Opinión
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¿Sin futuro?
A

un año de la elección presidencial, guste a algunos y otros no, en Morena hay estrategia, maquinaria, nombres, territorios, negociaciones en las que nadie parece ganador o derrotado absoluto. Con 23 entidades federativas bajo su control, la capacidad de operación electoral es inmensa. El partido en el gobierno tiene el viento a favor con la popularidad presidencial, pero también con los 23 estados que gobierna y que le dan una estructura y capacidad de operación inédita en la historia de esa organización política. Hay un factor adicional en el que están ganando desde ya: la conversación cotidiana. En las mesas, los hogares de México, se discuten cuatro nombres, y a lo mucho, se dilucida entre dos; la conversación respecto a la oposición simple y sencillamente no existe. Con 16 nombres apuntados, sin claridad de sí la alianza es PRI-PAN-PRD, o PRI-PAN-MC, más las improvisaciones de último minuto, donde actores que decían iban por una posición y se les ocurre un día de por qué no ir por la grande, con aspirantes corriéndose a la extrema derecha, la oposición, las mil oposiciones, se evaporan en la intrascendencia.

Algún mal asesor político convenció a parte de la oposición nacional de correr la oferta política a la derecha, a la ultraderecha si somos más claros, con la promesa de ganarse a la clase media. ¿Cuál clase media?, ¿dónde está la línea de la clase media que se imaginan?, ¿no será que esa estrategia es un símil tropicalizado de la sociedad estadunidense, tan inmensamente distinta a la nuestra? Es verdaderamente lamentable que, en aras de atraer algunos reflectores y consolidarse en un sector minoritario, la promesa de la oposición sea combatir y no ampliar derechos; sea el uso de la fuerza y la defensa de grupos de interés. ¿Qué no entendió el mensaje de 2018? Los fantasmas de Franco y de Pinochet podrán reunir algunos adeptos en España y en Chile; aquí, en México, ese discurso ha fracasado una y otra vez, así que si por ahí se quiere empezar a bordar la oferta electoral opositora, el fracaso está cantado.

Eso en cuanto a la oferta, pero qué hay del método. ¿Habrá una copia del proceso en Morena?, ¿hay alguna intención de consolidar una figura a través del mecanismo de selección?, porque la indefinición crónica de procedimientos, empieza a parecer deliberada. Lo que la ciudadanía observa es a una oposición sin ganas, sin la voluntad ni la fuerza de plantear el país que sí quieren, versus este, con el que no están de acuerdo.

La ausencia de mecanismos, de método, en la oposición, tendrá una consecuencia evidente: el tiempo juega a favor de las dirigencias, que al cuarto para la hora, inscribirán a sus primeros círculos, sean o no competitivos. Eso es más que evidente y solamente beneficiará a Morena. Mientras más se tarde la oposición, más fácil será la victoria oficial, no solamente en la presidencial, con cualquier candidata o candidato, sino en ambas cámaras del Congreso. Así como está planteado el panorama el día de hoy, la interrogante no es si Morena retendrá la presidencia, sino si lo hará con mayorías en las cámaras. Ese es el escenario que ha configurado el desorden, la ocurrencia, la improvisación, y la falta de claridad en el discurso opositor.

Si hoy se levantara una encuesta en la que, sin nombres ni boleta simulada, se le pidiera a las personas decir el nombre de tres aspirantes de la oposición, ¿cuál sería la respuesta? Me atrevo a pensar que habría muchas papeletas en blanco. La oposición tiene pasado, tiene muchos nombres atados al pasado, y esa ha sido la eficaz narrativa del gobierno, pero se ha arrebatado a sí misma el futuro. Los mexicanos saben quiénes fueron opositores, pero no quiénes lo son, y mucho menos, qué piensan, qué ofrecen y qué quieren. Lo más paradójico es que incluso los mejores perfiles de esa inmensa lista de suspirantes, están atados al pasado. En democracia, la oferta política tiene que vincularse, sí o sí, al futuro. Incluso, cuando se ofrece continuidad, la ciudadanía quiere entender qué puede ser diferente y mejor si gana una u otra opción. Del lado oficial está claro: programas sociales, obra pública y combate a la corrupción. Del lado de la oposición, el silencio. Toda narrativa habla del gobierno, no del futuro.

Una oposición sin futuro en el discurso, es una oposición sin futuro en las boletas. Así de sencillo; hoy es más que urgente delinear una oposición seria y alternativa real de poder hacia el 2024, pues no sólo están en juego las posiciones en disputa, sino el equilibrio y la división de poderes que hoy nos queda.