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Maltrato de autoridades agrava el dolor que sufren los familiares
 
Periódico La Jornada
Viernes 8 de marzo de 2024, p. 7

Ni la esperanza de llegar a la verdad algún día ni obtener sentencias condenatorias, luego de vivir durante años un calvario en busca de justicia, logra mitigar el persistente dolor que invade a las familias cuyas hijas, madres o hermanas coincidieron con un feminicida.

Jorge Santos, padre de Estephany Sarahí, recuerda que hice todo lo posible por encontrar a mi hija con vida; y no pude. Fueron tres años en los que la buscó incesantemente, tras reportarla ante la Fiscalía Especializada en la Búsqueda, Localización e Investigación de Personas Desaparecidas de la Fiscalía capitalina.

Me asignaron un asesor jurídico, pero no hacía nada, y me traían vuelta y vuelta. Era muy desgastante; iba de Mérida (allí vive) para allá (Ciudad de México). Fue brutal, tanto en lo económico como en lo anímico. La indagatoria empezó a avanzar cuando recibió apoyo del Observatorio Ciudadano Nacional del Feminicidio (OCNF).

Cuenta a La Jornada que el 9 de junio próximo se cumplirán 5 años del feminicidio de su hija, quien tenía 26 años de edad cuando su novio la asesinó en un departamento de la colonia Narvarte.

“La última vez que vino a Mérida, el 28 de mayo de 2019, me comentó que iba a vivir con él, y poco después la mató. Lo condenaron a 56 años, pero apeló.

Es una aberración, que pueda seguir defendiéndose de algo indefendible. Su exigencia es que ¡no lo dejen salir; es un sicópata!

Aunque el agresor negó la relación con Estephany Sarahí, sus roomies la confirmaron y el portero del edificio lo identificó. Además, narra, todas las pruebas lo incriminaban. También las diligencias en el cuarto confirmaron que allí se cometió el ataque.

En el estado de México fue encontrado el cuerpo de su hija. “Gracias a Dios se llevó envuelto entre las cosas un recibo de luz, y fue cómo dieron con el departamento. Allí el imputado siguió una semana después del crimen. Luego escapó, llevándose el carro y pertenencias de la joven. Las investigaciones por feminicidio son nefastas; no hay perspectiva de género ni tacto, lamenta.

¿Por qué a ella, por qué a todas?

Con esto último coincide Guadalupe Luna, madre de Mónica, quien desapareció el 19 de octubre del 2019 y su cuerpo fue hallado en octubre del siguiente año. Hay un detenido, pero dos posibles responsables están prófugos, uno de ellos es el autor principal.

Que las autoridades sean más conscientes, hacer bien la investigación. Muchas veces te dicen que sí, pero cuando revisó Idheas (la agrupación civil que la apoyó) detectaron mentiras, cosas que no habíamos dicho. La autoridad no es humana al tratar los casos.

Expone que las autoridades del estado de México al principio fueron muy groseras y durante su desaparición viví momentos de extorsión. No se cómo obtuvieron mis datos y los de mi hija. Me llamaron desde un penal de Tamaulipas. Cree que un agente Ministerio Público de Tlalnepantla, del área de feminicidio, filtró los datos.

Moni desapareció en las instalaciones de su trabajo; obviamente el suceso ocurrió adentro. Laboraba en Tlalnepantla, era la contadora de una empresa.

Anduvimos en búsquedas en hospitales, Ministerios Públicos y en albergues, con la esperanza de hallarla con vida. Tuvieron que pasar 382 días para recuperarla, nunca se me van olvidar. La encontraron en Huitzilac, Morelos. Estaba en un bosque y emplayada (envuelta en plástico). Mi hija tenía 30 años cuando sucedió.

En el contexto del Día Internacional de la Mujer, manifiesta que “como mamá ha sido muy duro por el vínculo. Lo peor es cuando te la entregan, y no puedes abrazarla, no puedes besarla ni despedirte, ni decirle tantas cosas que quedan pendientes. Todo se convierte en coraje e impotencia.

A la fecha me pregunto por qué, por qué ella. Y no sólo ella, sino ¿por qué todas?

Revictimizada

La mañana del 20 de marzo de 2021, Paz Rodríguez encontró a su madre, Melesia García, de 72 años, asesinada en su domicilio de Milpa Alta. Esa escena no logra borrarla de su mente. Cuando entré a la casa y vi a mi mamá sin vida, sólo atiné a gritar fuerte.

A punto de cumplirse tres años del crimen, no hay detenidos. Nadie vio nada y las cámaras de la calle no ayudaron, una estaba descompuesta y otra apuntaba al cerro. El único referente de lo que sucedió dice que fue el alboroto que hicieron en la madrugada el perro y el guajolote de su madre.

Cuando acudió al Ministerio Público, “el fiscal nos dijo ‘ustedes tienen la culpa por dejar sola a su mamá’. Ahora sé que nos revictimizaron, pero en ese momento te culpas, y además estás traumada por lo que viste. Nadie tiene el derecho de quitarle la vida a una mujer sólo porque está sola”.

Debido a que la indagatoria no avanzaba, pedimos ayuda al OCNF y se reactivó la investigación. Ahora, siento que vamos por un buen camino, pero recuerda lo desgastante que ha sido cuando no hay avances, y te dicen lo mismo; que no hay para dónde jalar, y que además los agentes no tenían para comprar gasolina y venir a Milpa Alta.