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La deforestación contribuyó a agravar las inundaciones en Río Grande do Sul
 
Periódico La Jornada
Jueves 23 de mayo de 2024, p. 28

Porto Alegre. La deforestación destinada en buena medida al cultivo de soya contribuyó a la gravedad de las inundaciones devastadoras en el sur de Brasil, porque la vegetación nativa desempeña un papel clave en la retención del agua, coinciden expertos, que llaman a reconstituirla.

El estado de Río Grande do Sul vivió en las últimas semanas un desastre climático inédito, con zonas urbanas y rurales arrasadas por ríos que se desbordaron debido a los grandes volúmenes de lluvia.

Fue el cuarto y peor evento climático extremo que vive la región en menos de un año, fenómeno que científicos relacionan con el calentamiento global, pero también con la deforestación sufrida en las últimas décadas en la región.

Tenemos un componente global de cambio climático, y uno regional, que es la pérdida de vegetación nativa. Ésta aumentó la intensidad de las inundaciones, aseguró a Afp el biólogo Eduardo Vélez, de MapBiomas, consorcio climático de ONG y universidades brasileñas.

Entre 1985 y 2022, Río Grande do Sul, motor de la economía brasileña gracias a su actividad agropecuaria, perdió 3.6 millones de hectáreas de vegetación nativa, 22 por ciento, según un estudio de la red liderado por Vélez. La vegetación retrocedió en beneficio de las tierras de cultivo, en especial de soya, de la que Brasil es el primer productor y exportador mundial.

También se deforestó para extender los campos de arroz o la silvicultura, basada en el monocultivo de árboles como pino y eucalipto para su explotación económica, indica el estudio publicado este mes con base en datos recopilados por satélite.

Esta pérdida hizo que, con las intensas lluvias, el agua corriera más libremente, porque la floresta nativa asegura su infiltración en el suelo y evita que haya una acumulación en la superficie, explicó Jaqueline Sordi, bióloga y periodista especializada en cambio climático.

Además, la vegetación ejerce de capa que protege el suelo, al impedir que el agua lo arrastre.

El color amarronado del agua que afectó 90 por ciento de los municipios de un territorio del tamaño de Ecuador, incluida su capital, Porto Alegre, muestra hasta qué punto se perdieron toneladas y toneladas de suelo, detalla Vélez.

Este lodo se acumula ahora en los lechos de los ríos, sumándose a la tierra ya depositada con las inundaciones de los últimos tiempos.

Esto, a la vez, provoca que los cauces vayan perdiendo profundidad y por tanto, que los desbordes se produzcan más fácilmente cuando llueve fuerte.

El Instituto Escolhas, especializado en desarrollo sostenible, calculó en un estudio el año pasado que Río Grande do Sul debería reforestar 1.16 millones de hectáreas de manera urgente para que la floresta desempeñe sus funciones.