo si se considera que, de acuerdo con el más reciente sondeo hecho por The New York Times, Harris y Trump están técnicamente empatados, entendiendo que las preferencias en Estados Unidos no representan el voto electoral, que se define por la cantidad de delegados de cada estado de la Unión. Sea como sea, Kamala tiene una oportunidad, cuando Biden estaba acabado.

La pregunta fundamental es: ¿le alcanzará para vencer a Trump? El ex presidente ha sido literalmente tocado por Dios después del intento de asesinato. Sus seguidores, más enardecidos que nunca, lo ven como un hombre providencial, elegido por el destino para regresar a Estados Unidos a ese país mayoritariamente blanco, sin inmigrantes, cristiano y conservador, que tanto añoran. Basta revisar lo ocurrido en la convención republicana de Milwaukee para entender que la ultraderecha borró la institucionalidad del Partido Republicano, del que no queda más que el logotipo. A tiempos radicales la nación MAGA ( Make america great again) le pone pólvora y fuego; al racismo latente le da una liberadora patente de corso, a la narrativa del supremacismo blanco, le da forma y liderazgo. No es casual que J.D. Vance, el arquetipo de blanco anglosajón desplazado de la clase media desde los 80 que ve con recelo a los inmigrantes y siente que ha sido despojado en suelo propio, sea el candidato a la vicepresidencia. Al radical candidato le acompaña un ultra radical como fórmula.

¿Qué pasó con la sociedad estadunidense en las primeras décadas del siglo XXI para que las principales banderas republicanas sean la prohibición absoluta del aborto, la aniquilación civil de los inmigrantes, el acotamiento de derechos civiles y el regreso de símbolos de la guerra de secesión? Como bien sintetizó la Rayuela hace algunos días, a la Convención sólo le hacían falta las puntiagudas capuchas blancas, pero el odio, el racismo, la xenofobia, el chauvinismo, el espíritu de Alemania de los 30, estaban ahí, aplaudiendo a los promotores de una nostalgia por la época de la posguerra, que hoy se vende como ideal de futuro. Una sociedad que, independientemente del resultado de noviembre, parece inyectada por un veneno añejo, el racismo, para el que jamás ha encontrado antídoto.

Parte de esa sociedad está representada en la boleta. Ahora, con Kamala Harris, también está representado el heterodoxo y complejo país de migraciones y oportunidades. Porque Kamala es fruto del éxito y el esfuerzo en segunda generación. Sus padres, ambos profesionistas brillantes, la madre de la India, el padre de Jamaica, han destacado en la ciencia y la economía, y fueron alumnos de las mejores universidades estadunidenses. Esa unión improbable es el ADN de Harris, forjada como fiscal en California, y cuyo ascenso en la política parece más predestinado que meteórico.

Trump ya le ganó en 2016 a una mujer. Una mujer poderosa, blanca, con una brillante carrera política y símbolo del establishment de Washington: Hillary Rodham Clinton. En ese sentido, Harris tiene un desafío aún más grande que el de Hillary, el de convencer a los moderados de que su agenda liberal, no es demasiado radical, ni sus orígenes una razón para la sospecha. Suena absurdo, pero recordemos que a la fecha, uno de los puntos que más le ha pesado a Barack Obama es llamarse Hussein y haber nacido en Hawai. El puritanismo radical no perdona ni a sus más prolíficos y brillantes ciudadanos.

Trump arranca con ventaja. Tiene al atentado como épica, y la inflación acumulada en la administración de Joe Biden como su aliada. Kamala Harris puede tener la narrativa a su favor: la de la fiscal que persigue sin descanso al delincuente, la que acorrala a quien se ha burlado de la ley de manera sistemática y casi patológica.

Harris ha cambiado el tono y el rumbo de la contienda, ¿le alcanzará? Me atrevo a vaticinar, por el ciclo histórico que vivimos, que NO.