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Desde el otro lado

Hipocresía y mentira

H

ay que reconocer que, de ser cierto que en Estados Unidos el número de quienes apuestan por la candidatura de Donald Trump es 40 por ciento, entonces hay una gran disfunción en la racionalidad que sus ciudadanos consideran esencial para convivir. Continuar creyendo en las mentiras, hipocresía y verdades a medias de los discursos de Trump, es sintomático de un descarrío en la ética sobre la que cualquier sociedad debe estar edificada.

Los cambios súbitos en el contenido de los discursos del señor Trump, no son sólo elipses ocasionales, sino la definición de una personalidad en la que prevalece el culto a sí mismo y el desprecio por el más elemental respeto a la sociedad y el cinismo. Parafraseando a J. Bouie ( NY Times 4/10/2024), Trump piensa que es válido decir lo que su audiencia quiere escuchar, al margen de que sea o no lo correcto, ya que en último término eso va de la mano de su interés personal o político.

Son muchos los ejemplos de esa conducta, una muestra reciente es un video en el que declara que la cuestión del aborto debe ser decidida en cada estado. Es una sutil forma de presentarse como neutral en un tema que gravitará decisivamente en la próxima elección. Sabe bien que en las encuestas de opinión la mayoría del electorado, en general y abrumadoramente las mujeres, se han manifestado a favor de los derechos reproductivos de ellas. La sutileza de Trump, de alguna manera hay que llamarle a su reiterada hipocresía y mentira, es querer presentarse como imparcial en un tema que social, cultural y políticamente es tan importante para la mayoría de los ciudadanos estadunidenses. Si hay alguien que se ha manifestado contra los derechos al aborto, no por convicción sino por conveniencia, es Trump. Una muestra clara es su decisión de nominar a dos ministros de la Suprema Corte cuya militancia en contra del aborto es evidente. De ahí que el video sobre su salomónica decisión en torno a este tema, es una artimaña más, porque sabe será aplaudido entre la mayoría de las organizaciones cristianas cuyo peso electoral es sustancial. En 2016 esos grupos aportaron más de 8 millones de votos para llevarlo a la presidencia.

Hasta cuándo los electores y algunos sectores de la sociedad se convencerán de que cada vez que Trump emite una opinión es por considerar que favorece a sus intereses personales y ego, no a la sociedad. El problema es que su solipsismo y cinismo político han contaminado la política de su país, y está logrando que la ética y moral, como sus elementos esenciales, se diluyan cada vez más.