os resultados de las votaciones del 2 de junio tienen un significado profundo. Lejos de demostrar que fue una elección de Estado
, manifiestan que estamos avanzando hacia un conjunto de nuevas políticas de Estado, entendidas como medidas basadas en una coincidencia social amplia, sobre las cuales deben realizarse las actividades principales del quehacer institucional. Otra manera de expresar lo mismo es sostener que los seis años de la 4T han logrado un alto grado de consenso de sus acciones para empoderar al pueblo, favorecer una mayor equidad y suprimir las desigualdades más flagrantes. La muestra es que los sufragios para Claudia Sheinbaum no sólo fueron de los pobres y viejos, sino también de jóvenes y de las clases medias medias y medias altas.
Se puede argumentar que la primera gran insurrección electoral fue en 1988, con la votación por el Frente Democrático Nacional, encabezado por Cuauhtémoc Cárdenas y sostenido por variadas fuerzas políticas de izquierda. El fraude que llevó a Carlos Salinas a la Presidencia no condujo al país a un nuevo consenso, particularmente después del levantamiento de los zapatistas, el asesinato del candidato del PRI Luis Donaldo Colosio y su remplazo por Ernesto Zedillo.
Este proceso, como es bien conocido, terminó en la victoria electoral de Vicente Fox, del PAN. Muchos grupos sociales consideraron este cambio del partido en el gobierno como la ruptura definitiva del modelo priísta y el inicio de la transición a un nuevo régimen político. No ocurrió así, y la manipulación electoral con Felipe Calderón llevó al inicio de una creciente violencia en el país bajo el signo de “la guerra contra el narco”. Estos acontecimientos derivaron en el retorno del PRI con Enrique Peña Nieto y luego demostraron que había una ruptura definitiva con el régimen del tricolor.
La movilización y voto de los más diversos sectores sociales en 2018 llevaron a Andrés Manuel López Obrador (AMLO) y su proyecto 4T a una victoria contundente el 1º de julio de ese año y se logró mayoría absoluta en la Cámara de Diputados, aunque no en el Senado. Las políticas de la 4T han estado sistemáticamente dirigidas a empoderar al pueblo para que se manifieste y exija mejorar las condiciones de los más relegados y combatir la corrupción en todas sus formas. Con esta trayectoria ha tenido un impacto muy importante en la situación de vida de los grupos rezagados obreros, con salario mínimo duplicado; jubilados, con universalización y duplicación de la pensión de Bienestar; becas para niños y niñas de primaria, secundaria y preparatorias públicas; becas Benito Juárez en escuelas universitarias, y otros programas sociales, como Jóvenes Construyendo el Futuro y Sembrando Vida, para campesinos, con el fin de que permanezcan en sus tierras.
De forma paralela se ha llevado adelante la política de austeridad republicana que ha cortado los privilegios a la alta burocracia gubernamental, como los altos salarios, las cajas de ahorro duplicadas con recursos públicos y los seguros médicos privados. La eficacia en la lucha contra la corrupción se ha cuestionado, pero es un hecho que ha sido mucho menor que en otros sexenios y más difícil de efectuar. Otro eje de las medidas es garantizar la autosuficiencia en el país para que no se pueda presionar desde el extranjero con políticas desnacionalizadoras, lo que no es poca cosa, considerando que se tiene la frontera más larga con Estados Unidos.
Aunque todas estas características del gobierno de la 4T son conocidas, hay que observar que, en conjunto, representan objetivos diferentes y otra forma de gobernar. El hecho de que en elecciones libres el proyecto 4T vuelva a ganar con amplio margen debe interpretarse como que se está consolidando un nuevo consenso por primera vez en décadas y que hay una aceptación mayoritaria de las políticas del gobierno de AMLO, a pesar de las dificultades.
Le toca a Claudia Sheinbaum y a su equipo de gobierno ahondar el proyecto 4T, respetando y profundizando las políticas instrumentadas hasta ahora. Toca al pueblo, recientemente empoderado, ser el guardián del proyecto y exigir que avance en la misma dirección.