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Toros
Confundir lo aparente con lo real
L

os toros de Pozo Hondo traían su jiribilla y a los toreros como a don Quijote todo se les desmadejaba bromosamente hasta darle la impresión de que nada era nada, de que todo era un sueño, una ilusión, y los sueños… sueños son, ni de ellos somos amos, como don Quijote, los toreros confundieron lo aparente con lo real.

Nuevamente regreso a don Quijote, todo se le desmadejó brumosamente hasta darle la impresión de que nada era nada, de que todo era un sueño, una ilusión, y los sueños, sueños son. ¡Ni de ellos somos amos!

Don Quijote confunde lo aparente con lo real, lo fenoménico con la sustancia, y de esta confusión de sentimientos había de registrarse su desencanto brusco y progresivo, sus ideales se desvanecen como un sueño-delirio confundido con la vida. Resultado del grado de fijeza en que, peregrino por los campos, se queda inmóvil y al andar sutilmente se percata de que entra al tiempo (tiempo puro, temporalización, recurso de la temporalidad discontinua, pensamiento de la diferencia: derridiana). Porque el andar no es otra cosa que tiempo. Lo impalpable, lo misterioso del ser, eso que se nos escapa siempre, se nos va de las manos.

Y ¿cómo apresar eso que falta, eso que no se ve, eso que fluye, denso e impalpable, que no es otra cosa que la firme existencia invisible del ser en contacto con una realidad indefinible que resume lo que buscaba: la faz invulnerable de la vida, su palpitante acecho.

¿No será que don Quijote nos habla de este ser que, a fuerza de serlo tan oculto, se manifiesta no a través de lo oculto sino de lo visible, no sumido en la inmutabilidad, sino al contrario, en movimiento constante, moviéndose inquietantemente sobre los efímeros talones de lo transitorio?

Si don Quijote confunde lo aparente con lo real, lo fenoménico con la sustancia, y de esta confusión de sentimientos habría de registrarse un desencanto brusco y progresivo. Sus ideales se desvanecen como un sueño confundido con la vida.

Resultado del grado de fijeza en que, peregrino por los campos y pueblos, se queda inmóvil y al andar, sutilmente, se percata de que entró al tiempo (tiempo puro, recurso de la temporalidad discontinua, pensamiento de la diferencia derridiana). Porque el andar no es otra cosa que tiempo. Lo impalpable, lo misterioso, el ser, eso que se nos escapa siempre, se nos va de las manos. Y ¿cómo apresar eso que falta, eso que no se ve, eso que fluye, denso e inasible?