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Nosotros ya no somos los mismos

Referencia inevitable a la señora X // Todos somos, más allá de las múltiples diferencias, el futuro de nuestro país // Alito y la sí relección

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▲ La senadora Xóchitl Gálvez junto con sus compañeros de la bancada panista en una conferencia de prensa de grupos parlamentarios el pasado 10 de julio, día de sesión de la Comisión Permanente en la Cámara alta.Foto José Antonio López
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o es que inevitablemente se me deba considerar un tipo cegado, ofuscado u obseso. Tal vez, solamente, empecinado y testarudo, pues otra vez inicio estos renglones con una referencia a la señora X. Pero al leerla, entenderán que era inevitable. Resulta que la candidata de marras rompió todos los límites: una cosa es agredir, insultar, difamar a unos simples mortales como Andrés Manuel y Claudia, y otra subir su ira y descontrol mental contra la divinidad. Juzguen ustedes: según la Sagrada Biblia, el libro de Dios (Éxodo 20:1-70), los mandamientos segundo y octavo tipifican el comportamiento reiterado de la (aún) candidata presidencial. Ustedes opinen: el primero de ellos nos dice: No tomarás el nombre de Dios en vano, y el otro agrega: No darás falsos testimonios ni mentir. Pues en diversas declaraciones, la señora X contradijo (a veces abiertamente y otras de manera soterrada) estos ordenamientos y afilió sin derecho ni prueba alguna al Supremo Hacedor a la triple alianza partidaria. En Monterrey, públicamente sostuvo: Tengan la certeza: Dios está con nosotros. Dios está conmigo. ¿Quién contra mí?

Que yo sepa, él jamás solicitó al INE su credencial de elector porque carecía de fotografía y tampoco se había encontrado su nombre dentro de la tradicional nómina (en todas sus acepciones) de los honorables y probos intelectuales, sempiternos abajo firmantes de las encíclicas y manifiestos sobre pedido. Pero la señora X no paró ahí y sostuvo: soy una mujer que cree en Dios (cualquiera que sea su versión: católica, protestante o trotskista.) Actitud que sería muy loable de no ser porque la señora escoge, de su baraja de divinidades, la que mejor se acomoda al auditorio en que se encuentra. Es decir, proselitismo en las alturas. Se le olvidó que el texto, inapelable de los catecismos católicos, el del padre GM Bruño, establece que hay un solo Dios verdadero, constituido por el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Al respecto de la Santísima Trinidad, dogma fundamental e intocable de la fe católica, que se ocupen otros, porque a mi edad, entrar en discusiones con la suprema autoridad, no sería una audacia, sino un harakiri. Y en cuanto a los resultados electorales, acojámonos a la inapelable sabiduría popular: Dios protege a los buenos, cuando son más que los malos. Y eso fue lo que sucedió el pasado 2 de junio, sólo que los buenos fueron los del mínimo salario, los habitantes de chozas y vecindades, los rechazados en las universidades y los formados en las colas de los hospitales y, por supuesto, los miles de adultos mayores que trabajaron toda su vida con sueldos de hambre, y los jóvenes, que no encuentran trabajo, y a los que se les engatusa con la ridícula expresión de que ellos son el futuro de México. ¿Entonces, en el presente no existen? Aclarémoslo de una vez: todas y todos somos, más allá de la edad, sexo, creencias, militancias y mil diferencias más, el presente y futuro de éste, nuestro país.

Hasta aquí las referencias a la señora X. Ahora, démosle unos pellizcos a otros importantes actores del acontecer público. Por ejemplo, a la pretensión de Alito de prestar o alquilar sus güevos para que los políticos se comprometan, como él, a dignificar el quehacer político. Algunos ciudadanos ya le han contestado: ¿cuántos espermatozoides ofrece usted por un bonche de neuronas? Si Alito gana, surge una duda: ¿lanzará el partido que él presida una convocatoria para elegir un nuevo lema de la República, que diga: sufragio efectivo y s í relección?

@ortiztejeda