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Periódico La Jornada
Domingo 17 de marzo de 2024, p. a12

En agosto nos vemos

De la recién publicada obra póstuma de Gabriel García Márquez se dicen muchas cosas. Hay quien sostiene que En agosto nos vemos no tiene nada que ver con sus tiempos de gloria, que es un libro que no debió haberse publicado, que no se respetó la voluntad del autor. Otros, que es un rencuentro, que vale la pena por los destellos de genialidad y porque es un asomo a los últimos años creativos del autor. Todo es verdad… y todo es mentira.

Me gustaría proponer un par de cuestionamientos que rebasen por la derecha a la pregunta de si se tuvo o no que publicar, porque el libro ya ha sido lanzado y ante eso no hay nada qué hacer.

¿De qué se alimenta la obra de un artista cuando falla la memoria?

Una respuesta posible es: de la obra de otros artistas. Pienso en Gabo escuchando a Johann Sebastian Bach y leyendo a William Faulkner. Luz de agosto. Él lo dijo en muchas entrevistas: que su infancia inspiró parte importante de su obra, si no es que toda.

El Alzheimer lo condujo por los pasillos del olvido. Lo imagino angustiado, intentando evocar algo, cualquier cosa. El día que no recordó qué soñó durante la noche, dicen sus hijos que se dieron cuenta de que a Gabo le quedaban pocos años de luz. Por suerte, aún tenía a Bach, Faulkner y compañía.

Así habrá llegado Anna Magdalena Bach a su teclado. Bastaba con quitarle una n al nombre de la segunda esposa de Johannes Sebastian Bach para castellanizarlo y, al mismo tiempo, rendirle un homenaje a la segunda esposa de uno de sus compositores favoritos. Y así habrá llegado también el mes de agosto. Luz de agosto de Faulkner, uno de los escritores más influyentes del universo garciamarquiano. Agosto. Mes de clima impredecible. De lluvias. Inestable, como su propia memoria.

El universo de En agosto nos vemos se fue haciendo de sus piezas y García Márquez elaborando con ellas un collage de momentos brillantes, de descripciones caribeñas que nos remontan a los viejos tiempos, a su lucidez de antaño, pero también de inconsistencias y uno que otro lugar común.

Anna y Ana representan al amor libre. La primera, la esposa del compositor 16 años más viejo, tomó la decisión de casarse con un viudo que tenía hijos mayores que jamás la aceptaron. Qué necesidad, era solvente y se dedicaba a lo que quería. Cuando él murió, Anna no se volvió a casar y pasó sus últimos días en la miseria. Por su parte, Ana, la protagonista de En agosto nos vemos, tiene un matrimonio feliz desde hace 27 años, ama a su marido –director de un Conservatorio– y, sin embargo, tiene el pulso ansioso de vivir una vida alejada de esa rutinaria felicidad, por lo menos una vez al año, cuando visita la tumba de su madre lejos del hogar.

Anverso y reverso. Y entre ambas figuras femeninas: la música, la musa. Anna fue hija de un trompetista, nieta de un organista, esposa de un gran compositor y también fue una reconocida música. Era compositora y soprano. Es decir, Anna no sólo estuvo rodeada de arte, ella también creó y ejecutó. El arte le confirió libertad o, por lo menos, la sensación de serlo, no lo sabemos.

Ana también se siente libre. En su primera visita a la isla, donde está la tumba de su madre, se le observa escuchando el Claro de luna de Debussy. En las subsecuentes, a Mozart, a Schubert y a Celia Cruz. También lee, y mucho: Drácula, de Bram Stoker; El extranjero, de Albert Camus; El viejo y el mar, de Hemingway; Crónicas marcianas, de Bradbury, entre otros. El arte como manifestación de la libertad del espíritu humano.

¿Qué tan libre es el artista que pierde su capacidad creadora?

Aquí pienso en un escritor luchando por ser libre, por recordar la fórmula que ya se diluía desde Memoria de mis putas tristes, libro que escribió casi al mismo tiempo que éste. Por un lado, el viejo con sus putas. Por el otro, la mujer madura con aventuras. Los dos, con ganas de vivir, de hacer lo que se les diera la gana, al menos por un rato.

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Este par de preguntas podrían desembocar en muchas más: ¿se puede pensar en Ana Magdalena como una figura reivindicativa de las mujeres en la obra de García Márquez? ¿Hay en ella un último acto de redención? ¿Puede ser verdaderamente libre quien se somete a sus pasiones? ¿Hay un mensaje político en la visibilización de la intimidad de un personaje femenino? Igualmente, es cierto que las respuestas aquí planteadas están incompletas; en realidad, toda respuesta lo está.

Lo cierto es que, más grande que el libro, que ya ha sido publicado, es la figura de Gabriel García Márquez, y más grande que el propio Márquez son sus libros–gusten o no– y aún más grande que sus libros es la Literatura misma, la que resiste y se sostiene en el tiempo, la que no sabe de los caprichos del mercado, es más, lucha contra ellos para trascender.

Difícilmente, alguien dirá que este es el mejor libro del año, ni mucho menos el mejor del colombiano, aunque quizá sí el más triste, uno que bien pudo haber empezado con: “Érase una vez un escritor que estaba olvidando cómo escribir…”

Mónica Rojas

Metro 2034

El segundo libro de la afamada serie Metro, escrita por Dmitry Glukhovsky, trae nuevamente el panorama de una Rusia posapocalíptica víctima de la guerra nuclear.

Debido a los altos niveles de radiación, los humanos han sido condenados a vivir en las vías y estaciones de ese transporte.

Ahora, nuestra especie tiene que sobrevivir ante la falta de alimento, agua y energía, ataques de mutantes y los extremismos ideológicos.

En ese contexto, el brigadier Hunter, descubrirá que la ya de por si deplorable existencia humana se encuentra en riesgo por un nuevo peligro que amenaza a los habitantes del Metro, junto con la joven Sasha y el veterano combatiente llamado Homero, tendrán que emprender esta peligrosa aventura y a lo que queda de la decadente sociedad rusa.

Autor: Dmitry Gluchovsky

Editorial: Planeta

Las soldaderas

Sin las soldaderas no hay Revolución mexicana: ellas la mantuvieron viva y fecunda, como a la tierra, escribe Elena Poniatowska en este libro que retrata las condiciones en las que enfermeras, cocineras y soldados rompieron todos los estereotipos para asumir el peso de la historia en sus hombros.

Entre otros relatos, Poniatowska rescata lo dicho por Rafael M. Muñoz sobre las soldaderas asesinadas por Francisco Villa, y cita a su biógrafo Friedrich Katz, que al respecto menciona: la masacre de las soldaderas y la violación de las mujeres de Namiquipa fueron las mayores atrocidades que cometió.

El libro, que además cuenta con un basto acervo de fotos, enfatiza la importancia de artistas como Juan Soriano, Agustín Casasola, Jorge Guerra y Salvador Toscano, porque sin ellos y su testimonio, la historia sólo denigraría a las soldaderas, quienes componen las páginas mas gloriosas de nuestra historia.

Autor: Elena Poniatowska

Editorial: Seix Barral

Fieras

Fieras es un espejo profundo de las dinámicas que existen en los submundos urbanos en Latinoamérica.

La historia de Gladys, una empleada doméstica, gira en torno a la dicotomía de estas dos esferas: una desde el hambre, la sed y la desesperación por sobrevivir, y la otra llena de privilegios, abundancia y riquezas.

La protagonista vive en Colombia, un lugar impactado por la guerra, los conflictos civiles, la violencia y el miedo, es en este espacio donde Óscar Adán (Bogotá,1980) busca contar, a través de esta obra, sobre el infierno y los rincones turbios que se viven en su país.

Autor: Óscar Adán

Editorial: Fondo de Cultura Económica

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