esesperados, acosados por el hambre, las enfermedades y las bombas que caen todos los días sobre sus hogares y refugios improvisados, los gazatíes desarraigados por la invasión militar israelí claman que no se les relegue al olvido conforme el foco mediático se mueve hacia las tensiones entre Tel Aviv y Teherán.
Un hombre, parte del millón y medio de palestinos víctimas de desplazamiento forzado, remarca que a él y a quienes comparten su situación no les importan las agresiones y las amenazas entre el régimen de Benjamin Netanyahu y el de Ebrahim Raisi, sino volver a sus hogares, pese a que la gran mayoría de ellos ya no existe, pues Israel los arrasó de forma sistemática, destruyendo con buldóceres lo poco que perdonaron las bombas.
Mientras los medios se vuelcan a la especulación acerca de los alcances que cobrará el contencioso entre la república islámica e Israel, éste continúa masacrando a los palestinos y no dejan de aparecer evidencias irrefutables de que la operación militar lanzada por Tel Aviv hace más de seis meses tiene poco o nada qué ver con la defensa de las vidas israelíes. Queda claro, por el contrario, que se encuentra en marcha un plan de exterminio consistente en aniquilar al mayor número posible de palestinos y obligar al resto a huir a fin de completar la ocupación colonial iniciada hace más de 70 años.
Así lo demuestran las declaraciones de dirigentes sionistas y de autoridades israelíes, comenzando por su primer ministro: Ahora vayan y hiéranlos y destruyan absolutamente todo lo que tengan y no los perdonen, sino mátenlos, tanto a hombres como a mujeres, infantes y lactantes, bueyes y ovejas, camellos y burros
, fue el pasaje bíblico citado por Netanyahu para arengar a sus tropas a ir contra los palestinos.
Los soldados israelíes han seguido al pie de la letra ese llamado al genocidio. En apenas un mes, ya habían dejado inservibles 18 hospitales de la franja de Gaza, los cuales han sido un objetivo constante de ataques aéreos. Cuando abandonaron el hospital de Al Shifa tras dos semanas de ofensiva, salieron a la luz escenas espeluznantes que reflejan el grado de sadismo e inhumanidad de las fuerzas invasoras: dentro del recinto fueron ejecutados de manera sumaria alrededor de 400 médicos, pacientes, ancianos y desplazados, cuyos cuerpos fueron lanzados a fosas comunes con el material sanitario con que los galenos trataban de salvarles la vida.
De modo inexplicable, estos crímenes de guerra han merecido menos atención que la respuesta de Irán a la matanza perpetrada por Israel en su sede diplomática en Damasco. En este sentido, es imperativo remarcar que el ataque de un Estado contra instalaciones militares de otro, por injustificable que sea, no puede compararse con el asesinato en masa de civiles inermes.
También debe denunciarse la falsa dicotomía entre respaldar a Israel o a Irán como una burda maniobra propagandística para desviar la mirada del genocidio que las fuerzas armadas israelíes perpetran en Gaza.
Tan urgente es desactivar el riesgo de una guerra abierta entre la república islámica y la potencia nuclear respaldada por Occidente, como frenar de una vez por todas la limpieza étnica más atroz del siglo XXI.
Y está claro que ambas tareas serán irrealizables mientras Washington, sus aliados y sus satélites sigan brindando su apoyo incondicional a Tel Aviv.