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Carlos Tovar celebró 50 años en la música con jazz, rock y la tercera raíz

Amigos de Popis, presentes en la fiesta sonora del Teatro de la Ciudad

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▲ La velada comenzó con Tierra mestiza, interpretada por Tovar y Los Folkloristas, agrupación de la que el músico formó parte.Foto Secretaría de Cultura de la CDMX
 
Periódico La Jornada
Martes 28 de mayo de 2024, p. 9

El maestro Carlos Tovar celebró bodas de oro con su amor eterno, la música.

Lo hizo con un ágape de más de tres horas en un recinto que volvió la casa de todos; y el Esperanza Iris, nombre de la constructora de ese espacio para el arte, permitió que los asistentes conocieran a un humano, cuyas moléculas –pese a que afirme provenir de la colonia Peralvillo, en la Ciudad de México– parecen haber sido creadas en un África que seguro está en las Pléyades.

Popis Tovar, apodado así en el barrio por un personaje del cómic Hermelinda Linda, posee una esencia que parece tener origen en la citada constelación, porque aunque imponga un bajo perfil, su brillo encandiló al respetable que disfrutó de historias sonoras de nuestra tierra mestiza y de nuestra tercera raíz, así como de las influencias que nos han enriquecido, como el jazz.

Para la celebración de la noche del domingo en el Teatro de la Ciudad, Tovar llevó a otras estrellas, con las que ha ido acumulando partículas de amor por la música y con quienes regaló a su cúmulo de seguidores un concierto pleno de refinada música.

Carlos Tovar es en sí un instrumento musical humano que seguramente tendría cara y cuerpo de percusión, pero también de micrófono, uno que puede transportar a tierras donde la negritud rifa.

El también profesor desde hace 20 años del Centro Cultural Ollin Yoliztli, Popis obsequió un performance ecléctico con más de 100 artistas, entre músicos y bailarines. Narró auditivamente parte de su historia con una energía universal que, como droga, es adictiva.

Cuenta una dama del público que la primera vez que supo de Carlos Tovar fue en 1983 en una tocada en su mismo barrio, donde, con cajón peruano y percusiones, acompañó a la peruano-mexicana Tania Libertad. También lo hizo con Guadalupe Pineda, Eugenia León y Lila Downs, de entre nuestras mejores intérpretes.

Otro seguidor más contó que, siendo niño, en esa misma década, pudo colarse con su hermana a una tocada en un foro de la antigua librería Gandhi, en Miguel Ángel de Quevedo. En ese pequeño escenario tocaba Banco de Ruido, un trabuco de ejecutantes; entre éstos estaban Popis, Héctor Infanzón, Alfredo Bringas, Pelusa Rivarola y Alfonso Aguilar, cuyas tres etapas se retomaron para este conciertazo 40 años después, aunque estuvieron representadas sólo por el piano. Primero apareció Pepe Torres, luego el máster Irving Lara y por último, Infanzón.

La presentación se inició con los sonidos de Los Folkloristas, emblema de la cultura nacional que hizo sonar piezas como Tierra mestiza. Carlos tocó en ese grupo unos años, por lo que no podía faltar. Se escuchó el sonido de caparazones de tortuga (como percusión) y las flautas que transportaron hacia San Mateo del Mar, Oaxaca, donde floreció la cultura de los huaves. También interpretaron un capoeira con Carlos en el birimbao.

Antes de presentar su número de jazz con las hermanas Ingrid y Jennifer Beaujean, cantantes de finura recatada, compartió momentos clave en su carrera como la invitación que recibió para el festival Lo más bárbaro del ritmo, dedicado a Benny Moré, en el que sólo se presentaban cantantes de Cuba. Fue el primero no nacido en la isla que actuó ahí. El éxito, dijo, es “conocer personas maravillosas como Guadalupe, Tania, Eugenia, Los Folkloristas, Lila Downs, Susana Harp, Magos Herrera…”

Palomazo

Vinieron las Beaujean, una al piano y otra en la voz. Él se sumó en los coros y los bongós. Interpretaron también una pieza con Martha Valdez, Palabras, y Pepe Torres subió al piano.

Llegó el rock. Guillermo Briseño dijo que era un piropo que un amigo te diga que quiere tocar contigo. Propusieron un bonito rocanrol. Briseño al piano y su poderosa voz rasposa. Jaime de la Parra en el bajo, y Leonardo Briseño en la guitarra. Lucidos, los chavos. Popis tocó el cajón en Tecnológico y danzón dedicado a la Iglesia y al Estado.

Subieron al tablado miembros de la escuela de danza contemporánea y clásica de la Ollin Yoliztli para interpretar números relacionados con el mar y las teorías musicales de Tovar.

Sonidos de las antillas

Vino la corriente negra. En el escenario se formó un toque, reunión sacromusical en la que las percusiones y los cantos se dedican a los dioses yoruba, dogma nigeriano que se afincó en Cuba. En las voces estuvieron la cubano-mexicana Lázara y la haitiana Sylvie Henry, y los tambores batá como el iyá (parlante o mayor), el itótele (medio) y el okónkolo (pequeño), a través de las palmas de Bringas, Popis y el hijo de éste, Álvaro. Le cantaron a Changó, Yemayá, Ochún y Eleguá y el cantante dictó la letra en yoruba para que el público lo siguiera.

Se dio un intermedio. Y el regreso fue para Banco de Ruido, que ofreció un descarga de impacto. Sumados con cantantes como Iraida Noriega y Óscar Tovar, tocaron piezas como Ramiro, de José Cruz (Real de Catorce), con arreglos de Irving Lara; El Brujo, de Pepe Torres; Se vive así, de Marcial Alejandro, con arreglos de Infanzón y Popis; Estamos a mano, del veracruzano David Haro.

También ofrecieron una canción que Carlos dedicó a su papá, quien fue panadero repostero, El panquelero, escrita en 1957 por Abelardo Barroso, así como El alcatraz, del peruano Arturo Zambo Cavero, y un clásico: Marité, cuya autoría se atribuye al colectivo Banco de Ruido.

Al final, no hubo encore porque el personal del teatro bajó el telón y encendió la luz, como en los salones de fiestas cuando ya quieren que te vayas... Ni eso acabó con la sonrisa de satisfacción del respetable por tan grandiosa celebración.